martes, 1 de enero de 2013

¿Por qué el año acaba el 31 de diciembre?

El levantamiento de los celtíberos de Segeda, en la actualidad un pequeño pueblo zaragozano, hizo cambiar la fecha del fin de año hace dos milenios.
 
 
Todos damos por obvio que el año acaba el 31 de diciembre. El calendario empieza el 1 de enero y termina el último día de diciembre. Pero, ¿podía tener otro ciclo? ¿Podía empezar, un suponer, el 1 de junio y acabar el 31 de mayo? Podría. La razón de que no sea así, de que la Nochevieja sea la del 31 de diciembre, tiene un origen bélico, más de dos milenios atrás. Y el protagonista fue un pueblo celtíbero, Segeda, antecedente de lo que hoy es la pequeña localidad zaragozana de Mara, en la comarca de Calatayud.
Roma declaró la guerra a Segeda y, para adaptar organizativamente el mando de las tropas, cambió el calendario que regía hasta entonces en el mundo occidental. Segeda había adquirido fuerza y valor estratégico para que el Imperio romano decidiera declararle la guerra, lo que conllevó la modificación del calendario que se utilizaba hasta entonces, porque hacía falta elegir los cónsules y eso ocurría de ordinario el 15 de marzo, «primer día» del año político-administrativo romano. Pero como corría prisa, se optó por fijar como fecha de elección el 1 de enero, y aquel acontecimiento hizo que, desde entonces, el calendario adelantara el primero del año a ese día.
 

Cambio de fecha para guerrear

El ejército que movilizó el Senado romano para atacar a Segeda era de una dimensión inusual, 30.000 hombres, el doble de lo que hasta entonces era habitual en los contingentes que llegaban a la Península. La importancia que adquirió el conflicto hizo que Roma, en lugar de designar un pretor para dirigir la operación bélica, decidiera nombrar a un cónsul.
De no haber sido por Segeda, por el antecesor celtíbero del pequeño pueblo zaragozano de Mara, las uvas nos las tomaríamos los aragoneses (y el resto del mundo occidental) en una fecha meteorológicamente mucho más benévola: las doce campanadas y las doce uvas nos las tomaríamos a las doce de la noche del 14 de marzo.
Importante tuvo que ser Segeda como para que el Senado romano tomara decisiones de tanto calibre. Algunas crónicas de la época se refieren a esa ciudad celtíbera como «grande y poderosa». Era capital de la etnia de los Belos, controlaba un amplio territorio que abarcaba a varias de las actuales provincias españolas y, entre sus privilegios, tenía el de acuñar moneda, lo que a su vez era una clara muestra del poder social y económico que tenía esa ciudad.
 

Capital de los Belos

En el año 179 antes de Cristo, la ciudad de Segeda y Roma sellaron un acuerdo de paz. A cambio de pagar ciertos impuestos y del compromiso de no edificar nuevas ciudades en su territorio, Roma se comprometía a mantener la paz con Segeda y a permitirle que acuñara moneda. Pero en el año 154 antes de Cristo, Segeda inició la ampliación de sus murallas, para que alcanzaran hasta los 8 kilómetros de perímetro. Roma lo interpretó como una acción hostil que vulneraba el acuerdo de paz firmado veinticinco años antes.
El despliegue militar se hizo con rapidez. En vez de esperar al 15 de marzo para elegir a los cónsules, el Senado romano decidió hacerlo de inmediato, y cayó el 1 de enero. De esa forma, la operación militar se podía desarrollar a principios de verano. Si hubieran esperado al 15 de marzo para elegir al cónsul, los preparativos habrían demorado la maquinaria bélica hasta el invierno. Y los romanos sabían bien lo cruda que es esa época del año en estas tierras peninsulares.

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