sábado, 31 de julio de 2010

Descubren los restos de una iglesia del siglo V visitada por San Millán

Logroño, 18 jul (EFE).- El campo de trabajo que estudia patrimonio arqueológico en el yacimiento de Parpalinas, situado en el Valle de Ocón, ha descubierto los restos de una iglesia del siglo V, junto a una casa anexa, habitada por aristócratas, y que fue visitada a mediados del siglo VI por San Millán de la Cogolla.
Según ha informado a EFE el director de las excavaciones, Urbano Espinosa, las investigaciones en este yacimiento -en el que participan trece universitarios de distintos centros de España, han permitido constatar las huellas de San Millán de la Cogolla en este enclave, que visitó a mediados del siglo VI San Millán de la Cogolla, como testimonia en el siglo VII el obispo Braulio de Zaragoza al escribir la vida del santo eremita.
Aquí, en Parpalinas, según relata Braulio de Zaragoza, San Millán fue llamado a realizar un exorcismo en la casa del senador Honorio, quien desde ese momento se convirtió en un protector del cenobio emilianense.
Uno de los elementos básicos en la descripción de la vida de San Millán de la Cogolla por el obispo Braulio cuando visita a Parpalinas es que reunió a los clérigos del lugar y, por lo tanto, "pensamos que tenía que haber una iglesia", explica Espinosa.
Durante la campaña, han aparecido los restos de una planta entera de una iglesia del siglo VII y, en su subsuelo, se han hallado los restos de otra planta no entera que, corresponden, "con toda seguridad" a la iglesia visitada por San Millán de la Cogolla.
La iglesia no originaria, según explica Espinosa, "tiene un gran valor cultural, porque se conserva la planta completa y son escasísimas los templos cristianos tempranos primitivos hasta el siglo VII que conocemos en España y en, particular, en el norte de la Península".
Espinosa ha destacado el valor arqueológico de este yacimiento, que comenzó a estudiarse en 2005 con el apoyo del Gobierno riojano, la Universidad de La Rioja y el Ayuntamiento de Ocón, y que ha certificado la veracidad histórica de la información aportada por el obispo Braulio de que San Millán de la Cogolla estuvo en Parpalinas, aunque la cuestión del milagro "es un asunto de fé".
Otra de las líneas de investigación en este campo de trabajo fue conocer cómo era la cultura aristocrática en esta casa que San Millán de la Cogolla visitó, llamado por el senador Honorio.
En la actual campaña se han encontrado ajuares cerámicos, agujas, anillos, broches para sujetar la ropa, vidrio y pinturas policromadas en las paredes que corroboran que la cultura del momento de la época en la que vivió San Millán de la Cogolla era aristocrática de la época hispanovisigoda.

lunes, 26 de julio de 2010

sábado, 24 de julio de 2010

Entre la Media luna y la cruz


Novela ambientada, junto con Alfonso VIII, en la madre ...de las batallas, la de Las Navas de Tolosa.

jueves, 22 de julio de 2010

Ogrodzieniec 2010 siglo XI

Jornadas Visigodas de Guadamur 2010

Coronacion del rey godo, a cargo del grupo de recreacion visigoda; Regnum Gothorum

martes, 20 de julio de 2010

Daroca Medieval

Este fin de semana, tendrá lugar en la localidad aragonesa de Daroca. La conocida feria medieval con batalla de recreación, que conmemora la batalla de los dos pedros. El de Castilla y el de Aragón.

viernes, 16 de julio de 2010

Monumento al dios Neitin en Binéfar

En el Yacimiento de la Vispesa de Binéfar, se halló el conocido como Munumento o Estela de Binéfar, donde se encontró una inscripción dedicada al dios Neitin, más conocido como Neto o Netón. Algunos dicen, sobre este dios, que fue una especie de dios panibérico, adorado tanto por celtas e íberos. Se le ha relacionado incluso con el dios de la guerra irlandés, el dios Net. Según se dice su nombre viene de la palabra celta neto, que significaba guerrero, de ahí que se entienda que fue un dios de la guerra. Aunque Neitin también fue un nombre propio íbero, o incluso formaba la raíz de otros nombres propios documentados como Neitinbeles. Por lo que puede ser que no fuera al dios a quién estaba consagrado el monumento, sino que fuera una estela funeraria en la cual aparecía el nombre propio de la persona a la que estaba dedicada. Aunque la generalidad de los estudiosos lo relacionan con el dios protagonista de hoy.
En el monumento funerario de Binéfar hay una mención a Neitin, que aunque está en ámbito ibérico-ilergete, es una zona que fue iberizada más tardíamente que otras, sobre un substrato anterior de Campos de Urnas, y con alguna influencia hallstática, e incluso en cercanía a zonas donde hubo infiltraciones galo-belgas más recientes: galos de valle del Gállego, Suessetanos de las Cinco Villas y Navarra, Galos llegados al llano de Lérida en la época de César.

Aniversario de las Navas de Tolosa


Ningún medio de comunicación se hace eco de lo que aconteció un día tal como hoy de 1212: LA BATALLA, la madre de las Batallas, la Batalla de Las Navas de Tolosa. Castellanos, aragoneses y navarros se enfrentan a los almohades por Hispania.
Batalla de Las Navas de Tolosa (16 de julio de 1212), llamada en la historiografía árabe batalla de Al-Uqab (معركة العقاب), y conocida simplemente como «La Batalla» en las crónicas de la época. Permitió extender los reinos cristianos, principalmente el de Castilla, hacia el sur de la Península Ibérica, entonces dominado por musulmanes. La contienda tuvo lugar cerca de la población jiennense de Las Navas de Tolosa

jueves, 15 de julio de 2010

El tesoro de Vulturia

El héroe visigodo Wulfric vive en Segovia con su hermosa esposa hispanorromana, tratando de poner orden en una Hispania sumida en el caos por las constantes oleadas bárbaras y la falta de gobierno. Una inesperada visita de Cecilio, jefe de la colonia de leprosos asentada en la ciudad abandonada de Vulturia, le pide ayuda porque algunos de sus conciudadanos están siendo asaeteados por los caminos. Paralelamente a estos acontecimientos, Tarbalés, el nieto del mítico rey alano Atax, busca en Roma financiación para derrocar a Genserico, rey de los vándalos asentado en Cartago. Un acaudalado comerciante, Marpesio Silicio, se ofrece a ayudarle a cambio de contraprestaciones económicas cuando sea soberano. Sin embargo, poco después, el mercader romano aceptará la oferta de Neufila, mano derecha de Genserico, quien le convence para pactar con su rey y matar a Tarbalés.

Skirmish magazine

martes, 13 de julio de 2010

Baja edad media - Vyborg

Quedada, comida y entrenamiento

Algunos de los componentes de la ACRS, tendremos una reunión hoy donde aclarar algunos objetivos. Realizaremos un campamento, una comida, y un entrenamiento. Adiestrando a dos nuevos componentes en el manejo del escudo redondo, la espada a una mano y el hacha.
Evitaremos ser muy duros con ellos, si el primer día regresan a sus casas llenos de golpes, moratones y músculos doloridos, no regresaran mas. Con el tiempo pillaran gusto al dolor y la adrenalina, máxime cuando empiecen a saber luchar con las armas y comprendan que el precio que hay que pagar es el dolor temporal para conseguir algunas cosas en el combate

Hablando de escudos


Es bastante frecuente que el escudo sufra deterioro durante los combates. Los golpes de las espadas o hachas, fragmentan la madera. Problema funcional no tiene, ya que se puede continuar defendiendo el cuerpo con un escudo roto en su borde. Pero quizás no sea de lo mas estético.
Para evitar esto, es necesario reforzar el borde del escudo con material protector. Normalmente se usa el tejido de los huesos de perro. Aunque nosotros personalmente, preferimos el cuero.
El tejido de los juguetes con forma de huesos de perro, una vez hervido, es “desmontable”. Quedando una tira larga, húmeda y blanda, la cual poder clavar al borde de nuestro escudo. Una vez seca es un tejido bastante duro como para reforzar la zona mas frágil de nuestra protección, evitando así que los golpes destrocen la madera.
Todo depende de gustos, yo personalmente no uso nada. En Polonia vi gente sin protecciones en los escudos luchar, y me gusto bastante su estilo

lunes, 5 de julio de 2010

Instituciones y sociedad en la España visigoda. Población Libre no privilegiada

Vivía principalmente en las ciudades. Entre ellos había artesanos de todo tipo: orfebres, herreros, arquitectos, ingenieros, escultores, toreutas, canteros, carpinteros, tintoreros, curtidores, médicos, maestros, etc. Algunos oficios eran muy considerados y pagados.
En las ciudades importantes siguieron las comunidades de judíos del Bajo Imperio que se dedicaban al comercio, y que desde Caracalla en 212 eran considerados ciudadanos romanos. Tenían un estatus medio-alto y algunos eran muy ricos, como los transmarinii negotiatores. A partir de Recaredo empezaron a ser perseguidos y acosados con más o menos intensidad según épocas.
En ciertas ciudades vivían también algunos griegos y sirios dedicados al comercio transmediterráneo. Principalmente en la provincia llamada Spania (ni: ñ) por el Imperio bizantino desde mediados del s. VI hasta que fueron expulsados en 625 por el rey Suintila, aprovechándose del acoso mahometano al Imperio por el Este.

Los possesores eran los campesinos propietarios, que también se les denomina ingenui, privati y viliores personae, que servían como peones en el ejército.

Los rusticani eran los más pobres.
Javier Albert Gutiérrez

Instituciones y sociedad en la España visigoda. Los nobles

Los duques (dux, ducis) eran gobernadores de las provincias (ducados). Pertenecían a la estirpe real. Mandaban un ejercito formado por Thiufas, unidad de mil hombres mandada por un thiufado. El quingentenario mandaba un batallón de 500 hombres. El centenario mandaba cien hombres. El decano, diez, formadas en los útimos tiempos también por saiones y buccellarii.
Los condes (comes, comitatis) gobernaban un condado, una ciudad y su “territoria”, unidad territorial subordinada a la provincia. Es el antiguo “municipio romano” es decir una comarca con una ciudad importante. Tenían funciones militares.
Otros funcionarios menores, que controlaban la recaudación de impuestos, eran los numerarios, exactores, tabularios, talonarios y susceptores.
Las estirpes senatoriales del Imperio romano siguieron estando en la cúspide social. Algún senador desempeñó el cargo de duque, como Claudio, duque de Galicia. A través de la Iglesia desde el III C. de Toledo tuvieron gran influencia política.
Los visigodos pretendieron instaurar un Estado centralizado, a cuya cabeza estaba la institución monárquica con tendencia hereditaria. El rey era el jefe supremo de la comunidad y tenía amplios poderes judiciales, legislativos, militares y administrativos. Para reforzar su prestigio, los reyes visigodos adoptaron los atributos y el ceremonial de los emperadores. El rito de la 'unción regia', que recibían de los obispos, les confería carácter sagrado. En el IV Concilio de Toledo (633) se aprobó, de acuerdo con la tradición romano-católica, que el Rey tenía que ser elegido con la aprobación de los obispos en Toledo o en el lugar de muerte del monarca. Tanto los duques (de sangre real) como los condes pertenecían a los escalones más altos de la nobleza y se erigieron en los grandes funcionarios de la administración territorial. Las grandes asambleas políticas del reino fueron el Aula Regia y los Concilios.
Javier Albert Gutiérrez

La España visigoda. La evolución política de la Monarquía

Los visigodos fueron enviados a Hispania (ni= ñ) por el Imperio para restablecer el orden, por lo que en todo momento respetaron la propiedad, la organización administrativa y el Derecho romano. Confiscaron un tercio de las propiedades a los grandes latifundistas. Formaron una superestructura política y militar que había sido legitimada por Roma. Aportaron elementos propios”, como la Monarquía hereditaria y el Derecho consuetudinario que, en principio, coexistieron con las instituciones romanas y luego se integraron en ellas. La Iglesia Católica, en el III Concilio de Toledo, impuso la elección del rey, como en el Imperio Romano. Los francos les ganaron la hegemonía europea al convertirse primero su rey Clodoveo, en el año 496, al catolicismo y apoyar su política en el Imperio, la Iglesia romana y los indígenas romanizados católicos.
La Monarquía visigoda llevó a cabo un proceso unificador en todos los aspectos: unidad territorial, unidad del poder político y jurídico, unas creencias comunes y fusión de godos e hispanos:
Leovigildo (573-586) derogó la ley que prohibía el matrimonio entre visigodos e hispanos y emprendió la tarea de unificación del territorio, venciendo a los suevos en el 585 y anexionándose su territorio. Realizó expediciones contra los vascones y fundó Victoriaco (Vitoria) para impedir los levantamientos. Instauró en el año 577 el Imperium Hispánico nombrando Sede Regia a Toledo, adoptando el título de Princeps, símbolos reales, como el trono, el cetro, el manto real y la diadema, y todo el ceremonial bizantino de los emperadores.
Intentó la unidad religiosa, imponiendo el arrianismo como religión dominante, pero los hispanos de la Bética con la ayuda de los Bizantinos y de los suevos eligieron a su hijo Hermenegildo duque de la Bética como líder y se rebelaron. Perdieron la guerra, y Hermenegildo fue condenado a muerte por alta traición (primer mártir de la Iglesia Española), pero se demostró que sin la colaboración de los hispanos católicos era imposible gobernar España.
Su segundo hijo y sucesor Recaredo (586-601) así lo entendió y en el Tercer Concilio de Toledo, el 8 de mayo del 589, él y todo su pueblo abandonaron el arrianismo y aceptaron el catolicismo como religión oficial. La Iglesia Católica consiguió mucho, entre otras cosas, dar su visto bueno al heredero. Recaredo que, con la intransigencia del converso, destruyó todos los libros en lengua visigoda.
Suintila (621-631) expulsó a los bizantinos de sus últimos dominios, con lo que consiguió la unidad territorial.
Recesvinto (653-672) estableció un mismo código para ambos pueblos, el Liber Iudiciorum o Fuero Juzgo, con lo que se restableció la unidad jurídica en la Península, y abolió el Derecho Romano. Este código estará vigente entre los cristianos durante toda la Edad Media. A su muerte el Reino de España era un Estado independiente y unificado.
Javier Albert Gutiérrez

viernes, 2 de julio de 2010

Estampas de la guerra en la España visigoda. Las grandes guerras

El primero de esos episodios tuvo por escenario el valle del Ebro y lo llamé en alguna ocasión "el primer sitio de Zaragoza". La invasión franca se produjo en el año 541 y de ella nos da breve pero exacta noticia una excelente fuente histórica contemporánea: la Crónica Cesaraugustana: En este año -dice- los reyes francos, en número de cinco, entraron en Hispania por Pamplona, vinieron a Zaragoza y la sitiaron por espacio de cuarenta y nueve días, produciendo una despoblación que afectó a casi toda la provincia Tarraconense. Las fuentes francas son, afortunadamente, mucho más ex-presivas y ofrecen relatos pormenorizados de la invasión. Se trató, sin duda, de una expedición militar importante, encabezada por los hermanos reyes Clotario y Childeberto, acompañado éste por tres hijos suyos. Zaragoza resistió, y cuando la situación se hizo insostenible, los zaragozanos pusieron su esperanza en la ayuda divina: hicieron un ayuno riguroso y una procesión penitencial desfiló sobre los muros de la ciudad llevando la túnica de san Vicente Mártir. Los francos creyeron que los asediados estaban lanzando un maleficio; pero, informados por un prisionero, llamaron al obispo de la ciudad, Juan, y le ofrecieron levantar el sitio a condición de que les entrega-ra, -y así lo hizo- la estola del santo mártir.
Levantado el cerco, ¿cuál fue el definitivo éxito militar de la expedi-ción? Los historiadores francos dicen que los invasores pudieron regresar a las Galias llevando consigo un gran botín que habrían tomado, no en Zara-goza pero sí en el resto de la provincia Tarraconense. Pero esta versión del éxito relativo de la expedición es contradicha por san Isidoro que afirma que los francos fueron expulsados de España non prece sed armis -no como fruto de súplicas sino por las armas-. Según uno de los dos relatos de la Historia Gothorum, los francos fueron perseguidos por un ejército visigodo enviado por el rey Theudis, al mando del duque Theudiselo, su futuro sucesor en el trono. Éste habría cortado la retirada a los francos, que hubieron de comprar a muy alto precio una breve tregua para cruzar los Pirineos.
Pero la principal guerra franco-gótica de todos los tiempos fue la pro-vocada por el ataque franco-burgundio contra la Galia Narbonense en el año 589. Era el año de la solemne conversión de los visigodos al Catolicismo en el III Concilio de Toledo. La finalidad del ataque, inspirado por el visceral antigoticismo de Gontran de Borgoña -el monarca senior de la estirpe merovingia- no era otro que la expulsión de los visigodos de la Galia Narbonense, la única provincia transpirenaica que conservaron con posterioridad al final del reino de Tolosa. Se trató de una operación militar de gran envergadura y, aunque quizá sea exagerada la cifra de guerreros -sesenta mil- con que, según las fuentes hispanas contaba el ejército franco-burgundio, éste debía ser muy superior a sus rivales visigodos. La batalla de Carcasona constituyó por ello una deslumbrante victoria debida a la pericia militar del duque Claudio de la Lusitania, el mejor general de Recaredo, que no era godo de raza, sino hispano-romano y católico: un buen indicio del grado de integración alcan-zado por los dos elementos populares -romano y godo- de la ya denominada unitariamente gens gothorum.
La noticia transmitida por san Isidoro no puede ser más entusiasta: Recaredo obtuvo un glorioso triunfo sobre casi sesenta mil soldados francos que invadían la Galia, enviando contra ellos al duque Claudio. Nunca se dio en España una victoria de los godos ni mayor ni semejante; pues quedaron tendidos en tierra o fueron cogidos prisioneros muchos miles de enemigos, y la parte del ejército que quedó, habiendo logrado huir inesperadamente, perseguida por los godos hasta los límites de su reino fue destrozada. Juan de Bíclaro veía en su Crónica, contemporánea de estos hechos, un signo del auxilio de la gracia divina al católico Recaredo y a su pueblo, converso del arrianismo, y comparaba la gesta del duque Claudio con la de Gedeón, que venció con trescientos hombres a una ingente multitud de madianitas. La magnitud de la victoria visigoda en la batalla de Carcasona viene corroborada por el testimonio de las propias fuentes francas. Gregorio de Tours, que arroja la parte principal de la culpa sobre el duque Boso, comandante del ejército franco-burgundio, da unas cifras alarmantes: los francos habrían tenido cinco mil muertos y otros dos mil cayeros prisioneros.
José Ordalis Rovira

jueves, 1 de julio de 2010

Madrigal Medieval 2010

La España visigoda

En la segunda mitad del siglo II d. C. los godos (originarios de lo que hoy es Prusia oriental, Lituania y Letonia) partieron de la costa sureste del mar Báltico, descendieron hasta el mar Negro y al alcanzar el bajo Danubio, atravesaron la región Balcánica para penetrar en la Península Itálica. En el año 290 d. C. se dividen visigodos y ostrogodos. En el año 332 el emperador Constantino firma el Tratado de Federación por el que el Imperio Romano se convierte en tributario de la Nación Visigoda. En el año 376 atraviesan el Danubio y conquistan parte el Imperio. En el año 378 aniquilan las legiones romanas en la batalla de Adrianópolis y dan muerte al emperador Valente. En el 382 conquistan Tracia. En el año 410 tomaron Roma, pero la abandonaron y, tras la muerte de su rey Alarico, conquistan Francia y la Península Ibérica. . Su base territorial siempre estuvo en Escitia, entendido este término en sentido amplio como un territorio situado entre el mar Báltico y el mar Negro. De allí sacaban su potencial humano.
Casi un siglo después, en el año 507, perdieron la Aquitania francesa en la batalla de Vouillé contra los francos (que, por cierto, no eran germanos), y sus centros de poder se trasladaron a España, después de haber fundado el primer Estado independiente dentro de territorio Romano en el año 475, en que su rey Eurico así lo declara. Los españoles somos sus descendientes.
Los visigodos, nación de origen báltico, fundaron el Estado español, el Reino de España (nn: ñ). El Reino de España de los godos era una unidad política, administrativa, jurídica, cultural, religiosa y lingüística y que comprendía la totalidad de la Península Ibérica y la Narbonenese gala. Su sistema político era la monarquía hereditaria (la Iglesia romana intentó hacerla electiva) en la estirpe de los Baltos (y Amalos).
Se ha especulado mucho sobre cuántos eran, pero el primero que los estudio de forma científica fue el célebre investigador ruso Mijail Ivanovich Rostovvcev, 1870-1952, quien desmintió el mito pangermanista sobre las invasiones “bárbaras”. Los últimos cálculos, basados en que la movilización de un ejército supone el 5% de la población total de una nación, en el área que ocupaban en aquel momento los visigodos, y si tomamos en cuenta la cantidad de habitantes por km2 usual en aquella época, sitúa su número total en unos dieciséis millones de personas El ejército que entró en España era de 200 banderas, integradas por mil soldados cada una, es decir, 200.000 guerreros, que si lo multiplicamos por cuatro familiares salen 1.200.000 personas. Si hubiesen sido menos no hubieran podido vencer al Imperio Romano, a los bizantinos, a los hunos, a los vándalos y dominar toda Europa con Teodorico. Las familias godas empezaron a colonizar España después de la derrota de Vouillé en 507, antes eran más bien ejército de ocupación.
Durante cuatro siglos fluyeron godos hacia España. Las cifras de obispos godos e hispanos se van igualando a partir del VII concilio de Toledo, y teniendo en cuenta que los obispos eran elegidos por todos los fieles católicos, es seguro que en las ciudades la población goda e hispana fuese pareja. Seguro que las cifras finales de godos en la Península superaban el 35% de la población total.
Todos los reyes medievales, incluido Alfonso X el Sabio, que así lo relata en su Crónica General, se consideraban sucesores de los reyes godos, de su misma estirpe, lo mismo que la nobleza, y con derecho legítimo a reconquistar el territorio perdido frente al Imperio musulmán. La dinastía de los Austrias españoles basó su legitimidad en la descendencia directa de los reyes visigodos. Desde entonces se han sucedido sin discontinuidad alguna todos los reyes españoles hasta Don Juan Carlos I, que conserva dicha sangre. El cambio de dinastías, Pelágico-alfonsina, Trastámara, Austrias y Borbones es un cambio en los apellidos, puesto que el nombre lo transmite el varón, pero la sangre, la mujer. Este hilo de legitimidad nunca se perdió en España, como los hechos demuestran evidentemente.
Los visigodos fueron el pueblo que primero identifico, dentro del Imperio Romano de Occidente, unos límites precisos como patria y Estado. La lengua goda fue determinante en la formación de la lengua Castellana, que es el latín hablado por los godos. Los españoles somos godos, somos sus descendientes, si no fuera así todos tendríamos la tez morena y el pelo negro y rizado, como nos describe el historiador Jordanes en el siglo VI d. C, en su Gética, Cap. II, 14.
Javier Albert Gutiérrez

Banquetes, aristócratas y vinos. Un modelo de consumo y uso social entre los Iberos

El caso ibérico se asemeja al etrusco sólo en la temprana producción local de vino, pero no en la adopción profunda de elementos culturales helenos. Nada impediría que fueran orientales -semitas- los rasgos originarios del banquete orientalizante en Iberia, documentado en las tumbas principescas, o en su versión mitológica en los relieves del monumento de Pozo Moro, aunque nos parecen probables unas raíces indígenas aún anteriores. Sin embargo,una vía especialmente productiva es la comparación con el caso de los pueblos célticos. Si ensayamos una aplicación, no mecánica sino flexible, a los datos ibéricos conocidos del modelo propuesto por Dietler (v. supra, Apdo. I.D.), podemos proponer que, en una primera fase tartésica y pre-ibérica, el vino tendría una función de bebida distintiva de élites aristocráticas o de una posible monarquía, con escasez de producto -proporcionado por los fenicios y/o griegos- y presencia de vajilla de lujo. No desarrollaremos este periodo aquí, porque se sale de nuestro marco cronológico, pero los datos de Huelva -tanto La Joya como otras excavaciones- apuntan claramente en este sentido. Posiblemente el enterramiento de Pozo Moro (c. 500 a.C.), con su juego individual de vino y perfume -similar a algunos ajuares e imágenes etruscas- marcaría el final de este periodo.
En una segunda fase, a partir de principios del s. V, parece aplicable un esquema similar al modelo 'Ródano' de Dietler, esto es, un uso más extendido del vino (probado y facilitado por la producción local y por la presencia abundante de ánforas en zonas del interior), utilizado como medio de cohesión social en torno a grupos dirigentes que regularían su distribución en funerales, 'fiestas de mérito' u ocasiones similares, generando una deuda ante la imposibilidad de reciprocidad por parte de los invitados a tales fiestas, que deberían entonces contribuir en forma de trabajo o prestaciones militares. Esto no significa que toda la población tuviera acceso diario al vino: los datos de la Qúéjola, con una fortificación protegiendo un centro de almacenamiento de vino, parecen indicar un estrecho control de este producto por parte de la aristocracia. El caso de Cancho Roano parece responder a un modelo similar.
Este modelo de consumo evolucionaría a partir de fines del s. V dentro de una sociedad ibérica en la que las diferencias de status no se marcan ya por un estilo de vida sustancialmente diferente entre los grupos sociales, ni por unos funerales sustancialmente diferentes, (como lo fueron antes dentro del concepto de monarquias orientales sacras defendido por Almagro Gorbea) sino que, como hemos mostrado para el s. IVa.C., fundamentalmente se distancian mediante la acumulación, la ostentación de armas y la capacidad de redistribución. El caso de la necrópolis de Los Villares, con la acumulación de vasos griegos en dos tumbas distintivas del s. V a.C., puede ser transicional entre las dos subfases dentro de este modelo de uso del vino -y de sociedad: el ritual muestra una complejidad aparentemente mayor al de otras tumbas, pero no hay una exclusividad evidente de elementos de cultura material como podía haberla, por ejemplo, en las tumbas principescas de La Joya, y no es fácil precisar el carácter del grupo -relativamente reducido- de asistentes a la ceremonia funeral en la que se depositaron los vasos áticos. A partir de principios del s. IV a.C. ya no hay duda: la jerarquía se expresa sobre todo por acumulación, no por cualidad.
El fenómeno de extensión en el uso del vino, a partir de unos comienzos claramente exclusivistas, principescos o incluso monárquicos, evolucionaría ligado a la producción local hacia un modelo de redistribución por grupos aristocráticos hacia colectivos de hombres libres guerreros, según indican los ajuares de las necrópolis del s. IV a.C.
Las virtudes sociales del vino hacen que sea muy adecuado para su bebida en contextos con un contenido ceremonial, y en momentos como funerales de personajes de cierto rango, o, incluso, en cualquier funeral de un miembro libre de la comunidad. En todo caso, los indicios son de que si su consumo llegó a extenderse más allá de los grupos más poderosos, hasta los grupos de guerreros libres, en época ibérica el vino no llegaría a tener la difusión que alcanzó en época romana, aunque los caldos locales pudieron llegar a abastecer en determinadas ocasiones al conjunto de la población. Parece pues a nuestro juicio probable que el vino fuera un producto inicialmente -ss. VIII/VII a.C.- reservado a los grupos aristocráticos más altos, cualquiera que fuera la forma que éstos tomaran. También es probable que con los inicios de la producción indígena del vino, y a partir del s. V a.C., su uso fuera extendiéndose a grupos libres inferiores, quizá guerreros-campesinos, por una combinación de mayor disponibilidad del producto y de fenómenos de redistribución y de emulación, aunque los procesos -relativamente complejos- de vendimia, pisado, prensado, fermentado y almacenamiento debieron ser durante mucho más tiempo controlados por quienes tenían la capacidad de hacerlo. Los almacenes de Cancho Roano, y las fortificaciones de Benimaquía y de la Quéjola apuntan en este sentido. Las escasas importaciones de ánforas griegas a partir del s. V a.C. (v. supra), como las documentadas en el pecio de El Sec, podrían interpretarse en este contexto como productos exquisitos destinados a la mesa de quienes, una vez extendido parcialmente el uso del vino local a capas de la población algo más extensas, mediante fiestas de mérito, banquetes funerarios, etc. quisieran así seguir manteniendo un elemento visible de distinción consumiendo vinos o aceites de importación.
No contamos con fuentes referentes al mundo ibérico propiamente dicho, pero quizá el texto ya citado de Estrabón referido al interior o norte peninsular pueda darnos una idea de cuáles pudieron ser las actitudes hacia el consumo del vino comenzaba a usarse en las áreas costeras propiamente ibéricas: "Beben zythos, y el vino, que escasea, cuando lo obtienen lo consumen en seguida derrochándolo en espléndidas comilonas familiares" (trad. A Garcia y Bellido). El vino, procedente del sur y este, donde llegó a ser abundante en época romana era comprado a mercaderes, como también hacían los Baleares.
En todo caso, y como puede mostrar el caso de El Amarejo, el vino debía coexistir con la cerveza, bebida inferior que en todo caso era corriente incluso en circunstancias señaladas como el banquete de bodas de Viriato. Tanto llamaba la atención esto a los griegos que nuestra fuente (posiblemente Polibio) habla de 'vino de cebada".
Opinamos que en Iberia, como en la mayoría de las antiguas sociedades mediterráneas, el consumo del vino debió ser un acto social colectivo, y que la costumbre de beber en solitario sería desconocida. En palabras de Seltman "Yet external aids are clearly required to help people to be natural and gay together and these are best obtained by song, by dance, and by drink. It must be real drink. Tea may be a boon, tomato-juice a medicine, but we need the grape for joy. Much may be done with spirits, and good beer is good food; but it is wine that maketh glad the heart of man". La acumulación de vasos de bebida en los depósitos de Los Villares, el almacenamiento masivo de vino en la Quéjola o Cancho Roano, la protegida producción de Benimaquía, son todos datos que apuntan hacia este uso colectivo.
Los paralelos etnográficos recientemente estudiados por M. Dietler, así como lo que sabemos sobre el mundo griego o etrusco, indican que probablemente también en Iberia las actividades, alegres o no, que incluyeran la consumición de cerveza o vino, estarían reguladas por una serie de normas implícitas o explícitas de las que nada sabemos, pero que, dados los contextos en que se documenta hasta ahora el uso del vino, tendrían dos componentes fundamentales: el religioso y el jerárquico.
Otro aspecto a determinar es si nos hallamos ante un consumo de carácter privado o público. Sin duda, en un banquete de bodas, en una libación funeraria o en un banquete funerario, el consumo en grupo se realiza dentro de un ámbito privado, pero ¿qué ocurre con el consumo colectivo de comida y bebida en el altar de Capote, quizá con motivo de un inminente asalto al poblado? o, ¿cómo interpretar la bebida colectiva de los numantinos antes de su último ataque?, o ¿qué pensar de un ritual dirigido por el dirigente alojado en el palacio-santuario de Cancho Roano?. Aquí quizá convendría hablar en términos de actividad pública y no sólo colectiva -si es que en tal estructura social puede hablarse de 'público' por oposición a lo 'privado' del rey, reyezuelo o jefe. Y es que en una sociedad como la ibérica quizá no sea fácil hablar en sentido estricto de lo 'público'. Por ejemplo, no es concebible en el estado actual de nuestros conocimientos un funeral público como el que defiende Murray para el caso de los héroes griegos, o, sobre todo, como el funeral público ateniense por los caidos en combate, el Patrios Nomos.
Con todo, un caso que nos llama la atención es el de la Sepultura 155 de la necrópolis de Baza, que contenía la famosa escultura. En las cuatro esquinas de la tumba aparecen cuatro ánforas con peculiar decoración pintada, sus bocas aparentemente comunicadas con la superficie exterior por sendas 'chimeneas' talladas en la roca cuya función no queda clara; cabría que estuviéramos ante canales para conducir libaciones desde la superficie a las ánforas, un sistema ampliamente documentado en el antiguo Mediterráneo. Por otro lado, en otro lugar hemos llamado la atención sobre el hecho de que en el centro de la tumba se documentaron hasta cuatro panoplias de guerrero, y no una más o menos grande, lo que es un caso insólito entre los ajuares con armas ibéricos. Entonces planteábamos la posibilidad de que cuatro grupos de sangre, o cuatro clanes hubieran depositado un ánfora en cada esquina y una panoplia en el centro, lo que podría indicar un ritual que desbordara el ámbito de lo 'privado'.
Más complicados son los casos intermedios de ceremonias o rituales, como podría ser el del funeral o boda de un rey o jefe, acto al que puede ser invitada toda la comunidad en una grandiosa 'fiesta de mérito: creemos que aquí estamos ante una consumición de carácter 'privado' aunque masiva y controlada por un personaje que es el dirigente político de una comunidad o incluso de una entidad política de importancia. Sin embargo, este tipo de banquete puede generar una deuda, si no es ocasional como una boda, sino periódico y frecuente; se generaría así un grupo social dependiente y ligado a un jefe, simbólica y nutricionalmente, por estos banquetes; sus consecuencias podrían afectar entonces al terreno de lo 'político' (no en el sentido heleno del término). Todo lo que venimos diciendo es coherente con la información disponible y con lo que sabemos de la estructura social ibérica del Sureste y probablemente de la Alta Andalucía a partir de comienzos del s. V a.C., pero a falta de fuentes literarias antiguas y referidas al área ibérica, y de iconografía explícita, queda como un marco probable pero en parte teórico. En realidad, la única evidencia arqueológica directa al uso social del vino deriva de la arqueología funeraria -salvo los casos de Benimaquía y la Quéjola, que apuntan como se ha dicho a un control aristocrático de la producción y distribución del vino, coherente con la propuesta de los párrafos anteriores.
Fernando Quesada Sanz