Este reino germánico como ya sabemos, perdió toda capacidad expansiva tras la derrota del río Orbigo, en la que demostró una inferioridad bélica notable frente a los visigodos. Los reyes que sucedieron a Reckiario no mejoraron su capacidad militar, distinguiéndose, como dice Torres Rodríguez, por sus rapacerías y sus ataques a las poblaciones desarmadas o grupos de campesinos, que por luchar con éxito contra los visigodos. Eran, según afirma el propio autor, “mas codiciosos y turbulentos, que tenaces y heroicos”. Pero a pesar de todos estos defectos no estaban exentos de astucia, habilidad política y relativa fuerza, lo que les permitió subsistir durante 177 años
Sin embargo, esta situación llego a su fin cuando los visigodos se empeñaron en conseguir el dominio completo de Hispania, coyuntura en la que hay que enmarcar el final del reino suevo.
En el 573, Leovigildo, tras haber combatido duramente a los bizantinos en el sudeste de Hispania, decidió enviar a sus ejércitos al norte. Ese mismo año conquisto la región de Sabaria, devastando las tierras de sappi. Thompson y Orlamdis piensan que se trataba de un reino semiindependiente de Asturias.
En el 574 le toco el turno a Cantabria, una región situada entre las tierras de Santander y Burgos, según Ordalis. El rey godo extermino a todo senado de Cantabria, uno de cuyos componentes se llamaba Abundantius, un nombre romano, y conquisto Amaya. Historiadores nacionalistas vascos como Orella Unzue consideran que esta campaña fue contra los cantabros y los vascones y que estos últimos fueron expulsados de Amaya; mientras que Torres Rodríguez afirma que eran suevos. Sin embargo, las fuentes que tratan esa época, fundamentalmente la vida de san Emiliano, escrita por San Braulio de Zaragoza, rechazan esta interpretación, afirmando que los verdaderos gobernantes de esa zona eran terratenientes hispanoromanos deseosos de crear una estructura política independiente en la zona.
Al año siguiente, el 575, el ejercito visigodo penetro en las montañas de Orense, zona limítrofe con el reino suevo, y se apodero de un príncipe llamado Aspidio junto con su esposa e hijos, apoderándose de la región. En el 576 le toco el turno al propio reino suevo.
Dos años antes, el monarca del mismo, Mirón, aterrado por las campañas de Leovigildo, había enviado una embajada al gran enemigo de los visigodos, Gotran de Borgoña. Sin embargo, no pudo llegar a su destino, pues Chilperico les intercepto. Es muy posible que al enterarse de lo ocurrido el monarca visigodo decidiese castigar a los suevos. Porque, como dice Torres Rodríguez:
“Leovigildo debió de ser unos cinco o seis años mas viejo que Mirón: de suerte que le supero en edad, y sobre todo en talla polotica y guerrera”
Pero esto no fue posible por el momento. Según el citado historiador gallego, la causafundamental fue:
“la resistencia que debieron de ofrecer en esta acción los suevos y gallegos, hermanados en idéntica fe católica, aumentada con la guerra o guerrillas de montaña, difícil para la caballería goda”
Pero es mas probable que fuese la situación en el sudeste de Hispania la que obligo a Leovigildo a aceptar la oferta de paz de Mirón, dejando el castigo de los suevos para mejor ocasión.
En los años siguientes, y temiendo un nuevo ataque visigodo, el rey suevo intento debilitar la monarquía toledana. La ocasión se le presento cuando estallo la rebelión de San Hermenegildo, de la que luego hablaremos. Mirón, no solo apoyo al hijo católico de Leovigildo, sino que envió embajadores a Gotran de Borgoña y al emperador Mauricio para unirlos en una gran coalición contra el monarca visigodo.
Sin embargo sus proyectos no fructificaron, y a la hora de la verdad fue el único apoyo para el rebelde. No obstante, no dudo en cumplir sus compromisos, trasladando un ejercito a Sevilla en el año 583 con objetivo de combatir al lado de Hermenegildo. Pero sus fuerzas fueron cercadas por los visigodos y Mirón obligado a firmar un duro tratado de paz que fue acompañado de una promesa de permanecer fiel y leal a la monarca visigodo. Esto le permitió salvar su ejercito y regresar a Galicia. Poco después, el joven rey, murió. Según Gregorio de Tours, victima de las aguas infectas y de los aires nocivos de la España meridional. Torres Rodríguez nos ha dejado, por su parte, un relato mas poético de las causas que provocaron el fallecimiento de este monarca.
“Había sido cobarde ante la mirada escrutadora y terrible de Leovigildo; había traicionado sus ideales, aunque fuera a precio de salvar su vida y la de sus soldados. Cobardía y traición eran crímenes imperdonables que roerían su conciencia de germano y de caballero; por ello fue presa del desaliento y desconsuelo al considerarse fracasado”
La muerte de Mirón significo el principio del fin de la monarquía sueva. Su sucesor, Eurico o Eborico, era un joven de carácter apocado, tal vez demasiado niño, que siguiendo las recomendaciones de su padre moribundo, o quizá de sus consejeros, opto por seguir una política de sumisión a Leovigildo. El monarca visigodo le exigió un juramento de fidelidad y a continuación le hizo entrega simbólica del reino. Esto puede indicar que ya en esta época el reino suevo era una especie de feudo de los visigodos. Esta afirmación de Torres Rodríguez, teniendo en cuenta la época histórica, hay que aceptarla con cuidado.
Esta política de sumisión a Leovigildo provoco una reacción muy temprana entre la nobleza del reino bajo la dirección de Audeca o Andeca, un noble suevo prometido o esposo de la hermana del joven rey.. los rebeldes reunieron un ejercito que se enfrento a las tropas reales, derrotándolas completamente en el año 585. Audeca ordeno que Eurico fuera torturado y, por tanto, reducido a la condición de clérigo. Poco después le nombro presbítero, a la vez que se desposaba con su madre Siseguta, viuda de Mirón.
Leovigildo estaba entonces ocupado con la sublevación de su hijo Hermenegildo. Sin embargo, las noticias que provenían del noroeste de la Península debieron preocuparle bastante, pues decidió enviar una expedición contra Audeca.
Esta expedición, que habría de conquistar el reino, se desarrollo en menos de un año.
El ejercito visigodo opto por seguir la vía costera occidental, pues la ruta montañosa que había tomado en la operación del 576 era demasiado difícil. Según Torres Rodríguez, la ruta fue Evora, Beja, Lisboa, Santarém, y Coimbra. Desde esta ciudad cruzo el Duero y se apodero rápidamente de Oporto. Sin detenerse, pues la sorpresa era su mejor arma, tomo Braga. Allí apreso a Audeca y se apodero del tesoro de los suevos. La reacción del monarca visigodo fue igual que la que este había tenido con su antecesor en el trono: Audeca fue tonsurado, ordenado presbitero, y recluido en el monasterio de Beja.
La toma de la capital y la prisión del monarca suevo supusieron el final de este reino, pues la nobleza se rindió en masa a Leovigildo. San Isidoro escribe: “Destruido el reino suevo, paso al poder de los visigodos”. Por su parte, Juan de Biclaro afirma que “El rey Leovigildo devasta Galicia, desposee el reino al rey Audeca apresado y somete a su poder el pueblo, el tesoro y patria de los suevos, y hace provincia de los godos”. Sin embargo, salvo lo que hemos apuntado con anterioridad, carecemos de datos precisos sobre el desarrollo de la campaña. No sabemos nada de la composición de los ejércitos contendientes ni de los principales combates, teniéndonos que conformar con la afirmación de Juan de Biclaro de que la campaña del monarca godo había sido rápida y devastadora.
Al enterarse de la caída del reino suevo, el gran enemigo de los godos, Gotram de Borgoña, decidió enviar una flota en su ayuda. Según Gregorio de Tours, las naves fueron interceptadas y apresadas por la armada de Leovigildo. Es muy posible que aunque estas naves no pudieran cumplir su misión, los agentes de Gontran fueran en parte responsables de la sublevación del noble suevo Amalarico. Pero esta acción estaba condenada al fracaso desde su mismo comienzo; pues el ejercito visigodo, que controlaba los pasos pirenaicos, y la armada, que hacia lo propio con las costas atlánticas de Hispania, impedían cualquier posibilidad de ayuda exterior a los rebeldes. Y sin esta ayuda no podían soñar con el triunfo. No obstante, los generales de Leovigildo no se confiaron, y actuando con rapidez, sofocaron la revuelta, tomaron prisionero a Amalarico y se lo entregaron a Leovigildo encadenado.
Con este ultimo y frustrado intento de solevación, termina la historia del reino de los suevos en Hispania. A partir de este momento, pasa a ser la sexta provincia del reino godo.
Sin embargo, esta situación llego a su fin cuando los visigodos se empeñaron en conseguir el dominio completo de Hispania, coyuntura en la que hay que enmarcar el final del reino suevo.
En el 573, Leovigildo, tras haber combatido duramente a los bizantinos en el sudeste de Hispania, decidió enviar a sus ejércitos al norte. Ese mismo año conquisto la región de Sabaria, devastando las tierras de sappi. Thompson y Orlamdis piensan que se trataba de un reino semiindependiente de Asturias.
En el 574 le toco el turno a Cantabria, una región situada entre las tierras de Santander y Burgos, según Ordalis. El rey godo extermino a todo senado de Cantabria, uno de cuyos componentes se llamaba Abundantius, un nombre romano, y conquisto Amaya. Historiadores nacionalistas vascos como Orella Unzue consideran que esta campaña fue contra los cantabros y los vascones y que estos últimos fueron expulsados de Amaya; mientras que Torres Rodríguez afirma que eran suevos. Sin embargo, las fuentes que tratan esa época, fundamentalmente la vida de san Emiliano, escrita por San Braulio de Zaragoza, rechazan esta interpretación, afirmando que los verdaderos gobernantes de esa zona eran terratenientes hispanoromanos deseosos de crear una estructura política independiente en la zona.
Al año siguiente, el 575, el ejercito visigodo penetro en las montañas de Orense, zona limítrofe con el reino suevo, y se apodero de un príncipe llamado Aspidio junto con su esposa e hijos, apoderándose de la región. En el 576 le toco el turno al propio reino suevo.
Dos años antes, el monarca del mismo, Mirón, aterrado por las campañas de Leovigildo, había enviado una embajada al gran enemigo de los visigodos, Gotran de Borgoña. Sin embargo, no pudo llegar a su destino, pues Chilperico les intercepto. Es muy posible que al enterarse de lo ocurrido el monarca visigodo decidiese castigar a los suevos. Porque, como dice Torres Rodríguez:
“Leovigildo debió de ser unos cinco o seis años mas viejo que Mirón: de suerte que le supero en edad, y sobre todo en talla polotica y guerrera”
Pero esto no fue posible por el momento. Según el citado historiador gallego, la causafundamental fue:
“la resistencia que debieron de ofrecer en esta acción los suevos y gallegos, hermanados en idéntica fe católica, aumentada con la guerra o guerrillas de montaña, difícil para la caballería goda”
Pero es mas probable que fuese la situación en el sudeste de Hispania la que obligo a Leovigildo a aceptar la oferta de paz de Mirón, dejando el castigo de los suevos para mejor ocasión.
En los años siguientes, y temiendo un nuevo ataque visigodo, el rey suevo intento debilitar la monarquía toledana. La ocasión se le presento cuando estallo la rebelión de San Hermenegildo, de la que luego hablaremos. Mirón, no solo apoyo al hijo católico de Leovigildo, sino que envió embajadores a Gotran de Borgoña y al emperador Mauricio para unirlos en una gran coalición contra el monarca visigodo.
Sin embargo sus proyectos no fructificaron, y a la hora de la verdad fue el único apoyo para el rebelde. No obstante, no dudo en cumplir sus compromisos, trasladando un ejercito a Sevilla en el año 583 con objetivo de combatir al lado de Hermenegildo. Pero sus fuerzas fueron cercadas por los visigodos y Mirón obligado a firmar un duro tratado de paz que fue acompañado de una promesa de permanecer fiel y leal a la monarca visigodo. Esto le permitió salvar su ejercito y regresar a Galicia. Poco después, el joven rey, murió. Según Gregorio de Tours, victima de las aguas infectas y de los aires nocivos de la España meridional. Torres Rodríguez nos ha dejado, por su parte, un relato mas poético de las causas que provocaron el fallecimiento de este monarca.
“Había sido cobarde ante la mirada escrutadora y terrible de Leovigildo; había traicionado sus ideales, aunque fuera a precio de salvar su vida y la de sus soldados. Cobardía y traición eran crímenes imperdonables que roerían su conciencia de germano y de caballero; por ello fue presa del desaliento y desconsuelo al considerarse fracasado”
La muerte de Mirón significo el principio del fin de la monarquía sueva. Su sucesor, Eurico o Eborico, era un joven de carácter apocado, tal vez demasiado niño, que siguiendo las recomendaciones de su padre moribundo, o quizá de sus consejeros, opto por seguir una política de sumisión a Leovigildo. El monarca visigodo le exigió un juramento de fidelidad y a continuación le hizo entrega simbólica del reino. Esto puede indicar que ya en esta época el reino suevo era una especie de feudo de los visigodos. Esta afirmación de Torres Rodríguez, teniendo en cuenta la época histórica, hay que aceptarla con cuidado.
Esta política de sumisión a Leovigildo provoco una reacción muy temprana entre la nobleza del reino bajo la dirección de Audeca o Andeca, un noble suevo prometido o esposo de la hermana del joven rey.. los rebeldes reunieron un ejercito que se enfrento a las tropas reales, derrotándolas completamente en el año 585. Audeca ordeno que Eurico fuera torturado y, por tanto, reducido a la condición de clérigo. Poco después le nombro presbítero, a la vez que se desposaba con su madre Siseguta, viuda de Mirón.
Leovigildo estaba entonces ocupado con la sublevación de su hijo Hermenegildo. Sin embargo, las noticias que provenían del noroeste de la Península debieron preocuparle bastante, pues decidió enviar una expedición contra Audeca.
Esta expedición, que habría de conquistar el reino, se desarrollo en menos de un año.
El ejercito visigodo opto por seguir la vía costera occidental, pues la ruta montañosa que había tomado en la operación del 576 era demasiado difícil. Según Torres Rodríguez, la ruta fue Evora, Beja, Lisboa, Santarém, y Coimbra. Desde esta ciudad cruzo el Duero y se apodero rápidamente de Oporto. Sin detenerse, pues la sorpresa era su mejor arma, tomo Braga. Allí apreso a Audeca y se apodero del tesoro de los suevos. La reacción del monarca visigodo fue igual que la que este había tenido con su antecesor en el trono: Audeca fue tonsurado, ordenado presbitero, y recluido en el monasterio de Beja.
La toma de la capital y la prisión del monarca suevo supusieron el final de este reino, pues la nobleza se rindió en masa a Leovigildo. San Isidoro escribe: “Destruido el reino suevo, paso al poder de los visigodos”. Por su parte, Juan de Biclaro afirma que “El rey Leovigildo devasta Galicia, desposee el reino al rey Audeca apresado y somete a su poder el pueblo, el tesoro y patria de los suevos, y hace provincia de los godos”. Sin embargo, salvo lo que hemos apuntado con anterioridad, carecemos de datos precisos sobre el desarrollo de la campaña. No sabemos nada de la composición de los ejércitos contendientes ni de los principales combates, teniéndonos que conformar con la afirmación de Juan de Biclaro de que la campaña del monarca godo había sido rápida y devastadora.
Al enterarse de la caída del reino suevo, el gran enemigo de los godos, Gotram de Borgoña, decidió enviar una flota en su ayuda. Según Gregorio de Tours, las naves fueron interceptadas y apresadas por la armada de Leovigildo. Es muy posible que aunque estas naves no pudieran cumplir su misión, los agentes de Gontran fueran en parte responsables de la sublevación del noble suevo Amalarico. Pero esta acción estaba condenada al fracaso desde su mismo comienzo; pues el ejercito visigodo, que controlaba los pasos pirenaicos, y la armada, que hacia lo propio con las costas atlánticas de Hispania, impedían cualquier posibilidad de ayuda exterior a los rebeldes. Y sin esta ayuda no podían soñar con el triunfo. No obstante, los generales de Leovigildo no se confiaron, y actuando con rapidez, sofocaron la revuelta, tomaron prisionero a Amalarico y se lo entregaron a Leovigildo encadenado.
Con este ultimo y frustrado intento de solevación, termina la historia del reino de los suevos en Hispania. A partir de este momento, pasa a ser la sexta provincia del reino godo.
Roberto Muñoz - El ejército visigodo desde sus orígenes a la batalla de Guadalete
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