Vismaro (s. III a.C.). Rey de la antigua tribu prerromana de los arévacos (siglo III a.C.). Según los autores clásicos los arévacos eran la tribu principal de los celtíberos, concretamente de los celtíberos ulteriores, es decir, los más alejados de Roma. Para Plinio su nombre derivaba del río Areva. Bosch Gimpera cree que el término de are-vaccei significaba vacceos del este, con lo que resaltaba, además de los vínculos de proximidad territorial, otros de parentesco entre las dos tribus. Para Schulten el término tiene un claro origen céltico, demostrado por la partícula -are (oriental) y la terminación en -acus, muy usual entre los pueblos celtas. Los arévacos se asentaban en la región del alto Duero y las comarcas de Atienza y Sigüenza en dirección a Hita. Fueron ciudades arévacas, entre otras, Numantia, Segontia (Sigüenza), Uxama (Osma) y Termantia (Termes). El carácter íbero de aquella tribu se plasmó en la táctica militar usada de defensa desde el interior de sus oppida. El componente céltico se reconoce en el nombre de sus caudillos y algunas de sus ciudades. Las obras de los autores clásicos han descrito con todo detalle la organización gentilicia en la que se basaba la estructura social de los arévacos. Los historiadores romanos, a falta de una palabra propia, usaron los términos genéricos de gentes, populi, gene o ethe para describirlo. Era un grupo muy jerarquizado en el cual la aristocracia gentilicia actuaba como grupo dominante del resto en todos los aspectos. Su poder y prestigio estaba basado en las riquezas acumuladas, así como en la posesión de grandes rebaños de ganado, la principal fuente de riqueza entre los arévacos. Como en otras regiones peninsulares, entre los arévacos se encontraban también poderosas comitivas o clientelas armadas que rodeaban a aquellos miembros de las aristocracias, que pasaban a ser miembros imprescindibles para el resto del grupo debido a su potencial económico y militar.
Tal fue el caso de Vismaro, que más que rey de los arévacos, o princeps como lo describió Livio, debe denominársele régulo o caudillo militar. En principio era la asamblea y el consejo de ancianos de la ciudad elegían por su mayor valía a un jefe militar, que era el encargado de la defensa durante un período determinado y que solía ser un año. Según algunos autores, el nombre de Vismaro no corresponde al territorio de los arévacos, por lo que posiblemente emigrado de otra región de la Meseta, llegó a convertirse en régulo de alguna ciudad de los arévacos. Vismaro mostró siempre una especial rudeza contra todo pueblo invasor, aunque protagonizó una alianza defensiva, junto a otro régulo arévaco llamado Moeniacoeptus, con el cartaginés Aníbal, en la cual llevó a participar a su pueblo en las luchas contra Roma. Su participación en aquellas campañas respondió, más que a componentes políticos, al deseo de obtener botín mediante al asalto y las rapiñas de otros territorios más ricos que el suyo. Al ser vencido por los romanos, Vismaro huyó dejando tras de sí un típico botín céltico compuesto de torques de oro, brazaletes y monedas.
Tal fue el caso de Vismaro, que más que rey de los arévacos, o princeps como lo describió Livio, debe denominársele régulo o caudillo militar. En principio era la asamblea y el consejo de ancianos de la ciudad elegían por su mayor valía a un jefe militar, que era el encargado de la defensa durante un período determinado y que solía ser un año. Según algunos autores, el nombre de Vismaro no corresponde al territorio de los arévacos, por lo que posiblemente emigrado de otra región de la Meseta, llegó a convertirse en régulo de alguna ciudad de los arévacos. Vismaro mostró siempre una especial rudeza contra todo pueblo invasor, aunque protagonizó una alianza defensiva, junto a otro régulo arévaco llamado Moeniacoeptus, con el cartaginés Aníbal, en la cual llevó a participar a su pueblo en las luchas contra Roma. Su participación en aquellas campañas respondió, más que a componentes políticos, al deseo de obtener botín mediante al asalto y las rapiñas de otros territorios más ricos que el suyo. Al ser vencido por los romanos, Vismaro huyó dejando tras de sí un típico botín céltico compuesto de torques de oro, brazaletes y monedas.
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