jueves, 29 de abril de 2010

La noche de Beltaine. Noche 30 al 1 de Mayo

La noche de Beltaine, la noche consagrada al dios del fuego Belenos. Una fiesta que se celebro a lo largo de toda la Europa celta con distintos nombres y rituales. Posiblemente en Iberia se la conociera como la noche de Belenios. Y de su culto ancestral tenemos hoy numerosas muestras en nuestras tradiciones populares, como pueden ser los famosos árboles de Mayo. tradición popular por ejemplo en determinadas zonas de Castilla León, o quizás la menos popular tradición de la quema de “monigotes” el 1 de Mayo, también presente en numerosos pueblos de las zonas sobre todo de las Castillas y Asturias. Figuras estas que bajo la nueva forma de algún personaje indeseable sacado de las mitologías del pueblo, ladrones, violadores o asesinos que nadie recuerda, pero que todos conocen como tradición popular, y que en tiempos remotos sembró el terror en la localidad. Figura, representada ahora por un monigote, que se quema en publico en la plaza el día del 1 de Mayo. Tradición esta que oculta realmente reminiscencias de ese viejo culto ancestral celta de la quema del hombre de mimbre. Bajo cuyo simbolismo se ocultaba el comienzo y la quema de las cosas malas ya pasadas. La purificación, una ofrenda a los dioses del fuego. Y naturalmente que mejor sacrificio a los dioses del fuego que una ofrenda bajo las llamas. dependiendo de cómo hubiera pasado el año, así de importante tendría que ser el sacrificio. Por que sabemos que esos hombres de mimbre, en su interior huecos, albergaban las ofrendas de los celtas. Normalmente frutas, cereales y partes de las cosechas ya recogidas.
Pero si la cosa había sido mala, si el invierno y los dioses no habían favorecido al clan. Se metían animales domésticos, tales como cabras, ovejas o gallinas. Y mas aun... si la cosa había sido realmente mala, y si eran ya varios años en los que el pueblo o el castro había sido olvidado por los dioses. Había de superarse con la mayor de las ofrendas posibles el olvido de sus deidades, y que mejor para esto que un sacrificio humano. Normalmente prisioneros de guerra que eran introducidos en el interior del gigantesco hombre de mimbre, que ardía bajo las plegarias y los cantos de los lugareños. En las colinas, acantilados o valles de la geografía de la arcaica Europa, o de la ancestral Iberia celta. Aun cuando realmente no esta demostrado de que en la vieja y arcana Hispania, se realizara el ritual del hombre de mimbre. Si que es muy posible que bajo alguna otra forma ritual del fuego, los antepasados celtas de Iberia, buscaran lo mismo.
El nombre de Beltaine significa “fuego de Bel” o “bello Fuego”. Otro de los rituales de esta noche era el de encender hogueras y pasar al ganado por entre las mismas, o que los guerreros saltaran por encima del fuego con el fin de purificarse para la temporada que comienza. Esto si esta testificado en nuestra tierra, incluso hoy en día, tradiciones que pasan por populares, tienen su origen en la fiesta del fuego de Bel. Todos recordaremos por ejemplo, los caminantes de brasas en Soria. Una muestra antigua mediante la cual, los guerreros purificaban su alma, a la par que demostraban su hombría.
Beltaine, no es una tradición única de los pueblo celtas. Otra de las raíces de tan singular noche hay que buscarla en las fiestas griegas dedicadas al dios Apolo, que se celebraban en el solsticio de verano encendiendo grandes hogueras de carácter purificador. Los romanos, por su parte, dedicaron a la diosa de la guerra Minerva unas fiestas con fuegos y tenían la costumbre de saltar tres veces sobre las llamas. Ya entonces se atribuían propiedades medicinales a la hierbas recogidas en aquellos días.
El Día de Mayo -May Day- está en el punto medio entre el equinoccio de primavera y el solsticio de verano e inicia el quinto mes del calendario moderno. Este mes es nombrado así en honor de Maia, originalmente una ninfa griega de las montañas, que después se identifica con la más hermosa de las Pléyades, o Siete Hermanas, quien es madre de Hermes, el dios de la magia hijo de Zeus. Ahora la Diosa representa a la tierra y el Joven Dios le expresa su amor.
Viendo la importancia que tenia no solo la fiesta de Beltaine bajo sus distintas formas, si no lo que en si representaba, que no era mas que la fertilidad de la tierra en si. Los católicos en la edad media no dudaron en satanizar dicha fiesta y determinadas tradiciones de la misma, al considerarlas inmorales y atroces. Y así fue que durante ese periodo oscuro se cambio la fiesta de las cosechas del mes de la Ninfa Maia, y del dios del Fuego Belenos, por el de la Santa Cruz, que es el nombre impuesto por la iglesia medieval para atraer a la gente hacia el crucifijo y alejarlos del Palo De Mayo (el lingham pagano, que es símbolo de la vida), y que representa la sexualidad masculina.
Por supuesto en la noche de Beltaine podemos apreciar como en casi todas las tradiciones Europeas, dos factores fácilmente diferenciables de entre una multitud de influencias. Por un lado las influencias traídas por los pueblos indoeuropeos (patriarcales) y por otro lado las tradiciones matriarcales de los nativos pre indoeuropeos de Europa. Esta fusión que en mayor o menor medida tuvo lugar en todo el viejo continente, deja patente la muestra de su fusión en los distintos rituales y tradiciones, que alternan caracteres propios de los pueblos indoeuropeos, con tradiciones típicas de los pueblos pre indoeuropeos y animistas.
Hoy en día donde el paganismo cobra mas y mas presencia en el carácter diferencial de los Europeos. existe un movimiento muy fuerte para reinstaurar los viejos rituales que manifiesta una necesidad de pertenencia a una tradición ancestral. En Escocia, por ejemplo, la Sociedad del Fuego de Beltaine lleva a cabo cada noche del 30 de abril, el ritual del Fuego Sagrado en la colina de Carlton, en Edimburgo, desde 1980, con una asistencia de unas 150 personas que recuperan su orgullo celta y por lo tanto su paganismo espiritual.
Según el investigador pagano Mike Nichols, debido a los cambios calendáricos, se puede decir que la fecha tradicional no es la misma que la fecha astrológica, ya que, como toda fecha determinada astronómicamente, puede variar uno o dos días dependiendo del año. se puede calcular en base a el día en que el sol está a 15 grados de Tauro, lo que significa que Beltaine puede ser celebrado desde la noche del 30 hasta el 5 de mayo... Esta fecha es considerada un Punto de poder en el Zodiaco, siendo su símbolo el Toro, una de las figuras tetramorfas representadas las cartas de El Mundo y La Rueda de la Fortuna del Tarot y que los astrólogos reconocen como los cuatro signos fijos, Tauro, Leo, Escorpión y Acuario, que curiosamente se alinean con los cuatro Grandes Sabbats o Festivales Ígneos. Y también es el Toro uno de los animales totémicos de los pueblos ancestrales. Adorado desde la Mesopotámica hasta la Iberia. Símbolo de fuerza y de fertilidad. Por lo cual no es de extrañar que sea esta, la noche de Beltaine un tiempo relacionado con la fertilidad de la tierra. A la vez que un tiempo donde el toro, el viejo Uro que vivió en las llanuras de la celtiberia, regresa como animal totémico de fuerza y poder para nuestros pueblos.
A. Del Olmo - Frente Celtibero Pagano - 2006

Ciutadilla se prepara para la edad media

Como todos los años en Cataluña, la corona de Aragón, se celebra el festival medieval de Ciutadilla. Festival que reúne a recreacionistas de toda España entre los siglos XI al XIII. Algunos de nosotros acudiremos a la batalla y campamento, como representantes del condado de Castilla siglo X - XI. Cosa que ya hicimos el año pasado. Es una buena forma de revivir nuestra historia. Ahí os dejamos el video que un compañero hizo, sobre el pasado encuentro medieval de Ciutadilla 2009.

miércoles, 28 de abril de 2010

Fabricando un hacha de combate una mano

El hacha es sin ninguna duda un arma menos glamorosa que la espada, mas vinculada a la nobleza pudiente desde sus orígenes. Pero muchísimo mas brutal a la hora de combatir. Para empezar, concentra toda la potencia del golpe en un punto concreto, lo que ya de por si la hace ser un arma de temer. Igualmente la facilidad de fabricarla, hizo de este arma, una defensa de los campesinos y pobres muy eficaz en la lucha durante la edad media.
Romanos, y griegos no utilizaron de forma constante las hachas, mas que para cuestiones puntuales y en algunos casos relacionadas con el simbolismo religioso. Su irrupción en Europa, llega grosso modo, con las invasiones germánicas. Pueblos estos, que quizás por un atraso cultural muy acentuado, si lo comparamos con la Europa Mediterránea de la época. Encontraron en el hacha el arma perfecta, económica y salvaje para sus incursiones. Dejando como ya hemos dicho, las espadas (mucho mas caras), para nobles y caudillos militares. Podríamos decir en consecuencia, que la espada era un arma de nobles, y el hacha un arma de pobres.
A continuación, vamos a describir una forma sencilla de crear un hacha de combate a una mano, muy usadas hasta finales del siglo XI y principios del XII.
Como es natural, lo indispensable para este caso, es tener una cabeza de hacha de la época. Es fácil encontrar piezas sueltas en diferentes tiendas de internet, especializadas en armas de combare “battle ready”. Nuestro consejo es que no os dejéis impresionar por el tamaño. Buscar principalmente un arma cómoda, de poco peso, y de fácil manejo. El daño será igualmente considerable sea nuestro arma grande o pequeña. Con la diferencia notable, de que cuanto mas pesada sea el arma, mas nos costara utilizarla, mas nos cansaremos, mas limitaremos nuestro movimiento, y mas nos costara defender y atacar en una batalla o combate de larga duración.
Una vez comprendido esto, y habiendo elegido una cabeza para nuestro arma adecuada a nuestra movilidad y fuerza. Solo nos queda encontrar un palo que se adapte igualmente a nuestras posibilidades y deseos de combate.
Hemos de tener en cuenta que un hacha con un palo demasiado corto, nos obliga a acercarnos mas al enemigo en un combate cuerpo a cuerpo. En ese momento, el arma corta es mas eficaz que el arma larga. Pero únicamente en formación y combate de grupo. Los celtas por ejemplo, fueron inutilizados por los romanos, cuanto estos combatían en formación. Dado que sus espadas largas no tenían movilidad al luchar cientos de hombres agrupados. Por el contrario los gladius romanos, mas cortos, eran de fácil manejo acuchillando entre sus escudos.
Nuestra recomendación es que busquéis un tamaño medio (dependiendo de vuestra altura). Capaz de manteneros a distancia del enemigo, a la vez que poder luchar y golpear en la proximidad sin demasiado peligro ni incomodidad. Un tamaño medio para nuestras hachas, pueden ser de 83 cm a 90 cm. Podéis comprar un listón de madera redondeado en cualquier tienda de maderas de vuestra zona.
Una vez tenéis el palo y la cabeza, únicamente tenéis que acoplarla. Hay dos opciones. O bien compráis un palo de tipo (baseball). Es decir, mas estrecho por abajo que por arriba. Para impedir que la cabeza del hacha salga despedida. O bien utilizáis cuñas para ensanchar la madera, e impedir igualmente que la cabeza del arma salga despedida. Una vez comprendido esto, solo nos queda encajar la cabeza del hacha a martillazos. Cuanto mas nos cueste, mejor.
Con el arma ya introducida y asegurada, procederemos a asegurarla mucho mas. Clavar clavos de una ferretería seria útil para un arma actual, pero no es histórico. Por tanto recomendamos abrir la parte superior del stick de madera con una sierra. E introducir una cuña de madera igualmente, obligando así a ensancharse la parte superior del palo. Lo que impedirá que la cabeza de nuestro arma salga proyectada en un combate.
Con la cabeza del hacha ya bien asegurada, procederemos a proteger el palo. Es frecuente que un golpe en el escudo contrario de canto, pueda romper nuestro arma. Lanzando el fragmento de esta contra la cara de nuestro enemigo. Esto puede ocasionar grabes heridas. Por tanto, es necesario proteger la parte superior del arma con algún material que evite que la madera pueda quebrarse. Una pieza de cuero cosida con hilo encerado, o bien una cuerda de esparto, nos servirá. De esta forma protegeremos la parte superior de nuestro arma de los cortes de las espadas, y de los posibles golpes contra el escudo enemigo. Evitando si llegara el caso, que el palo se fragmentara y perdiéramos el arma por completo.
Como podéis ver, el hacha es un arma bastante fácil de fabricar. Y el cual nos servirá para tener un arma mas o menos histórica usada con diferentes modelos de cabeza, en la casi totalidad de la edad media europea hasta el siglo XII. Donde las armaduras de los caballeros, obligaron al diseño de nuevas armas de ataque.

Los pueblos de occidente: Vetones y Lusitanos. Part II

Por ello, en estos elementos es posible ver la huella de las gentes que han celtizado fuertemente todo el Suroeste peninsular, modificando sustancialmente las etnias preexistentes pero sin llegar a absorberlas, seguramente por tratarse de grupos de guerreros más interesados en imponer su autoridad --y con ello las formas de vida anejas, especialmente en las áreas pastoriles y mineras, por las que sentían especial atraciión-- que en transformar o sustituir las culturas preexistentes, como hubiera ocurrido de tratarse de grandes movimientos étnicos. Este sistema explica la mayor celtización en unos elementos culturales que en otros, siendo muy significativa en el campo onomástico y religioso, donde resulta muy dominante. Es interesante señalar la observación de Plinio III de que los celtas de estos territorios procedían de Lusitania con su religión, lengua y nombres de poblaciones (celticos a celticis ex Lusitania advenisse manifestum est sacris, lingua, oppidorum vocabulis). Aunque esta frase de Plinio se refiere a la Bética, puede ampliarse a lusitanos y vetones y explica por qué las culturas de Cogotas II y la peor conocida de los castros lusitanos, que se extiende más al oeste, aparecen profundamente celtizadas.
Este aspecto no debe encubrir la natural gradación y evolución de la cultura material. A partir del siglo V, en las cuencas del Guadiana y del Tajo se documenta la aparición de grandes castros con torres muy bien construidas de origen turdetano, que hacia el siglo IV han debido de influir en los castros caracterísiticos del sistema Central y la Meseta Norte, donde su pleno desarrollo parece más tardío, como confirma el castro de Candeleda (Ávila). Paralelamente debieron de ir penetrando las esculturas de los verracos y el torno. Éste se documenta en el siglo VI a.C. en el Guadiana, pero sólo a mediados del IV en puntos más alejados del sistema Central y aún más tarde en la Meseta Norte. Por ello cabe suponer que los grandes núcleos debieron de ser tardíos al norte del Tajo, pues el de El Raso, el mejor conocido, no parece remontarse más allá del siglo II a.C., lo que coincide con las numerosas referencias existentes sobre la escasa civilización de estas gentes y explica la pervivencia también en la agrupación en núcleos de sus necrópolis.
Al margen de la visión parcial dada por Roma, se conocen hechos muy significativos que evidencian la tradición guerrera de estos pueblos, famosos como jinetes, que fueron quienes más dificultad opusieron a la conquista romana, junto a los celtíberos, con los que compartían muchas de estas características, no sólo por un ambiente sociocultural semejante sino a consecuencia de su celtización. Entre estas costumbres está la de que los jóvenes lusitanos se reunían e iban a luchar lejos de sus tribus, hecho interpretado a menudo desde la antigüedad como simple bandidaje, pero que más parece tratarse de una tradición sociorreligiosa o rito de iniciación guerrera característico de ese tipo de sociedades. Se sabe también de expediciones mixtas de celtas y turdetanos, que acabaron instalándose entre los galaicos, y son numerosas las referencias a expediciones de saqueo de lusitanos y vetones por la Carpetania y la Bética, lo que prueba que estas gentes, al llegar la conquista romana, estaban en proceso de expansión, o más bien ofrecían la inestabilidad característica de sociedades de estructura socioeconómica guerrera en las que las racias eran una forma de vida.
Su religión aparece fuertemente celtizada en algunos aspectos. Las divinidades, entre las que destacan Endovélico y Ataecina, resultan poco antropomorfizadas. La mayoría corresponden a elementos naturales, especialmente rocas y aguas, o a divinidades protectoras muy indefinidas como Bandua, Cosu, Navia, Reue, Tongo, etc., probablemente de tradición indoeuropeo precéltica. Conservaban, asimismo, un antiguo rito indoeuropeo, documentado en la inscripción de Cabeço das Fraguas (Guarda, Portugal), consistente en el sacrificio de un cerdo, una oveja y un toro. También tenían ritos sangrientos, como sacrificios humanos y la amputación de la mano a los prisioneros. Los lugares de culto eran naturales, normalmente rocas con cazoletas, destacando la del castro de Ulaca (Ávila). Característicos de los vetones son los verracos, esculturas de toros y cerdos de función originariamente funeraria, pero probablemente asociada a un carácter apotropaico de defensa del ganado y de los lugares de pasto, totalmente lógico dado su ambiente socioeconómico.
Respecto a su lengua, la onomástica de los vetones y lusitanos parece ser bastante semejante, aunque algunos nombres como Boutius sean vetones y otros vomo Viriatus lusitanos. También aparecen nombres como Reburrus y Vironus, propios a los astures y cántabros, y otros son comunes al sur de la Gallaecia, lo que prueba complejas interrelaciones entre estas tierras. Finalmente, hay que destacar el elevado número de Ambatus y Celtius, que confirma la celtización señalada. Pero el uso de Ambatus y las gentilidades son frecuentes en Vetonia y excepcionales en Lusitania, mientras que de ésta es característico el nombre Celtius, lo que parece indicar una menor celtización, al menos de la organización social, de los lusitanos.
En Lusitania se conservan varias inscripciones en escritura latina con una lengua indoeuropeo precéltica que conserva la P inicial y otros elementos perdidos en céltico. Esta lengua podría rastrearse por el sur de Galicia y, junto a la onomástica, confirmaría un claro sustrato precéltico conservado en estas poblaciones occidentales que parece advertirse también en su cultura material y en su religión. Ello ayudaría a comprender algunos significativos elementos comunes existentes entre los pueblos del Oeste y el Norte peninsular, así como también con el sustrato indoeuropeo precéltico de la Meseta, que debió conservarse mejor en esas apartadas tierras, dada su más tardía e incompleta celtización.
Protohistoria de la Península Ibérica
por Martín Almagro, Oswaldo Arteaga, Michael Blech, Diego Ruiz Mata y Hermanfrid Schubart

Los pueblos de occidente: Vetones y Lusitanos. Part I

Las regiones silíceas situadas al occidente de las llanuras sedimentarias de la Meseta eran habitadas por diversos pueblos, entre los que se debe considerar a vetones y lusitanos, aunque con ciertos aspectos cabría incluir como afines a galaicos y astures. Su personalidad cultural es herencia de la que presentan estas tierras ya en el Bronce atlántico, a la que se añaden influjos mediterráneos, que penetraron muy pronto por la «vía de la Plata», y una creciente celtización, particularmente intensa en época tardía.
Los vetones vivían a caballo del sistema Central desde el Duero por el norte hasta las sierras de Guadalupe por el sur, presentando, según los autores clásicos, límites contradictorios, que probablemente correspondan a variaciones temporales. Esta imprecisión se puede colmar con ayuda de la arqueología, gracias a la dispersión de las características esculturas zoomorfas conocidas como «verracos», que a veces se han utilizado para designar su cultura. Sus límites con los vacceos por el nordeste incluían las provincias de Salamanca y la sierra de Ávila, llegando al Duero por Zamora, aunque Livio cita a Salmantica (Salamanca) como vaccea y, por el noroeste, penetrarían en Trás-os-Montes, donde limitarían con los carpetanos hasta llegar por el sur hasta el Guadiana, ocupando las tierras occidentales de la actual provincia de Toledo a partir de la Sierra de San Vicente, hasta que, ya en la cuenca del Guadiana, limitarían con los oretanos, que ocupaban la zona de Almadén. Más difícil es trazar sus límites occidentales, pero debieron extenderse por la parte oriental de la provincia de Cáceres hasta la penillanura cacereña, extendiéndose a continuación los lusitanos, con los que debieron tener una fuerte afinidad.
Los lusitanos eran vecinos de los vetones, con los que limitaban por el este, y llegaban hasta el Atlántico, con su núcleo principal hacia la Serra da Estrela. Por el norte, los pueblos galaicos se extendían más allá del Duero, y al sur, probablemente a partir del Guadiana, habitarían ya los túrdulos o turdetanos por el sur de Portugal y Sierra Morena. Por estas zonas la presencia de gentes celtas fue en aumento hasta llegar a representar un elemento étnico específico en algunas zonas, pero sin límites precisos, ya que variarían a lo largo del tiempo.
La zona lusitana ofrece ya notable personalidad cultural desde el Bronce final, con tipos de armas y objetos que evidencian un desarrollo tecnológico propio y un profundo hinterland que corresponde a lo que posteriormente sería el área ocupada por los vetones. A partir del siglo VIII a.C., por los estuarios navegables hasta el Mondego se dejaría sentir el influjo colonial fenicio; pero más fecundo debió de ser el llegado por el sur indirectamente a través de la aculturización tartésica y después turdetana. Las estelas extremeñas, que se extienden por la parte meridional de la Lusitania hasta la Vetonia evidencian desde el Bronce final la actividad de intercambios comerciales y culturales por la vía de la Plata. Este eje estratégico, que atraviesa de sur a norte la Vetonia, alcanza gran pujanza durante el período orientalizante, llegando a penetrar hasta la Meseta Norte elementos tan significativos como el hierro, objetos de prestigio, fíbulas y telas, justo cuando prácticamente toda Extremadura y el sur de Portugal quedarían englobados en el área cultural tartésica hasta el punto de asimilar incluso su escritura.
Al desaparecer Tartessos, la parte meridional de Extremadura quedó englobada culturalmente en el mundo turdetano, como evidencia Metellinum (Medellín) o el palacio de Cancho Roano, y los contactos disminuyen pero no cesan con las gentes situadas más al norte. Así, a partir del siglo IV, el torno de alfarero e importaciones áticas como las de El Raso de Candeleda (Ávila) penetran por Extremadura hasta la Meseta norte, confirmando el origen turdetano u oretano de las características figuras de verracos y de las potentes fortificaciones de sus grandes castros.
Estas regiones occidentales son tierras pobres al norte del Guadiana, por lo que su economía se basaría en la minería local y las actividades ganaderas. Al menor desarrollo cultural que se infiere de este ambiente socioeconómico se debe añadir el menor influjo aculturador de los focos meridionales al alejarse hacia el norte y oeste. Ello permite explicar, al menos parcialmente, las posteriores diferencias entre vetones y lusitanos y su mayor receptividad para la asimilación de elementos del mundo céltico.
A partir del siglo VI a.C., la zona vetona desarrolla una característica cerámica decorada a peine con algunos elementos decorativos de origen meridional, que se extiende incluso por el suroeste de la zona vaccea sustituyendo paulatinamente a las cerámicas de tipo Soto de la Medinilla, hasta ser unas y otras eliminadas por cerámicas estampadas poco antes de la aparición del torno. Pero a fines del siglo V y en el IV a.C. se evidencia la penetración de elementos originarios de la cultura celtibérica, como castros defendidos con piedras hincadas, necrópolis de cremación y armas como espadas de frontón y de antenas, etcétera, dando lugar, principalemente en torno a la Sierra de Gredos, a lo que se denomina Cultura de Cogotas II o de los Verracos, que, como se ha indicado, parece corresponder al pueblo de los vetones. Alguno de sus elementos, especialmente armas, se documentan también por la provincia de Cáceres y el norte de Badajoz y, a través de la falla del Jerte-Aliseda, debieron de llegar hasta el Atlántico, según indican hallazgos de la zona de Elvas y de Alcácer do Sal, la turdetana población de Salacia, en la desembocadura del Sado.
Protohistoria de la Península Ibérica
por Martín Almagro, Oswaldo Arteaga, Michael Blech, Diego Ruiz Mata y Hermanfrid Schubart

martes, 27 de abril de 2010

Recuerdos...

Recuerdo esos viejos tiempos, en los que los hombres cabalgaban hacia la batalla deseosos de gloria y botín. Los jóvenes nacían bautizados por las espadas de sus mayores. Y los ancianos narraban sus gestas junto a la luz de las hogueras en las frías noches de invierno. La fe nos llegaba de arcanos dioses nacidos en el norte. Sus voces eran el trueno y el fragor de la batalla.... solo lloraban al nacer y luchaban como leones...
Si, añoro esos viejos tiempos bárbaros, en los que la palabra de un hombre era ley, y nos enorgullecía defender la espalda de nuestros amigos. Los escudos nunca caían en la formación, y la única retirada era la muerte. Valor, coraje, nobleza, lealtad, fidelidad, honor... eran palabras que seguían nuestras vidas y por las cuales moriríamos.... Si, añoro esos tiempos antiguos, esos tiempos de barbaros.
Hoy el tiempo ha pasado, y ya viejo sigo sin comprender el mundo moderno. Pero quizás sea por que soy lo que mi alma siempre fue, un salvaje. Hoy los bosques son gigantescas masas de cemento. Las mujeres matan a los niños antes de nacer. Los nuevos valores, los nuevos dioses, son solo aquellos que se pueden comprar con el dinero. La gente vive sin asumir la responsabilidad de vivir, solo exigiendo derechos para sus placeres. No ofrecen sacrificio por sus familiares, su clan... los ancianos que antes nos narraban sus gestas, hoy son abandonados a la muerte en residencias. Hoy el tiempo ha pasado, y ya viejo sigo sin comprender el mundo moderno. Pero quizás sea por que nunca he dejado de ser lo que siempre fui... un bárbaro.

Tecnicas de combate con armas siglo X - XI

Video muestra sobre diferentes técnicas de ataque con armas y escudos del siglo X – XI. Aun cuando pone vikingas.. se trata una forma de hablar genéricamente. En realidad el escudo redondo, la espada, lanza larga o lanza corta. Unido a diferentes protecciones como cotas de malla, spangenheln con protección nasal etc. Son equipaciones típicas de la casi totalidad de la Europa occidental durante los siglos X – XI y anteriores.

las costumbres germánicas y la epopeya castellana

En apoyo de este presumible entronque de la epopeya castellana con las leyendas de la edad visigoda, notaremos que la sociedad misma retratada en esa epopeya tiene un carácter fuertemente germánico que enlaza a su vez con las instituciones y costumbres de los visigodos, retoñadas en los reinos medievales. En la épica castellana el rey o señor, antes de tomar una resolución, consulta a sus vasallos, clara manifestación del individualismo germánico. El duelo de dos campeones revela el juicio de Dios, y se acude a él tanto para decidir una guerra entre dos ejércitos como para juzgar sobre la culpabilidad de un acusado.
El caballero, en ocasiones solemnes, pronuncia un voto lleno de soberbia y difícil de cumplir, costumbre que proviene de un rito pagano conocido entre los germanos. La espada del caballero tiene un nombre propio que la distingue de las demás. Se cortan las faldas de la prostituta como pena infamante. El manto de una señora es, para un hombre perseguido, asilo tan inviolable como el recinto sagrado de una iglesia.
Y así otros muchos usos.
Pero no hablamos sólo de usos aislados. Las más significativas costumbres germánicas constituyen como el espíritu mismo de la epopeya castellana. Bastará recordar algunos rasgos fundamentales que se desprenden del retrato más antiguo que poseemos de los bárbaros del Norte.
Veremos así que en la epopeya castellana palpitan los sentimientos más fuertes y nobles de aquellos germanos en quienes el historiador Tácito, como observador cáustico, encarece la propensión al juego y a la embriaguez, la suciedad y la pereza, lo mismo que la hospitalidad, la castidad, la fidelidad y la independencia indomable. Así, uno de los caracteres que Tácito da como fundamentales de todos los pueblos germanos, responde a la organización del ejército, constituido no por alistamiento de ciudadanos o de mercenarios, sino por la reunión de bandas armadas; éstas se formaban con los parientes y allegados de un señor, unidos a él con un vínculo de fidelidad, individual y voluntariamente contraído, vínculo que implicaba la obligación de una ayuda mutua durante la vida, y el deber de la venganza después de la muerte. La mesnada del Cid, parientes y vasallos de éste, que abandonan sus heredades para seguir al héroe en su desgracia, jurándole fidelidad, nos ofrece una continuación del viejo uso descrito.
Otro ejemplo, entre muchos, nos lo dan los parientes y vasallos de la noble casa de los Infantes de Lara, que acuden en armas al lado de Mudarra para vengar la traición de Rui Velázquez.
El germano sentía crecer su ardor en el combate con la presencia de su mujer y de sus hijos, que colocaba cerca del campo de batalla como sagrados testigos de su valentía. De igual modo el Cid hace que su mujer y sus hijas presencien la batalla contra el rey de Marruecos, y les dice que, estando ellas delante, se sentirá más esforzado; afecto sinceramente patriarcal, bien alejado aún de aquella refinada galantería del caballero andante que, al levantar la espada, invocaba a su dama.
Aquellas asambleas periódicas descritas por Tácito, donde los germanos deliberaban armados, y adonde, con viciosa libertad, no les importaba llegar después del plazo fijado, de modo que se perdían dos o tres días en completar la reunión, las reconocemos en esas juntas de la corte regia, obligatorias para los vasallos, pero en las que alguno, como el conde Fernán González, cuando va a las cortes de León, hacía esperar, con su tardanza, a todos los demás ya reunidos. Después, las asambleas no deliberaban sólo sobre asuntos de interés general, sino que entendían también en las causas criminales, y lo mismo hacía la corte regia, que era el tribunal supremo de la justicia feudal. Del ejercicio de esta función nos ofrece varios ejemplos la epopeya, sea en la magnífica escena de las cortes de Toledo, reunidas por el rey Alfonso para juzgar sobre la afrenta que hicieron al Cid los Infantes de Carrión, sea en las cortes que declaran traidores a varios condes en el poema de Rodrigo.
En la Germania de Tácito, las enemistades son obligatorias para los allegados del ofendido, y lo mismo ocurre en la epopeya románica, donde vemos que la venganza es obligatoria para todos los parientes del agraviado, hombres y mujeres. Este espíritu de venganza llena la mayor parte de la acción en casi todas las gestas castellanas. Mencionaremos como ejemplos la de los Infantes de Lara, la de Fernán González, la del Infante García, la del Cid, de que luego diremos.
Pero Tácito advierte que estas enemistades entre familias no eran implacables, y que hasta el homicidio podía ser reparado mediante la entrega (a falta de moneda o de oro) de cierto número de cabezas de ganado, recibidas con general complacencia por la familia ofendida. De igual modo, en la epopeya castellana el agravio causado por el homicidio de un caballero podía ser reparado mediante el pago de 500 sueldos, en que estaba tasada la vida de un hidalgo.
Por el contrario, como observa Tácito, el adulterio no alcanzaba perdón ni del marido ni de la sociedad: se cortaba el cabello a la mujer culpable, y el marido, en presencia de los parientes, la desnudaba y echaba de casa, azotándola a través del lugar; pena infamante que hubo de conocer la poesía épica, como lo prueba el romancero, en forma de amenaza dirigida a la mujer… Lo implacable del castigo subsistió, exigiéndose la muerte de la adúltera, también por mano del marido, como condición necesaria para el honor de éste. Por eso el conde Garci Fernández de Castilla, en el cantar de la Condesa traidora, abandona todo, hasta el gobierno de su condado, para perseguir él solo en Francia a la esposa infiel y al amante que la raptó, y únicamente después de haberles dado muerte por mano propia se cree digno de volver a gobernar a los castellanos: primer drama de honor que nos ofrece la literatura española, donde se repetirá bajo tantas formas, gracias sobre todo a la trágica inventiva de Calderón.
Menéndez Pidal
(NdE. M. Pidal, se refiere basicamente a la tradicion de Castilla la vieja en sus escritos)

I jornada de la cultura visigoda en los montes de Toledo

El pasado fin de semana, tuvo lugar en la localidad toledana de Arisgotas. La primera jornada de la cultura visigoda en los montes de Toledo. Durante dos días, la localizad retrocedió a la era de los godos, por medio de varios grupos recreacionistas que dieron vida a esos viejos tatarabuelos de nuestros antepasados. Mostraron las técnicas de combate, un campamento militar, y diferentes talleres artesanales. En todo momento, las gentes del pueblo mostraron interés por conocer como vivieron sus ancestros.

lunes, 26 de abril de 2010

Cronica Mundi Almansa celtiberos

Caudillo militar celtibero, junto a guerrero celtibero de infanteria

Cronica Mundi 2010. Almansa

Diferentes grupos de Recreación Histórica de toda España se han dado cita en el centro de la población, en el entorno del Castillo de Almansa, creando una zona de campamentos multitemporales donde exhibieron sus trabajos de investigación y reconstrucción histórica, en los que recrearon las formas de vida de las diferentes culturas que han poblado Almansa desde el origen de los tiempos.
Junto a ellos, un mercado medieval con más de 60 puestos y actividades de animación. Un recorrido de 2.000 años de historia viva.
Ahora toca esperar y trabajar para el Cronica Mundi 2011

Castillo de Vyborg



A falta de confirmación de la fecha, como todos los años en el castillo de Vyborg (Rusia). Se celebra el festival medieval y batalla en los atrios del dicho castillo. El encuentro que reúne a recreacionistas de toda la Europa, se centra en la baja edad media. Desde la ACRS, y aun a sabiendas de la distancia que separa España de Rusia. Animamos a todos los lectores que tenga la oportunidad, no duden en visitar el encuentro y batalla. Siendo esta una de las mas vistosas y crudas que se pueden ver hoy en día en toda Europa. centrándose en la historia de la baja edad media de sus naciones

Orígenes de la epopeya castellana. cantos épicos de los godos

Tácito nos habla de antiguos cantos de los germanos que servían de historia y de anales al pueblo, y nos indica dos asuntos de ellos: unos celebraban los orígenes de la raza germánica, procedente del dios Tuistón y de su hijo Mann (esto es, una epopeya etnogónica); otros cantaban a Arminio, el libertador de la Germania en tiempo de Tiberio (una epopeya enteramente histórica). Más tarde, el uso de estos cantos narrativos está atestiguado respecto a varias de las razas germánicas que se establecieron en territorio del imperio romano: lombardos, anglosajones, borgoñones y francos. Por lo que hace a los establecidos en España, la existencia de estos cantos está afirmada por testimonios diversos.
A mediados del siglo VI, Jordanes, el historiador de los godos, al contar la emigración de este pueblo a Escitia, conducido por su rey Filimer, nos dice que después que la mitad de los emigrantes había pasado un puente sobre el río (acaso el Vístula, divisorio entre la Germania y la Escitia), se hundió el puente con el peso de los hombres y del ganado, anegándose multitud de ellos, y entonces los godos que habían logrado atravesar el río no pudieron retroceder, ni los que quedaron atrás pudieron avanzar, pues toda aquella tierra era pantanosa, llena de lagunas; “y aun hoy –prosigue Jordanes- los que por allí pasan perciben mugidos de ganado y voces de hombre que hablan a lo lejos”; después los godos que habían pasado el puente con Filimer, vencieron a los spalos y llegaron victoriosos al extremo de la Escitia, a las riberas del Ponto Euxino, “como lo celebran universalmente sus cantos primitivos, que son una especie de historia, y Ablavio, el ilustre historiador de los godos, lo da también por cierto.”
Sin duda, aquí en este relato tenemos una mezcla de leyenda y de historia; la leyenda histórica se adorna con una fábula aplicada a varias lagunas famosas, en el fondo de las cuales parecen resonar gritos de quienes allí se anegaron o el clamor de las campanas de una ciudad sumergida.
El mismo Jordanes, cuando habla del modo como el sabio Dicineo adoctrinaba a los godos, dice que les dio sacerdotes a quienes llamó pilleati, y que a los demás godos mandó llamar capillati o cabelludos, “nombre que recibieron con gran estima, y aun lo recuerdan hoy en sus canciones”; noticia curiosa que nos declara el sobrenombre atribuido a la nación goda en los cantos que Jordanes conocía.
Viniendo a una época posterior en la historia de este pueblo, sabemos que Hermenerico, el gran conquistador ostrogodo, cuyo dominio se extendía desde el Danubio al mar Báltico, siendo a la postre vencido por los hunos, y Teodorico, el famoso rey de Italia, tutor en el año 507 del rey visigodo de España, Amalarico, fueron sin duda cantados por sus contemporáneos. De los visigodos, que son los que concretamente nos interesan por su relación con España, nos informa también Jordanes que celebraban en cantos épicos los hechos de sus caudillos; este historiador inestimable nos dice que los godos “cantaban con modulaciones, acompañándose con la cítara, los altos hechos de sus antepasados: Eterpamara, Hanale, Fridigerno, Vidigoia y otros, que gozaban entre ellos de gran renombre. Y resulta que de estos cuatro héroes nombrados, los dos primeros son desconocidos, mientras los dos últimos son visigodos.
Uno es Fridigerno, el rey de los visigodos, que libró a su pueblo del hambre y de las vejaciones con que le afligían los romanos en Mesia, y que causó la derrota y la muerte del emperador Valente, recorriendo después vencedor el Epiro y la Acaya, con lo que dejó a su pueblo en el camino de saquear poco después la misma Roma. El otro, Vidigoia, es un visigodo, según Mühllenhoff, que vivió también en el siglo IV de nuestra era, del cual sólo sabemos que “fue uno de los más valientes entre los godos” y que fue muerto dolorosamente por los sármatas.
Aquellos que rehusaban a España una poesía épica se apoyaban en consideraciones totalmente faltas de fundamento. Para F. Wolf, los visigodos no pudieron traer a España una epopeya; su conversión al cristianismo había precedido a la de los otros pueblos bárbaros, y sus largas peregrinaciones a través de todo el imperio les habían romanizado demasiado; primero arrianos celosos, después no menos celosos católicos, no pudieron conservar el recuerdo de sus mitos ni de su estado primitivo. Este razonamiento por hipótesis, que también expuso R. Dozy, pierde todo valor si se reflexiona que los cantos que celebraban a Fridigerno, recién convertido el pueblo visigodo al arrianismo, no eran en modo alguno una epopeya mítica y primitiva, sino una epopeya completamente histórica, y no se alcanza por qué la civilización que los visigodos recibieron de Roma les debía hacer olvidar esos cantos. Cuando se establecieron en la Galia y en España, los visigodos no llevaban apenas cuarenta años de cristianismo y de peregrinación a través de varias provincias del Imperio.
Ese tiempo era bastante para adoptar, al establecer su nuevo reino, la organización administrativa imperial, puesto que no poseían otra que pudiese compararse con ella, y así, como dice Mommsen, el reino visigodo parecía más una provincia romana hecha independiente que un reino de nacionalidad germánica. Pero en tan corto transcurso de tiempo no pudieron olvidar sus instituciones políticas, que poco a poco echaron brotes bien conocidos en los reinos sucesores del visigodo, ni menos pudieron olvidar sus costumbres sociales y privadas que vemos conservadas con persistencia en la España medieval.
Lo mismo cabe decir de los cantos épicos. Sabemos también por Jordanes que el rey visigodo Teodorico, muerto en la batalla de los Campos Cataláunicos (451), fue allí enterrado con cánticos (cantibus honoratum); algo es esto, dada la gran escasez de documentos y la carencia entre los visigodos de historiadores por el estilo de los merovingios, Gregorio de Tours o Fredegario, lo cual nos priva de algún indicio de leyendas poéticas que en esos cantos pudiera haberse conservado.
Sin embargo, en el siglo V, el cronicón del obispo gallego Hidacio, deplorablemente seco de ordinario, pero un poco más animado cuando se trata de contar portentos, quizá en uno de estos relatos milagrosos remonta a alguna aventura de origen épico: narra una asamblea solemne tenida por el rey Eurico, durante la cual las férreas puntas de los venablos, que los godos asistentes llevaban en la mano, cambiaron prodigiosamente de color: las unas verdes, las otras rosadas, otras rojas, otras negras. Además hay que suponer que la tan divulgada leyenda del último rey godo, Rodrigo, proviene en gran parte de poemas aproximadamente contemporáneos del infortunado rey, conocidos sin duda por los historiadores árabes ya en el siglo VIII.
Menéndez Pidal

domingo, 25 de abril de 2010

Ya tenemos logotipo

Ultimando detalles

Los componentes de la ACRS, nos hemos reunido hoy para preparar una de nuestras próximas salidas hacia un festival identitario. En el lugar habitual de las montañas donde nos solemos reunir para festejar a titulo personal diferentes festividades paganas, pasar un día en el campo, o simplemente entrenar esgrima medieval. Hemos preparado y ultimado los detalles pertinentes. Igualmente se nos ha presentado el logotipo del grupo, el cual se adapta perfectamente al espíritu que pretendemos. Tras la charla reunión, dedicamos las ultimas horas del día, a la practica de la esgrima medieval, prestando en esta ocasión especial atención a algunos golpes de hacha de mano del siglo X – XI.
Seguiremos informando.

sábado, 24 de abril de 2010

Propiñan del Melyor - Cancion medieval española

Guerras de francos y visigodos. Sitio de Zaragoza y retirada de los francos.

Como la cronología de las campañas de los francos no es la misma en todas las fuentes, las diferencias se reflejan en los autores modernos. Parece que los comienzos del reinado de Teudis en el año 532, los francos atacaron la Narbonense y ocuparon Beziers.
En realidad, esta campaña no debe unirse a la posterior, que tiene amplitud mucho mayor: la ocupación de Beziers es una manifestación de la constante incertidumbre e intranquilidad de las fronteras.
De la segunda campaña, verdaderamente importante, Jordanes dice bien poco. Los datos más exactos proceden de la Chronica Caesaraugustana, según la cual en el año 541 los reyes de los francos, en número de cinco, que habían entrado en las Españas por Pamplona, llegaron a Zaragoza, y después de haber tenido sitiada a esta ciudad durante 49 días, saquearon casi toda la tarraconense.
Por la época y por las noticias de Gregorio de tours sabemos que los reyes francos fueron Clotario y Khildeberto I. No esta claro por qué hablan la Chronica Caesaraugustana y San Isidoro de cinco reyes francos. Gregorio de tours nos da noticia de la defensa heroica de Zaragoza: según él, no fue ocupada, y los francos levantaron el cerco al saber que los zaragozanos poseían como fuente de protección la túnica de San Vicente. El relato de Gregorio está lleno de colorido. A partir de éste punto, la coincidencia es menor, a punto San Isidoro dice que "enviado del duque Teudisclo -nombre exacto aún que si al corriente en nuestra historia Teudiselo-, combatió enérgicamente hasta obligar a los francos a salir de su reino por la acción de las armas, no por negociaciones".
Desde luego, puede ser verdadera la noticia del levantamiento voluntario del sitio de Zaragoza que nos da el Turonense, y aún tal vez éste quisiese ocultar en sus últimas palabras las derrotas posteriores de los francos, no dándonos noticias sino de su vuelta a las Galias cargados de botín. Que estas derrotas existieron es bien claro, no sólo por el texto trascrito de San Isidoro, sino de acuerdo con este otro: Gothi duce Theudisclo obicibus Spaniae interclusis francorum exercitum multa cum admiratione victoriae postraverunt.
Debemos, sin embargo tener muy presente que la narración de San Isidoro supera en datos a su fuente, lo cual es muy sospechoso. Lo que en ningún texto vemos es la pretendida existencia de los ejércitos, uno mandado por Teudis y otro por Teudisclo, de que Fernández Guerra nos habla. Según San Isidoro, finalmente, los francos no fueron aniquilados en absoluto, porque Teudisclo los dejó un día y una noche de plazo para que pudiesen huir, movidos por los ruegos y por la gran cantidad de dinero que le fue ofrecida.
Parece un tanto improbable este hecho, sobre todo si se tiene en cuenta que según el propio San Isidoro, aquellos francos que en dicho espacio de tiempo no lograron pasar los Pirineos, la restante turba de infelices, cetera infelicium turba, cayó bajo la espada goda.

Campaña de los francoborgoñones contra los dominios visigodos. Intervención de Teodorico, rey de los ostrogodos

Gesaleico debía estar organizando en cierto sentido su reino en Narbona, al propio tiempo que Teodorico el ostrogodo se preparaba en Italia para lograr sentar en el trono a su nieto y salvar a la vez, en lucha contra los Borgoñones y los francos, la vida misma del reino visigodo. Los visigodos conservaban aún en las Galias las regiones de la narbonense que formaron la Septimania y la Provenza, cuyas ciudades más importantes eran Narbona, Arles y Marsella, respectivamente.
Borgoñones y francos desearon también apoderarse de estas regiones, y Gundebaldo el Borgoñon sitió a Narbona, en donde estaba Gesaleico, y provisionalmente puede decirse, la corte visigoda. La ciudad fue conquistada por el Borgoñon, aunque no parece exacto que Gesaleico la abandonase en el primer momento. Pérdida Narbona, como nos dice San Isidoro con gran vergüenza para Gesaleico y gran matanza de sus hombres, el rey visigodo se trasladó a Barcelona.
El ejército franco Borgoñon se dirige después al Ródano y sitia la ciudad de Arles, que a pesar de la falta de todo auxilio visigodo, resiste extraordinariamente, no obstante los intentos de entrega a traición a los francos, intentos que se atribuían unas veces al obispo católico San Cesáreo y otras a los judíos. Difícilmente hubiese podido resistir tanto la ciudad sin la intervención del ostrogodo Teodorico. Pero no creemos -como a veces se dice- que la intervención del ostrogodo se debiese a un acuerdo ya existente entre Gesaleico y Clodoveo, en virtud del cual éste se comprometió a ayudar a aquel a la conservación de su reino de España, a cambio de la renuncia de toda la Galia. Teodorico intervino contra Gesaleico, y desarrolló una campaña contra los francos y Borgoñones, no porque si hubiera realizado ese acuerdo, sino porque tanto el uno como el otro arrebataban lo que él creía derechos de su nieto Amalarico.
El ejército ostrogodo, mandado por el duque Ibbas, diestramente elegido por Teodorico, ya que no sólo tenía grandes condiciones militares, sino que era católico, logró derrotar al ejército francoborgoñon, liberando a Arles. También Clodoveo levantó el sitio de Carcasona.
Sucedían estos hechos en el año 510. Logró Ibbas recuperar Narbona y en realidad las regiones Septimana y provenzal, antes citadas, que de momento siguieron siendo visigodas, bien que por una confusión explicable, dado el gobierno que hemos de ver ejerció Teodorico en España, la Provenza pasó a ser ostrogoda. Lograda la paz con los francos y Borgoñones, Ibbas se dirigió hacia Barcelona contra Gesaleico, el cual debía comportarse con gran ineptitud política, habiendo incluso dado muerte a Goerico -sin duda el famoso Goyarico de la corte de Alarico II- en su propio palacio de Barcelona, como nos dice la Chronica Caesaraugustana.
Atacado en este mismo año 510 por Ibbas, abandonó Gesaleico su reino, marchando a la corte vándala para pedir ayuda con que recuperar su trono.
La España en visigoda quedó bajo el gobierno de Teodorico a nombre de su nieto, y sin duda, los partidarios de Gesaleico hubieron de intentar su reposición en el trono.
A una sublevación de este estilo debe referirse la muerte del conde Veila en Barcelona, de que nos dan noticia la Chronica Caesaraugustana en el año 510.
En este mismo año 510 debió regresar de África Gesaleico, que según San Isidoro, pretendió únicamente, por temor a Teodorico que se le concediese la Aquitania. Después de estar oculto en ésta parte de las Galias durante un año no completo -acaso hasta después de la primavera del 511- intentó con eventual apoyo de Clodoveo, recuperar su trono; pero fue derrotado por Ibbas, a 12 millas de Barcelona, y puesto en fuga y capturado, y, al fin muerto junto al río Drucucio en las Galias. Sucedió su muerte algunos meses antes de la de Clodoveo, acaecida el 27 de noviembre del 511. El que podemos llamar epitafio de Gesaleico por San Isidoro es bien triste: sicque prius honorem, postea vitam amisit, y así perdió primero el honor y después la vida. No queremos, ya lo hemos dicho, que deba considerarse en modo alguno a Gesaleico como usurpador. El mismo San Isidoro, que tan duramente lo trata parece reconocer su legitimidad ya que sólo desde su muerte comienza a contar los años de reinado de Teodorico en nombre de su nieto Amalarico. Probablemente la muerte de Gesaleico no fue como dice Dahn, en marzo o abril, sino más avanzado el año, ya que Teodorico el 26 de agosto del 526 estaba en el décimo quinto año de su gobierno en nombre de su nieto, según nos dice San Isidoro.
También en la Chronica Caesaraugustana se lee que gobernó quince años.

viernes, 23 de abril de 2010

Nos invaden los germanos

(..) La primera invasión de pueblos procedentes de la "Germania" que no eran celtas, la tenemos según el historiador G. Lopez Monteagudo en su apéndice del libro los Celtas de Venceslas Kruta. En los años de 104 - 103 antes de cristo un grupo de Cimbrios y Teutones salió de sus bosques en Europa central, atravesaron las Galias sembrando el terror en los pueblos galos por medio del saqueo y el pillaje, llegaron a los Pirineos. Atravesaron las montañas franco hispánicas y llegaron a las zonas de la actual Cataluña, donde comenzaron una nueva oleada de saqueos y pillajes devastando a los pueblos Iberos de la costa, pasando después hacia el interior de la meseta. Donde fueron derrotados por los Belos (según Schulten).
Del numero de este ejercito poco se conoce, aun cuando es presumible que seria numeroso, ya que desde su salida de la zona de centro Europa hasta ser derrotados por los celtiberos pasaron largos años de guerras y saqueos. Misión que dudo podría haber sido realizada si tan solo fueran un pequeño grupo armado. Tras su derrota algunos autores afirman que los Cimbrios y sus aliados los teutones regresaron a las Galias. Otros autores difieren en esto añadiendo que posiblemente fueran absorbidos por las poblaciones locales como esclavos guerreros (algo frecuente en esa época con los ejércitos derrotados) o que deambularan por la península como pequeños grupos los cuales serian absorbidos como mercenarios por algunas tribus celtas e incluso por el imperio de roma asentado en hispania. Esta que nosotros sepamos es la primera invasión germánica del territorio ibérico. Anteriormente en la considerada 3º invasión celta de la península procedente de centro Europa, la cual supuestamente estuvo compuesta por cempsos y eburones, nos encontramos con la difícil tarea de diferenciar la procedencia de estos. Ya que algunos autores y arqueólogos por ejemplo consideran a los Eburones como pueblos celtas y otros pueblos germanos. Aun cuando posiblemente fueran una mezcla de ambos. Es decir celto germánicos. Como así ocurre con su mítico caudillo Ambiorix, el cual pude comprobar de primera mano como algunos arqueólogos lo consideran celta y otros germano celtizado, o lo que es lo mismo de etnia germánica criado por los celtas. Fuera como fuese lo que esta claro es que la 3º invasión celtica de la península ibérica, tenia una importante aportación de los primitivos germanos. (..)
Alvar del Olmo

Bandas guerreras iniciáticas entre los hispanos indoeuropeos

Bandas guerreras iniciáticas entre los hispanos indoeuropeos
"Los caudillajes guerreros de los pueblos del área indoeuropea de la Península Ibérica estaban íntimamente ligados a la existencia de unas características cofradías o bandas iniciáticas masculinas (Männerbünde) como las que se conocen entre los indoiranios, germanos, itálicos, griegos, eslavos, etc.
Tales Männerbünde se remontaban a la prehistoria indoeuropea y, según han mostrado los estudios de diferentes investigadores, desempeñaron un importante papel sociopolítico como fuerza motriz de la expansión histórica de una serie de pueblos de los que se ha tratado. Los miembros de estas agrupaciones juveniles y guerreras se caracterizaban por practicar un género de vida iniciático simbolizado por ciertos emblemas externos (pieles de lobo, negros ropajes) relacionados con su culto ctónico interno (creencia en un ejército de muertos guiados por un caudillo divino), por la magia extática de la que se servían en combate para paralizar de terror, por sus rituales internos y celebraciones durante el solsticio de invierno, su fundamental protagonismo en las iniciaciones juveniles en zonas apartadas, expediciones depredatorias, etc. En su seno se elegían también los jefes que conducían a la banda y parece que los demás miembros del grupo le presentaban un juramento personal de fidelidad en el que se incluía una autoconsagración a los dioses, al modo de los soldurios cántabros y celtíberos.
En la Península Ibérica existen una serie de testimonios que nos permiten afirmar que entre los pueblos prerromanos existieron las mismas corporaciones iniciáticas de tipo indoeuropeo: Tenemos en primer lugar en el folklore unas significativas pervivencias de los Männerbünde (las bandas de zamarrones responsables de los tumultos invernales en las aldeas). Hay también para época anterior a la conquista romana algunas noticias clásicas y prepresentaciones alusivas a la práctica de cubrirse con pieles de lobo o de imitar el aspecto de las fieras (especialmente entre cántabros y celtíberos). Este rito simbolizaba la relación de los guerreros iniciados con los dioses o los espíritus de la Muerte a los que estaban consagrados ( tal vez a un dios-lobo), y tenía la finalidad de adquirir el éxtasis o furor guerrero. Este último, somo sabemos por Estrabón y Silio Itálico, era un recurso del que se servían los cántabros durante el combate, y otros autores nos hablan de los artificios o muecas guerreras de los que se valían los lusitanos y celtas para paralizar de espanto al enemigo.
Este comportamiento y transformaciones rituales en fieras son propios de guerreros pertenecientes a cofradías militares indoeuropeas que veneraban a dioses guerreros propios de su mitología interna (Bandua, Navia, Cosus, Erudino,...). Con tales bandas pueden relacionarse igualmente las "danzas de caballitos" y los guerreros con armazones o disfraces de caballo del mundo celtíbero, las "saunas castreñas" vinculables a los ritos de pasaje de los jóvenes, etc.
La consagración de la vida al jefe (devotio) y la existencia de cofradías guerreras iniciáticas (Männerbünde) son fundamentales para comprender la tendencia expansiva del mundo cántabro y su permanente inclinación al mercenariado, las razias para el pillaje y el robo de ganado, etc. (...)"

Eduardo Peralta Labrador

la famosa leyenda de Walter

Añadamos aparte otro indicio de la persistencia de la epopeya entre los visigodos después de establecidos en Galia y en España, el extraordinario renombre que gozó en todo el mundo germánico un héroe que hemos de tener por visigodo, al que llaman “Walter de España” los poemas alemanes del siglo XIII, los Nibelungos y el Biterolf, así como la compilación noruega del mismo siglo, conocida antes con el nombre de Vilkinasaga y hoy con el de Thidreksaga. Un monje de Saint Gall, que en el siglo X puso en hexámetros latinos la leyenda de este celebrado personaje, la llama Waltarius Aquitanus. Ahora bien, este héroe que vivió en la época del gran imperio de los hunos bajo Átila, nos conserva en su doble sobrenombre de Español y Aquitano un recuerdo vago, pero exacto, de una pasajera extensión territorial del reino visigodo, que durante noventa años, y precisamente en la época de Átila, comprendió toda la Aquitania además de España.
Tal recuerdo debe ser contemporáneo del héroe, o poco menos, ya que no es de suponer que subsistiese varios siglos después de haber desaparecido de la faz de Europa, no sólo ese reino hispanoaquitano, sino el mismo reino visigodo de España. Por esto creo que es preciso asentir a la opinión de J. Grimm, quien veía en la famosa leyenda de Walter la contribución aportada por los visigodos al tesoro común de la poesía heroica de las naciones germánicas, opinión sostenida después, e independientemente, por Milá Fontanals y por W. Müller. Y en modo alguno nos puede extrañar que Walter fuese cantado por otros pueblos germánicos distintos de los visigodos, pues entre las diversas familias de raza germánica era completa la comunidad de héroes: Sigfrido era probablemente un héroe franco, Teodorico de Verona un héroe ostrogodo; y sin embargo, los cantos del siglo XIII, que los celebran, son alemanes, anglosajones o escandinavos, y no franceses ni menos italianos, pues en sus patrias ya no quedaba memoria de tales héroes.
De este Walter de España se contaba que, hallándose con su esposa en rehenes en la corte del rey huno Átila, huyeron ambos, llevándose el tesoro del rey; perseguidos por los hunos (según cierta versión), o atacados (según otra) por los francos o los borgoñones, Walter sostuvo un encarnizado combate para defender su tesoro y su esposa. A todos vence; y sobre aquel campo de batalla regado de sangre, donde el héroe perdió una mano, el rey Gunther un pie, Hagen un ojo y varios dientes, se sientan vencedores y vencidos para beber y reír, olvidando lo pasado, y luego se separan. Walter se encamina a su patria, donde llega felizmente y se casa con su prometida, Hildegunda, la cual es originaria de Aragón, según cierto fragmento conservado de un poema en alto alemán sobre este héroe.

Ramón Menéndez Pidal

Acerca de los dioses cantabros

Entre los restos de mitos que aún persisten como sustrato en la tradición cántabra se encuentran el culto a las grandes divinidades protectoras, como es la adoración al Sol, lo cual queda atestiguado en las estelas cántabras encontradas, y en relación con el culto al fuego. Así mismo, se idolatra a una divinidad-padre suprema, denominada Candamo, que en época romana se asocia con Júpiter (Júpiter Candamo) y el culto solar y posteriormente con el Dios cristiano.
Adjunto al marcado carácter guerrero de los cántabros aparece un dios de la guerra, posteriormente identificado como el Marte romano, al que se le ofrecían sacrificios de machos cabríos, caballos y prisioneros en gran número, según señala Estrabón, Horacio y Silio Itálico. Estas hecatombes iban acompañadas de la bebida de la sangre aún caliente de los caballos, como menciona Horacio al respecto de los concanos, y sería una verdadera comunión.
et laetum equino sanguine Concanum
Horacio. Carm. III 4. v29-36
El teónimo Epane podría tener relación con este culto. Para los antiguos cántabros estas prácticas poseían un origen místico ligado a la creencia en la sacralidad de estos animales que algunos vinculan muy estrechamente con la variante del dios Marte céltico solar y que serían su reencarnación.
Los sacrificios humanos entre los pueblos del norte son citados también por San Martín Dumiense y tendrían el mismo carácter de redención y vaticinio que el resto de los celtas de la Galia, donde eran muy frecuentes. Así Estrabón cuenta sobre estos que examinaban las vísceras de los prisioneros, cubriéndolas con sayos, les amputaban las manos derechas y las consagraban a los dioses. El modo de vaticinar el futuro dependía de la caída de la víctima.
Unido a esta divinidad guerrera aparecen las diosas-madres germinadoras vinculadas a la Luna con evocaciones casi hasta el presente en la que hasta hoy en día posee un clara influencia en el medio rural en las fases de siembra y recogida de cultivos. Joaquín González Echegaray relaciona la diosa Cantabria aparecida en la inscripción de un ara votiva hallada en Topusko (Croacia) con la Diosa Madre de los cántabros. Este epigrama habría sido realizado por alguno o algunos soldados que formaban parte de las legiones romanas.
Del mismo modo el culto a un dios del mar fue asimilado en épocas romana a través del dios Neptuno (una estatuilla de esta deidad pero con rasgos de la divinidad cántabra original fue encontrada en Castro Urdiales).
Estos antiguos cántabros creían en la inmortalidad del espíritu. Así lo demostraban en sus ritos funerarios donde predominaba la cremación, a excepción de aquellos que morían en combate, que debían de reposar en el campo de batalla hasta que los buitres abrieran sus entrañas para llevarse al más allá su alma y unirse a la gloria de sus antepasados. Esta práctica queda atestiguada en los grabados de la Estela de Zurita.
Así mismo un papel importante en la compleja sociedad cántabra era el sacrificio en sus dos aspectos: como medio de conformar la voluntad divina y como prevalencia de la abnegación a la colectividad frente al individuo. Así pues en una sociedad guerrera como la cántabra la inmolación no era considerada como símbolo de primitivismo o barbarie sino que la difícil determinación que requería a la persona que lo llevase a cabo conllevaba que tuviese un alto grado de importancia. Tal era el caso de la denominada devotio, un singular y extremo sacrificio practicado por los cántabros mediante el cual las comunidades guerreras unían su destino al de su líder.

Battle Honours, grupo de recreacion historica de España

Es uno de los grupos de recreación historia de España mas profesionales. Tocan diferentes épocas, siglos y estilos. Y muy posiblemente sean los organizadores para la conmemoración de la batalla de las Navas de Tolosa.
Con miembros repartidos por toda España, es en Castilla donde básicamente se centran sus actividades. Tanto bajo las murallas de Ávila, como en la batalla de Alarcos.

Mitología telúrica y arbórea en Cantabria

Al mismo tiempo existe una mitología terrenal de adoración a Gaya, la Madre Tierra, a través de la divinización de los animales, árboles, montañas y aguas como espíritus elementales. Creencias, por otro lado, comunes a todos los pueblos que reciben la influencia celta.
Lugares como el Pico Dobra, en el valle del Besaya, han dejado constancia de su sacralizado desde época prerromana a través del ara dedicada al dios cántabro Erudinus fechado en el año 399, lo que demuestra que estos ritos se extendieron más allá de la instauración del cristianismo en el Imperio romano como religión oficial. Del mismo modo topónimos como Peña Sagra, Peña Santa, Mozagro (montem sacrum = monte sagrado), Montehano (montem fanum = monte del santuario) indican que han sido considerados lugares sagrados desde la antigüedad más remota.
Se divinizaban así mismo aguas de ríos y fuentes. En el Monte Cildá apareció una ara dedicada a la diosa madre Mater Deva, conocida en el mundo céltico y personificada en el río Deva. En Otañes se encontró una pátera dedicada a la ninfa de una fuente con propiedades medicinales. Plinio el Viejo cita la existencia en Cantabria de unas fuentes intermitentes -las Fuentes Tamáricas- veneradas por los cántabros tamáricos que tenían valor augurio y que correspondería a la actual Velilla del Río Carrión. Suetonio en su relato sobre la vida de Galba, señala como símbolo de buen augurio el haber encontrado durante su estancia en Cantabria doce hachas en un lago. Estos eran sin duda exvotos depositados allí según costumbre también de otros pueblos europeos, lo que sugiere un culto a los lagos. Así mismo la ofrenda a las aguas de stips, o monedas de bronce de escaso valor, así como de otras piezas de mayor cuantía, como denarios, áureos y sólidos, queda manifiesta en la presencia de algunas de estas piezas en La Hermida, Peña Cutral, Alceda y en el río Híjar.
Bayas carnosas del tejo o arilos. Este árbol mítico quizá sea el más representativo de Cantabria y ha sido plantado con frecuencia junto a edificios singulares. Antiguamente al terminar de construirse una de estas edificaciones se plantaba próximo un tejo como árbol testigo.De igual manera se divinizó la foresta, un culto con clara influencia celta a través de su mitología arbórea. Algunas especies de árboles eran especialmente respetados; el tejo y el roble. El primero es la especie más emblemática y simbólica de Cantabria y ha sido venerado por los cántabros de la antigüedad, formando parte de algunos de sus rituales. Por Silio Itálico, Floro, Plinio y San Isidoro de Sevilla sabemos que se suicidaban con veneno extraído de las hojas de este árbol, pues preferían la muerte a ser esclavizados, y de igual forma sacrificaban a los ancianos no aptos para la guerra. Es habitual encontrarlos en las plazas de los pueblos, en cementerios, iglesias, ermitas, palacios y casonas al considerarse un árbol testigo, lo que ha permitido perpetuar ese halo de misterio y sacralidad que envuelve todo lo relacionado con esta especie.
El roble es el árbol céltico por excelencia ya que quizá sea la especie más sacra para los druidas, del cual recolectaban el muérdago. Es una especie que arrastra muchas connotaciones folclóricas, simbólicas y mágicas en Cantabria y era frecuente utilizarlo como "árbol de mayo", la maya que aún hoy preside los festejos en algunos pueblos, alrededor del cual bailaban los mayos para celebrar el renacer de la vida vegetal. Las cagigas simbolizan la unión del cielo y la tierra, imagen que le confería el valor de eje del mundo. Tienden a atraer al rayo, por lo que jugaban un importante papel preponderante en las ceremonias para conseguir lluvia y fuego en toda Europa.
Robles, hayas, encinas y tejos eran también utilizados como un lugar de encuentro tribal generación tras generación en donde las leyes religiosas y seculares eran impartidas. Aún hoy hasta tiempo muy recientes era habitual celebrar los denominados concejos abiertos bajo árboles centenarios (las juntas de Trasmiera oficiaban sus reuniones en Hoz de Anero, en Ribamontán al Monte, bajo una gran encina que todavía existe).

Nuestros amigos alemanes

Nos hemos llevado una grata sorpresa, al ver a uno de nuestros amigos alemanes Guido Klein. Recreacionista del modo de vida de los pueblos escandinavos y germánicos, desde la época de las invasiones, hasta el siglo XI. En un video del grupo holandés de pagan metal Heidevolk.
El trabajo que realiza Guido y su grupo de amigos, pasa por ser de forma altruista uno de los mejores y mas dedicados que hemos visto. Han construido incluso un fuerte / empalizada de madera en medio del bosque, donde realizan reuniones para celebrar festividades paganas de las antiguas tribus germánicas.


En la fotografia de abajo, podemos ver al bueno de Guido, junto a una de sus hijas

jueves, 22 de abril de 2010

Ogrodzieniec - Polonia

Representacion de guerrero norte peninsular, Siglos X - XI


En la siguiente representación de un guerrero norteño, podemos observar como era su indumentaria en los siglos X al XI (aprox). El dibujo en si del artista Alberto Alvarez Peña. Dibujante especializado en arqueología y etnografía Nos muestra a un guerrero de la franja norte peninsular (astur, leones, castellano) durante finales del siglo X, y principios del XI.
En el podemos apreciar una lorica de malla, armadura de protección típica durante esos siglos. Su cabeza esta protegida por un yelmo de tipo spangenhelm con protección nasal, compuesto de cuatro piezas. Igualmente típico de la alta edad media, siendo utilizados de una sola pieza en siglos venideros.
La protección de su cabeza la complementa un almófar de cara tapada, aun cuando en el dibujo se puede apreciar abierto. El almófar, era a su vez, una “capucha de cota de malla”, que servia para proteger de los cortes la cabeza y el cuello. Existían diferentes tipos de almófar, siendo algunos abiertos, dejando la cara al descubierto. Y otros cerrados, tapando la cara hasta la altura de los ojos.
Quizás lo que mas llama la atención, sea el motivo decorativo del escudo circular. En el podemos apreciar una rueda solar, clara reminiscencia pagana de culto solar indoeuropeo en plena era cristiana. Aunque parezca raro o sorprendente, estos dibujos acompañaron a los guerreros y caballeros de los diferentes reinos medievales en la alta edad media hispánica. Puede apreciarse también en los dibujos del beato de Liébana, donde broqueles o ruedas solares, decoran como amuletos igualmente los escudos de esos antecesores del reino de Castilla. No quiere decir esto, que sobreviviera un culto solar como tal hasta el siglo XI. Si no mas bien, que la tradición de origen pagana, sobrevivió como símbolo identitario y quizás de superstición hasta esas épocas. Tradiciones y creencias, que se complementaban con el cristianismo y sus símbolos.

Los Pueblos de la Meseta Norte: Celtíberos y Vacceos. Part III

El sustrato cultural de los vacceos debe buscarse en la Cultura de Cogotas I y su ulterior evolución en el Bronce final y el inicio del Hierro, hacia el siglo VIII a.C., en la Cultura del Soto de la Medinilla. Ésta ofrece una formación paralela a la fase inicial de la celtibérica y del mundo carpetano del Bronce final, que se extiende hasta territorio astur y del norte de los vetones, lo que explica profundas afinidades entre todos estos pueblos. Pero mientras los celtíberos se fueron diferenciando por su organización sociocultural, crecientemente pastoril y guerrera, los vacceos mantuvieron siempre una economía predominantemente cerealista, en cierto modo complementaria de las de todos sus vecinos, que habitaban un medio ambiente mucho menos favorable.
El sustrato del Soto de la Medinilla se transforma a fines del siglo VI a.C. por la aparición de cerámicas de tipo Cogotas II, al sur del Duero, que pudieran reflejar un influjo vetón, aunque más al norte y al este parece perdurar aún más tiempo, hasta que, a partir del siglo IV a.C., debieron ir siendo dominados por los celtíberos y celtizarse en consecuencia hasta llegar a ser considerados celtíberos.
Sin embargo, mantuvieron costumbres ancestrales, como una organización agraria colectiva en la que se repartían anualmente los campos a suertes y se ponía la producción en común, o sus poblados de adobe con casas redondas, que sólo a partir del siglo IV a.C. se hacen rectangulares. Paralelamente, sus cerámicas pintadas son sustituidas por cerámicas decoradas a peine o con estampillas de origen vetón y se introduce desde el mundo celtibérico la generalización del hierro y la cremación en urna, con la peculiaridad de que las tumbas más ricas ofrecen ajuares en miniatura para ensalzar el estatus de su propietario, siendo excepcionales las tumbas con armas, tal vez correspondientes a jefes celtibéros.
A fines del siglo IV a.C. aparece el torno de alfarero y ahcia el III o II a.C. surgen los grandes oppida fortificados, a veces con murallas de adobe reforzado con vigas de madera. El de Pallantia (Palenzuela, Palencia), de más de 40 ha., da idea de la jerarquización territorial surgida de forma paralela a la última fase de la cultura celtibérica. La organización social, documentada por gentilidades y teseras de hospitalidad, evidencia también la profunda celtización de estas gentes al llegar la conquista romana. Esto se confirma por su onomástica y toponimia, si bien ésta especialmente conserva nombres iniciados con P, que revelan un sustrato precéltico común a carpetanos, pelendones y a los pueblos vetones y lusitanos, con los que parecen tener indudables afinidades, mientras que en la onomástica se aprecian vínculos con los pueblos septentrionales, probablemente a través de sus vecinos astures.

Protohistoria de la Península Ibérica
por Martín Almagro, Oswaldo Arteaga, Michael Blech, Diego Ruiz Mata y Hermanfrid Schubart

Los Pueblos de la Meseta Norte: Celtíberos y Vacceos. Part II

Hacia finales del siglo V a.C. parecen producirse ciertos cambios en la zona nuclear. En las tierras del Alto Tajo-Alto Jalón, que hasta esos momentos parecían ofrecer un relativo predominio cultural a juzgar por la riqueza de sus necrópolis, tienden a disminuir del ritual funerario las tumbas con armas, lo que puede indicar cambios ideológicos y sociales pero, además, coincide con una cierta preeminencia cultural que, a partir de esas fechas, parece desempeñar la altiplanicie soriana ocupada por los arévacos, quienes, según los textos, mantenían una vieja costumbre de no enterrar a sus muertos. Los arévacos, surgidos del mismo sustrato, pero dirigidos por nuevas minorías guerreras de tipo aristocrático y ecuestre, debieron de invertir la anterior situación y pasaron a ser la etnia predominante sobre los núcleo del Alto Jalón y de la serranía Soriana, atribuibles a lusones y pelendones respectivamente, e, incluso, sobre los mucho más iberizados belos y titos, explicándose así el máximo poder de los arévacos en la última fase de la cultura celtibérica y su importancia en las guerras contra Roma.
En la última fase, fechable a partir del siglo III a.C. y en gran parte sincrónica de la conquista romana, se caracteriza por el predominio político de los arévacos y por una paralela y profunda aculturización ibérica, especialmente de las zonas del Valle del Ebro, las más permeables y cuya cultura material apenas se distingue de sus vecinos ibéricos.
Se asimila la escritura, desde el sur en la parte occidental y desde el Ebro en la oriental, y la población se concentra en grandes oppida amurallados como Numancia, de 22 ha., que llegó a tener, según Apiano, 8.000 habitantes, lo que indica una fuerte jerarquización territorial sobre otras poblaciones menores y su predominio sobre otras etnias vecinas como pelendones, belos y titos, de las que existen referencias. Pero más significativo del desarrollo cultural es el uso de documentos escritos para recoger pactos de hospitalidad e incluso leyes, como la aparecida en Contrebia Belaisca (Botorrita, Zaragoza), que revelan la existencia de instituciones que los romanos denominaron como magistrados, prefecto, senado o consejo de ancianos y asamblea del pueblo, lo que prueba su desarrollo social y su aproximación hacia formas de vida urbana. Esto explica la existencia de edificios públicos, de los que había noticias por las fuentes escritas como se ha confirmado en Botorrita, donde ha aparecido un edificio de adobe de dos plantas y con columnas y en Tiernas, donde ha aparecido un templo urbano y un comitium.
Los pueblos celtibéricos formaban una sociedad patriarcal, cuyo elemento más característico eran las gentilidades o grupos suprafamiliares teóricamente descendientes de un patriarca común, que constituían la unidad básica de la sociedad a efectos de consanguineidad, justicia, religión, etc., y que están bien atestiguadas epigráficamente, pues formaban parte de la denominación de cada individuo.
Esta gentilidades constituían o se agrupaban en poblados, que se fueron jerarquizando a lo largo del tiempo hasta constituir la máxima agrupación sociopolítica, pues nunca las etnias llegaron a tener contenido político.
Otra institución fundamental, deducible de los ajuares funerarios y de la organización social, era la jefatura guerrera y en relación con ella la exitencia de vinculaciones personales, de carácter jurídico y sacro, como las reflejadas por la onomástica de quienes se llamaban Ambatus. Estas instituciones evidencian la fuerte jerarquía social de una sociedad pastoril y guerrera y explican la existencia de instituciones conexas como la devotio o consagración del jefe, los pacto de hospitalidad, jerarquías para comer o ritos de iniciación a la guerra, etc., a que hacen referencia historiadores antiguos.
Pero informados estamos de la religión, muy interconexada con estos usos sociales que tenían muy profundas raíces iedológicas. A un fondo muy antiguo se podría atribuir un culto naturalista, común a todo el Occidente y Norte peninsulares, concretado en peñas, aguas, bosques, etétera, y con ellos se pueden relacionar divinidades tutelares de poblaciones, gentilidades, etc., frecuentes especialmente por las zonas occidentales y que carecerían de todo tipo de antropomorfización ni representación iconográfica, lo que explica que algunos autores antiguos lo interpretaran como ausencia de divinidades.
Más concretamente célticos parecen dioses como Lug, máxima deidad de funciones muy complejas, o Epona, diosa de los caballos, animal psicopompo de la heroización ecuestre. Otras divinidades serían las Matres, deidades de la fecundidad atestiguadas en tierras de Soria y Burgos, etc. Estas divinidades ya son antropomorfas y con ellas pueden relacionarse otras representadas con formas animales, aunque la aparición de iconografía ya es de época tardía, evidentemente por influjo ibérico.
Se sabe la existencia de ritos, normalmente en peñas, bosques, etc., a veces sangrientos, incluso con sacrificios humanos, como en otros pueblos de la Antigüedad, y también rendían culto a las cabezas cortadas. Existían el vaticinio y la magia, pero no hay indicios de un sacerdocio institucionalizado de tipo druida.
Relacionados con los celtíberos deben considerarse los turmogos, que poblaban las parameras de La Lora y las tierras del centro de Burgos y Palencia. Estaban profundamente celtizados en su economía pastoril y organización social guerrera, evidenciada en las necrópolis de tipo Monte Bernorio y confirmada por la onomástica. Pero ésta ofrece también elementos más antiguos, procedentes del sustrato indoeuropeo y afines al mundo cántabro-astur, como su cultura material, de gran personalidad, con espadas de hierro de guardas curvas de origen atlántico y vasos de formas complejas, que traslucen la afinidad de estas gentes con los cántabros, con los que limitaban por el norte, mientras que los altos pies de sus cerámicas proceden del área vaccea y sus grandes broches de cinturón de la celtíbera situada más al sur.
Al occidente de los celtíberos estaban los vacceos, que ocupaban las llanuras sedimentarias de la cuenca del Duero, quienes además limitarían por el nordeste con los turmogos, por el oeste con los astures a partir del Esla, con los galaicos en la divisoria fronteriza del Duero y con los vetones a partir de la cuenca del Tormes y de la sierra de Ávila. Finalmente, al sur del Guadarrama, seguramente celtizado en época temprana, pudieron haber estado en contacto con los carpetanos.

Protohistoria de la Península Ibérica
por Martín Almagro, Oswaldo Arteaga, Michael Blech, Diego Ruiz Mata y Hermanfrid Schubart

Los Pueblos de la Meseta Norte: Celtíberos y Vacceos. Part I

El sistema Ibérico y las altas tierras del oriente de la Meseta constituían el territorio habitado por los pueblos que historiadores y geógrafos de la Antigüedad conocieron como celtíberos.
Todas estas tierras situadas por encima de los 1,000 m. de altura, eran de vida dura pero favorecían una ganadería estacional con deplazamientos invernales para su subsistencia, dada su estratégica posición sobre las planicies circundantes, lo que, junto a la organización socioeconómica jerarquizada, ayuda a comprender su tendencia expansiva y consiguiente mestizaje cultural con diversos pueblos limítrofes, que influirían, a su vez, en su propia evolución. Por el Valle del Ebro limitaban al norte, aproximadamente por la línea del Ebro, con pueblos vasco-pirenaicos como los autrigones, vardulos, vascones y suesetanos. Por el este limitaban con pueblos ibéricos como los sedetanos en la línea Huerva-Jiloca y pudieron llegar hasta las tierras de los edetanos e ilergavones por el sureste. Al sur de la serranía de Cuenca enlazarían con los celtizados olcades, que ocupaban las estribaciones meridionales del sistema Ibérico y la cuenca del Júcar, y al suroeste, con los carpetanos, que se extenderían a partir de la Alcarria y La Mancha Alta. Al oeste debieron penetrar por la cordillera Central desde las zonas de Ayllón y el Guadarrama y avanzarían hacia las llanuras ocupadas por los vacceos por la zona del Alto Arlanza, donde se sitúa Clunia (Coruña del Conde, Burgos), que, esgún Plinio, formaban junto a Segobriga (Saelices, Cuenca) los límites de la Celtiberia.
Los celtíberos, según las referencias históricas, estaban constituidos por diversas tribus o etnias menores, entre las que destacaban los arévacos de la llanura soriana, los titos y belos ya en la cuenca del Ebro hacia el Jalón y los lusones, situados entre el Moncayo y la ribera del Ebro, aunque otro grupo de éstos pudo extenderse hacia las fuentes del Tajo y las parameras de Molina de Aragón. Además, pueden considerarse asimiladas a estos celtíberos en sentido estricto otras etnias menores como los lobetanos de las serranías de Albarracín y Cuenca y los turboletas de la zona de Teruel, mientras que otros pueblos pueden considerarse como plenamente celtiberizados, como los pelendones y berones, que ocupaban las serranías de Soria y las tierras de La Rioja, respectivamente.
Todas estas gentes, como ya se ha señalado, ofrecen un sustrato común que arranca de la Cultura de Cogotas I y se modifica ulteriormente en la transición del Bronce final al inicio del Hierro por influjos tartésicos junto a otros posibles de zonas periféricas de los Campos de Urnas. Pero el elemento característico de su fase inicial, a partir de fines del siglo VII a.C., es la aparición de necrópolis de cremación de variados ritos y, aún más, de pequeños poblados de tipo castro, especialmente en el Alto Jalón-Alto Tajo y las serranías de Soria, en los que aparecen las características cerámicas pintadas, fíbulas de doble resorte, etc. En estas zonas, favorables para el pastoreo trashumante estacional de ovejas, surgiría una sociedad fuertemente jerarquizada, reforzada por la generalización en su armamento de los magníficos recursos en hierro de esas tierras, llegando a desarrollar una cultura de guerreros-pastores de gran capacidad de expansión.
Así se explica su preferencia por zonas pastoriles como el Sistema Central, por donde se debieron de ir extendiendo, especialmente a partir del siglo V a.C., aprovechando la similitud de medio ecológico; pero pronto aparecen por terrenos circundantes, llegando finalmente sus correrías a cubrir prácticamente toda la Península, si bien afectaron predominantemente a las zonas centrales y occidentales, las más favorables para su expansión, que se fueron celtizando.
La arqueología documenta la dispersión de elementos de su cultura material, como las características espadas de antenas o los castros defendidos con piedras hincadas contra la caballería, desde el núcleo originario, donde se fechan en el siglo VI a.C., hacia el sistema Central, donde no parecen anteriores al V, hasta Extremadura o incluso la zona galaica, donde deben ser evidentemente posteriores. Pero más interés que esa misma dispersión presentan los elementos más significativos de su cultura social, como los topónimos en -briga de sus poblados fortificados, su característica organización social suprafamiliar, conocida como gentilidades, o los documentos de sus pactos de hospitalidad, etc., y también el uso de determinados nombres como el de Ambatus, utilizado para designar al personaje vinculado a un jefe guerrero por un pacto clientelar, o el de Celtius, que indica cómo esta gente se autodenominaba celta, evidentemente por estar entre una población que mayoritariamente no lo era. Estos elementos, algunos de difusión muy tardía, como los nombres en Celtius o las ciudades en -briga, evidencian la complejidad de este fenómeno de celtización cultural.
La cultura celtibérica también fue evolucionando a lo largo del tiempo mientras se realizaba la creciente expansión de elementos celtibéricos por amplias áreas peninsulares. A partir del siglo V a.C. se generalizan las armas y los arreos de caballo, que nunca superan el 1% de las sepulturas, lo que evidencia su pertenencia a jefes-guerreros. A inicios del siglo IV se producen abandonos y la aparición de nuevos poblados y poco a poco comienza a introducirse el torno

Protohistoria de la Península Ibérica
por Martín Almagro, Oswaldo Arteaga, Michael Blech, Diego Ruiz Mata y Hermanfrid Schubart

miércoles, 21 de abril de 2010

Los Pueblos del Noroeste: Galaicos, Astures y Cántabros. Part II

Más interesante todavía es la tradición de la preeminencia de la mujer, bien señalada por Estrabón, que se ha interpretado como un indicio de matriarcado y que parece contrastar con la fuerte organización patriarcal de los pueblos indoeuropeos. Las mujeres cultivaban la tierra y heredaban las posesiones, casaban a sus hermanos, a los que daban dote, habiendo pruebas epigráficas de familias matrilineales y de actuar como jefe de familia el tío materno.
Igualmente arcaica era su economía, basada esencialmente en el consumo de bellotas gran parte del año y en una agricultura de laya o azada, pues el arado, como el carro, sólo parece haberse introducido tardíamente desde el ámbito céltico. Estos medios de subsistencia se complementarían con la ganadería, más desarrollada en Gallaecia que entre los astures y cántabros. Estas costumbres coinciden con otras transmitidas desde la Antigüedad por contrastar con el mundo entonces civilizado, como dormir en el suelo, usar recipientes de madera en vez de cerámica, lo que puede explicar la mala calidad de muchas cerámicas hasta época tardía, el uso de piedras puestas al fuego para hacer hervir el agua o de mantequilla en lugar de aceite, el beber normalmente agua o cerveza, esto seguramente por influjo céltico, reservando excepcionalmente el vino para ocasiones como banquetes familiares, etc. Los historiadores antiguos han transmitido incluso otras costumbres consideradas aún más bárbaras, como la de lavarse con orina podrida, particularmente los dientes, o la de entonar cánticos de victoria, como hacían los guerreros cántabros cuando eran crucificados. Por el contrario, tal vez otras costumbres a que se refiere Estrabon, como la de comer en bancos comenzando por los más ancianos, puedan indicar tradiciones patriarcales de tipo indoeuropeo. Del mismo tipo podrían ser costumbres como el suicidio de los ancianos o el despeñar a los condenados y apedrear a los parricidas fuera de los confines del grupo.
El mismo fenómeno se documenta en la religión. Ésta ofrece carateres arcaicos, como la adoración a elementos naturales tales como aguas, montes, bosques, etc., sin ningún componente iconográfico, lo que explica las referencias de que carecían de dioses o la noticia de que danzaban los plenilunios adorando a una divinidad innominada. Algunas de estas tradiciones ofrecen paralelos en las zonas indoeuropeas menos celtizadas, como las divinidades de los caminos, las tutelares de castros o grupos sociales que suelen empezar por Bande-, etc., cuyo culto se extiende por Gallaecia y Lusitania, a las que se deben añadir otros numerosos teónimos de tipo antiguo conservados en la epigrafía.
También hacían sacrificios a Marte, tal vez identificable con el dios indígena Cossu de astures y galaicos, de machos cabríos, prisioneros y caballos. Vaticinaban sobre las entrañas, cortaban las manos a los prisioneros y celebraban hecatombes y luchas, carreras y combates colectivos, bebían la sangre de los caballos sacrificados, etc. Algunas de estas costumbres parecen reflejar una posible celtización religiosa, dada su estrecha relación ideológica con costumbres guerreras que se han debido de imponer plenamente poco antes de la conquista romana.
En la lingüística cabe asimismo apreciar el arcaísmo de estos pueblos. Parece existir un sustrato muy antiguo, seguramente preindoeuropeo, peor conservado en Gallaecia que en Cantabria, donde permite relacionarlo con el vasco, con topónimos como Laredo, Selaya, etc. Sobre este sustrato pueden señalarse otros topónimos indoeuropeos, como Lama, Deva, Nava, y más evidentes son los elementos célticos en topónimos, antropónimos e incluso en residuos del vocabulario actual, especialmente en la agricultura. En la onomástica, por último, es interesante señalar que junto a escasos nombres típicamente galaicos o astures, la mayoría son comunes a los lusitanos y vetones, existiendo otros de origen céltico como Ambatus, Celtius, etc., especialmente entre los astures.
Sobre el antiguo sustrato, a partir de una fecha bastante avanzada, se aprecian indudables indicios de un proceso inicial de celtización, que se vería interrumpido por la conquista romana y la consiguiente pero tardía romanización. Este proceso no parece muy anterior al siglo III o incluso II a.C., siendo lógica su posterioridad al de las zonas vaccea, vetona y lusitana, lo que parece confirmar la graduación temporal de la celtización de las tierras peninsulares, también observada en el Suroeste. Además, tampoco parece uniforme, pues resulta más fuerte y evidente, al menos en ciertos aspectos, entre los astures que entre galaicos y cántabros, tal vez por su vinculación con los vetones, de los que habrían ya aceptado la organización gentilicia y gran parte de su onomástica. Pero esta celtización tampoco sería general, pues apenas parece haber afectado la economía o la organización social galaica, aunque en la misma zona se había introducido el uso de torques o collar de los guerreros, indicio evidente de minorías celtizadas, y aparecen frecuentes topónimos e incluso etnónimos de tipo celta, siendo el conjunto de estos elementos el que da la clave para comprender correctamente las características étnicas de estos pueblos y de su compleja e incompleta celtización.
Protohistoria de la Península Ibérica
por Martín Almagro, Oswaldo Arteaga, Michael Blech, Diego Ruiz Mata y Hermanfrid Schubart

Castro celta de Argueso (Cantabria)