Añadamos aparte otro indicio de la persistencia de la epopeya entre los visigodos después de establecidos en Galia y en España, el extraordinario renombre que gozó en todo el mundo germánico un héroe que hemos de tener por visigodo, al que llaman “Walter de España” los poemas alemanes del siglo XIII, los Nibelungos y el Biterolf, así como la compilación noruega del mismo siglo, conocida antes con el nombre de Vilkinasaga y hoy con el de Thidreksaga. Un monje de Saint Gall, que en el siglo X puso en hexámetros latinos la leyenda de este celebrado personaje, la llama Waltarius Aquitanus. Ahora bien, este héroe que vivió en la época del gran imperio de los hunos bajo Átila, nos conserva en su doble sobrenombre de Español y Aquitano un recuerdo vago, pero exacto, de una pasajera extensión territorial del reino visigodo, que durante noventa años, y precisamente en la época de Átila, comprendió toda la Aquitania además de España.
Tal recuerdo debe ser contemporáneo del héroe, o poco menos, ya que no es de suponer que subsistiese varios siglos después de haber desaparecido de la faz de Europa, no sólo ese reino hispanoaquitano, sino el mismo reino visigodo de España. Por esto creo que es preciso asentir a la opinión de J. Grimm, quien veía en la famosa leyenda de Walter la contribución aportada por los visigodos al tesoro común de la poesía heroica de las naciones germánicas, opinión sostenida después, e independientemente, por Milá Fontanals y por W. Müller. Y en modo alguno nos puede extrañar que Walter fuese cantado por otros pueblos germánicos distintos de los visigodos, pues entre las diversas familias de raza germánica era completa la comunidad de héroes: Sigfrido era probablemente un héroe franco, Teodorico de Verona un héroe ostrogodo; y sin embargo, los cantos del siglo XIII, que los celebran, son alemanes, anglosajones o escandinavos, y no franceses ni menos italianos, pues en sus patrias ya no quedaba memoria de tales héroes.
De este Walter de España se contaba que, hallándose con su esposa en rehenes en la corte del rey huno Átila, huyeron ambos, llevándose el tesoro del rey; perseguidos por los hunos (según cierta versión), o atacados (según otra) por los francos o los borgoñones, Walter sostuvo un encarnizado combate para defender su tesoro y su esposa. A todos vence; y sobre aquel campo de batalla regado de sangre, donde el héroe perdió una mano, el rey Gunther un pie, Hagen un ojo y varios dientes, se sientan vencedores y vencidos para beber y reír, olvidando lo pasado, y luego se separan. Walter se encamina a su patria, donde llega felizmente y se casa con su prometida, Hildegunda, la cual es originaria de Aragón, según cierto fragmento conservado de un poema en alto alemán sobre este héroe.
Tal recuerdo debe ser contemporáneo del héroe, o poco menos, ya que no es de suponer que subsistiese varios siglos después de haber desaparecido de la faz de Europa, no sólo ese reino hispanoaquitano, sino el mismo reino visigodo de España. Por esto creo que es preciso asentir a la opinión de J. Grimm, quien veía en la famosa leyenda de Walter la contribución aportada por los visigodos al tesoro común de la poesía heroica de las naciones germánicas, opinión sostenida después, e independientemente, por Milá Fontanals y por W. Müller. Y en modo alguno nos puede extrañar que Walter fuese cantado por otros pueblos germánicos distintos de los visigodos, pues entre las diversas familias de raza germánica era completa la comunidad de héroes: Sigfrido era probablemente un héroe franco, Teodorico de Verona un héroe ostrogodo; y sin embargo, los cantos del siglo XIII, que los celebran, son alemanes, anglosajones o escandinavos, y no franceses ni menos italianos, pues en sus patrias ya no quedaba memoria de tales héroes.
De este Walter de España se contaba que, hallándose con su esposa en rehenes en la corte del rey huno Átila, huyeron ambos, llevándose el tesoro del rey; perseguidos por los hunos (según cierta versión), o atacados (según otra) por los francos o los borgoñones, Walter sostuvo un encarnizado combate para defender su tesoro y su esposa. A todos vence; y sobre aquel campo de batalla regado de sangre, donde el héroe perdió una mano, el rey Gunther un pie, Hagen un ojo y varios dientes, se sientan vencedores y vencidos para beber y reír, olvidando lo pasado, y luego se separan. Walter se encamina a su patria, donde llega felizmente y se casa con su prometida, Hildegunda, la cual es originaria de Aragón, según cierto fragmento conservado de un poema en alto alemán sobre este héroe.
Ramón Menéndez Pidal
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