domingo, 27 de junio de 2010

La huella germanica en Pais Vasco y Navarra

Normalmente se suele asociar el país Vasco y Navarra, a un solo grupo étnico, el cual aun sin quitarle la importancia histórica que tiene étnicamente en dichas tierras. Como todo pueblo del siglo XXI, no es único, ni puro, ni homogéneo a sus ancestros. Así pues, aun cuando los vascos son la etnia predominante, y en cierto sentido la que mas influyo histórica y culturalmente en esas tierras, no fue la única que se estableció y dejo su impronta histórica.
Hemos visto ya el caso de Froya, el noble visigodo que escapo al país Vasco, desde donde organizo una resistencia contra la corte de Toledo. Y es que desde que la península fue parte consolidada del reino visigodo Toledano, el país Vasco, fue igualmente una zona poco germanizada, semi salvaje, donde encontraron refugio grupos de rebeldes a la corte y disidentes religiosos. Sabemos y hemos comprobado, como una de las principales causas de las guerras civiles entre visigodos en la Hispania germánica, fueron las disputas religiosas entre arrianos y católicos. Guerras estas, que se extendieron al resto de Europa, enemistando a diferentes pueblos germanos como Francos (católicos) y burgundios (católicos) contra visigodos (arrianos ).
Las enemistades y persecuciones religiosas de los visigodos, llevaron a algunos nobles a la huida para salvar la vida. Es natural pensar que la zona mas próxima, y que escapaba al control del reino toledano, era precisamente las vascongadas. De esta forma los grupos insurgentes o rebeldes a la política goda, se establecieron en las tierras vascas, pactando en algunos casos con los propios nativos, o estableciéndose temporalmente hasta pasar a las tierras francas.
Igualmente los conflictos que enfrentaron a los francos merovingios contra los visigodos. Se resolvieron en algunos casos en las tierras de nadie de los vascones. Utilizando los nobles, reyes, y guerreros francos las tierras de Euskadi como base de operaciones desde donde organizar sus ataques contra los godos del interior. Pactando normalmente con los nativos vascones tratados de no agresión. Incluso uniéndoles a sus tropas con la promesa de saqueos y riquezas.
Así pues los estudios de A. Azcarate Garai sobre las necrópolis de Alpaieta (Nanclares de Gamboa – Álava) y Buzaga (Elorz – Navarra). Atribuidas en un primer tiempo a los visigodos. Fueron después consideradas como franco merovingias del siglo V. Y atribuidas casi con total seguridad a la ayuda que desde el reino franco se ofreció a los vascones. Dicho sea esto de paso, utilizando a las tribus nativas para los propios intereses político religiosos del reino de mas allá de los Pirineos.
No podemos deducir ni demostrar hoy en día, hasta que punto las poblaciones germánicas se mezclaron étnicamente con las poblaciones nativas vascas. Ni cual fue la densidad de población que paso o se estableció durante un tiempo indeterminado en esos territorios. Pero si podemos demostrar que históricamente país Vasco y Navarra fueron tierras de herencia germánica durante un periodo de tiempo. Y deducir al encontrar necrópolis de estos pueblos, que aun cuando no dejaron una huella seria de asentamientos humanos, si que se establecieron y enterraron a sus muertos en las tierras vascas.
Podríamos decir que la Navarra no pirenaica, fue de las dos tierras la mas germanizada. Ya que no solo fue parte de la historia comentada mas arriba, si no que a posteriori vio una nueva “repoblación” de gentes godas en sus campos.
Muchos años después, con una España desmantelada por la invasión de los árabes. Y donde grupúsculos de nobles establecieron los cimientos de los diferentes reinos hispánicos. El Pias Vasco y Navarra, fueron una vez mas consolidadas como reinos de herencia germánica. Ya que los señores del señorío de Vizcaya y reyes de Navarra, no fueron mas que los descendientes de los viejos nobles del reino godo de Toledo. Que desde Asturias, y después León, crearon y dieron forma a todos los nacientes reinos hispánicos de la edad media. Es por esta razón fácilmente demostrable, que la mayoría de nobles y reyes de la historia de Navarra y país vasco (antiguo señorío de Vizcaya), eran familiares directos de diferentes reyes hispanos, cuyos linajes se extenderían hasta los tiempos de la reconquista en la cornisa Cantábrica. Y en algunos casos mas cercanos en el tiempo, a reyes y nobles descendientes de los francos de Aquitania.
Teolfo Rodríguez

sábado, 26 de junio de 2010

Calatayud 2010 - Corona de Aragon

Fiestas Calatravas de Jaen

La caballería hispánica

Este es el primero de una serie de artículos sobre los ejércitos, los guerreros y las armas en la Hispania pre-romana, y su continuación en la época de dominación por los romanos, en los que se expondrán de forma temática los elementos que los componían, su evolución, y otros aspectos que puedan ser de interés.

El caballo como elemento sagrado.
Entre las actividades sociales y militares de los antiguos hispanos, el caballo adquirió una gran importancia; era honrado casi como una divinidad, y se le dedicaron santuarios, como el descubierto en Mula (Murcia), además de la considerable colección de esculturas que lo representan con sus guarniciones Otra fuente arqueológica que lo prueba es la cantidad de pinturas en vasos cerámicos decorados con escenas de caza y de guerra encontrados, entre otros yacimientos, en la antigua Líria, en Valencia. Una fuente adicional la constituyen los ex-votos de bronce hallados en algunos santuarios de Andalucía, que generalmente representan guerreros montados en actitud, supuestamente, de oración.

Las unidades de caballería.
Los hispanos hacían un uso excepcional de la caballería en sus campañas, no solamente en suelo hispánico, sino también en los servicios mercenarios que a lo largo del tiempo prestaron a diversos ejércitos (griegos, cartagineses, romanos...). Un buen ejemplo de su eficacia lo constituyen las campañas de Aníbal, durante las cuales su ejército incluía numerosos contingentes de caballería hispánica.
A pesar de estas referencias, no parece que en las campañas en Hispania participasen grupos de caballería hasta el siglo V aC, entendidas como unidades de combate, sino que los caballos se limitarían a servir a los nobles que los disponían, de medio de transporte hasta el campo de batalla. De hecho, hasta el siglo III aC no se puede hablar de unidades de caballería debidamente formadas.
Cumplían no solamente el tradicional papel de distracción del enemigo con ataques periféricos de la caballería ligera, sino que también demostraron ser capaces de derrotar a la mejor caballería romana cuando eran conducidos por hábiles comandantes. Poseidonios, que escribió sobre la caballería hispánica, los consideraba superiores a los númidas [R. Treviño “Romes Enemies (4): Spanish Armies 218 BC-18 BC)].
A pesar de todo, nada hace suponer que los pueblos hispanos dispusieran de verdaderas unidades de caballería, con un sistema organizativo, táctico e incluso logístico propio y diferenciado del resto del ejército. En realidad, en la época inicial, se trataría de una "infantería montada", en la que los guerreros que podían costearse el mantenimiento de un caballo lo utilizaban exclusivamente como medio cómodo y distinguido de transporte hasta el campo de batalla. Esta forma de combatir estaba falta de la gran ventaja de la caballería: la superioridad psicológica respecto a un enemigo a pie, el estruendo de una unidad de caballería lanzada al galope, la altura del jinete, que compensa la su inferior estabilidad, y también la capacidad de retirarse a gran velocidad si las circunstancias así lo aconsejaban.

Las guarniciones de los caballos.
En el ámbito ibérico, llama la atención la escasez de hallazgos de bridas de caballos y espuelas en las tumbas. En una necrópolis tan importante como es la de Cabezo Lucero, no se ha encontrado ni una sola guarnición de caballo ni espuelas, cuando más de la mitad de las tumbas contienen armas. Esta escasez se mantiene en otros lugares como Los Villares, en Albacete, o en Galera, Granada. La misma situación se da en otros yacimientos importantes más tardíos, como la Serreta de Alcoi, donde en cerca de un centenar de tumbas no se encontrado ninguna brida y solamente alguna espuela, o Cabecico del Tesoro en Murcia, con 600 tumbas, ninguna brida seguro y, también, solamente alguna espuela.
Entre el medio millar de sepulturas de El Cigarralejo, tampoco se han hallado apenas guarniciones, que se limitan a siete bridas y alguna espuela en un 2,8% del total de las sepulturas; en el conjunto de Almedinilla, en Córdoba, donde se han perdido las asociaciones, hay un panorama parecido. En conjunto, y a título indicativo, bridas y espuelas suponen solamente un total del 4,5% de las armas, en el sentido más amplio de la Edad del Hierro en el ámbito ibérico (Datos expuestos por Fernando Quesada Sanz “¿Jinetes o caballeros? En torno al empleo del caballo en la Edad de Hierro peninsular”. Madrid, 1997).
Es muy poco frecuente, por otra parte, encontrar guarniciones sin asociación con armas, lo que indica la íntima relación entre las dos categorías de objetos. Desde este punto de vista, es también significativo que en solamente un 6,6% del total de 700 tumbas ibéricas con armas aparezcan guarniciones de caballo, y que estas tumbas son, por término medio, las de una mayor riqueza y complejidad del ajuar funerario.
No se aprecia una variación importante a lo largo del tiempo, de forma que ni en las tumbas más tardías de Cabecico del Tesoro, que llegan hasta el siglo I aC, o en El Cigarralejo, se multiplican las guarniciones de montar según avanza el tiempo.
Los caballeros hispanos decoraban las guarniciones de sus monturas de una forma espectacular, a veces exagerada. En las pinturas sobre cerámica que se conservan se pueden observar unas ornamentaciones frontales prominentes, sujetadas a las riendas. Utilizaban diversas formas y tamaños y, posiblemente, muchos colores, generalmente basados en un pivote central de metal (hierro, bronce, y en el caso de nobles, plata) que aguantaba unos ornamentos en forma de flor, hechos de crines o fibras vegetales coloreadas.
Los iberos tenían unos conocimientos de doma muy avanzados, y entrenaban y montaban los caballos con gran maestría. Un ejercicio frecuente consistía en hacer que el caballo se arrodillara y permaneciera en silencio a una señal determinada de su dueño, con el objetivo de ser utilizado en el contexto de la guerrilla.
En la batalla, los caballeros desarrollaban el papel de “dragones”: desmontaban para luchar a pie al lado de la infantería en caso de emergencia. En otras ocasiones formaban un circulo con los caballos en el centro, probablemente para proteger los valiosos animales de cualquier ataque.
El armamento de los caballeros parece que no difería excesivamente del de los guerreros a pie, y estaba formado por lanzas y espadas. El escudo favorito de la caballería era el caetra, lo que hacía que el costado izquierdo del caballo no se pudiese utilizar.

El caballo en el arte ibérico.
No obstante, la escasez de bridas o espuelas halladas contrasta con la frecuencia con la que el caballo aparece representado en la iconografía. En los monumentos escultóricos antiguos, datables a principios del siglo V aC, como en Porcuna, Jaén, o en Los Villares, Albacete, la imagen del caballo se presenta con frecuencia y de forma destacada. En Los Villares, en forma de un caballero orgullosamente montado sobre el caballo que corona un túmulo funerario; en Porcuna la escena es bélica, pero, significativamente, un guerrero delante de su enemigo va a pie y conduce el caballo por las riendas; está combatiendo desmontado. En otras piezas, como el caballo de Casas de Juan Núñez, la excepcional calidad y cuidado en los detalles de las guarniciones, indica claramente la importancia de este animal, sin olvidar la existencia de santuarios dedicados a una divinidad de los caballos, como el de El Cigarralejo en Murcia y otros de la cuenca del Genil.

El caballo como símbolo de estatus.
En conjunto, la sensación que se tiene y que conforma la hipótesis de trabajo que suelen manejar historiadores militares y arqueólogos, es la de que entre el siglo VI aC y el III aC en el territorio ibérico el caballo era un símbolo importante de estatus, empleado con esta significación en los monumentos funerarios; un elemento tan importante, que, como hemos mencionado antes, incluso existía una divinidad de los caballos. No obstante, su uso se limitaría a los estamentos dominantes de la sociedad, quienes los exhibirían en los monumentos escultóricos colocados encima de sus tumbas. La existencia de una verdadera clase de hippeis o equites estaría, además, reflejada en la presencia de un número muy reducido de guarniciones de caballos en los ajuares funerarios de las tumbas más importantes.
No obstante, el mismo coste del animal, la misma importancia que la iconografía aristocrática le otorgaba, induce a que no habría una verdadera caballería como arma, es decir, no existiría un número suficiente de "caballeros" para forma unidades de jinetes.
A partir de finales del siglo III aC, con la entrada de la Península Ibérica en el marco de las Guerras Púnicas, se empieza a tener más fuentes de información. Por un lado, las escenas figuradas en las cerámicas del estilo de Líria presentan algún friso de guerreros a caballo que podrían indicar la presencia de una verdadera caballería. Por otro lado, las fuentes literarias que se refieren a la participación indígena como auxiliares de cartagineses y romanos o, poco más adelante, como oponentes de los mismos romanos, ya mencionan la presencia de considerables fuerzas de jinetes, como los trescientos ilergetas que dejó Aníbal como guarnición en Hispania antes de cruzar los Pirineos, o los 2.500 jinetes que, con 20.000 infantes, consiguieron reunir Indíbil y Mandonio de entre diversos pueblos coalicionados para enfrentarse a Roma el 206 aC, cifra que fue aumentando, según las fuentes literarias, especialmente Tito Livio, a unos 30.000 infantes y 4.000 jinetes en una nueva campaña al año siguiente. En estas mismas décadas, cartagineses y romanos habían reclutado contingentes auxiliares considerables, entre los que se describen numerosas tropas de caballería.
Por tanto, en base a estas fuentes literarias, a lo largo del siglo III aC se habían dado las condiciones para la aparición de suficientes caballos y jinetes para que los diversos pueblos pudiesen tener un número considerable de caballeros, y sus confederaciones llegasen a tener miles. Tal vez este proceso tuviese algo que ver con la descomposición de las antiguas monarquías sacras y aristocracias heroicas ibéricas características de los siglos VII-IV aC con la aparición de un número creciente de cortejos guerreros, a la manera de los hetaroi y devoti, y tal vez con una hipotética extensión de la ganadería caballar.
El otro supuesto es que la explosión de una verdadera caballería de jinetes, por oposición a los antiguos caballeros individuales de plena época ibérica, se debería, más que a un desarrollo interno, al impulso de las necesidades militares de cartagineses y romanos, que ya tenían su propia y sólida infantería, y que necesitaban infantería ligera y caballería. Este sería el caso más frecuente en adelante, cuando a medianos del siglo I aC Hispania se vio inmersa en las sucesivas guerras civiles romanas. Entonces, César y Pompeyo pudieron reclutar jinetes hispanos a miles, como por ejemplo los 3.000 reclutados el 48 aC por Q.Casius Longi. De todas formas, esta caballería entraría en el marco de la historia militar romana republicana.

A partir de las guerras púnicas.
En lo que se refiere a los pueblos del interior peninsular, la situación durante los siglos anteriores a la II Guerra Púnica es parecida a la descrita para el ámbito ibérico, aunque con una diferencia: los elementos iconográficos que permiten defender la existencia de una verdadera clase de "caballeros" propietarios en el mundo celtibérico son mucho menos frecuentes. En cambio, la proporción de tumbas con guarniciones de caballo, aun cuando tan escasa respecto al total de sepulturas como en el ámbito ibérico, es más elevada en relación al total de tumbas con armas. Efectivamente, en los dos ámbitos la proporción de tumbas con guarniciones es mínima, inferior al 3%; no obstante, mientras que en las zonas ibéricas solamente un 6,6% de las tumbas con armas tienen guarniciones -sobre una muestra analizada de 700 tumbas con armes- en la Meseta la proporción es del 21,4%, sobre una muestra de 322 tumbas.
Esto podría indicar la existencia de una cantidad suficiente de caballeros como para justificar la existencia de una "caballería" propiamente dicha. Asimismo, el número absoluto de tumbas con guarniciones es muy bajo, incluso inferior al del ámbito ibérico, por lo que los estudiosos consideran el dato inseguro. Como hipótesis de trabajo, se podría argumentar que la mayoría de jinetes no llevarían guarniciones metálicas, sino solamente cuerdas sencillas para guiar los caballos, a la manera de los númidas. No obstante, esta hipótesis no encaja con la composición de los ajuares conocidos, porque un hilo sencillo es de muy fácil fabricación, y ni siquiera necesita unas calidades de resistencia o de flexibilidad similares a las de una espada o de un puñal.
Si los iberos o los celtíberos no hubiesen podido fabricar bocados, tampoco habrían fabricado puntas de hierro, contentándose con estacas puntiagudas. Por tanto, las referencias de algunas fuentes referidas a celtíberos y lusitanos documentan una forma característica de combate propia de una "infantería montada" más que de una verdadera caballería, hasta el punto que Polibio menciona que los celtíberos llevaban una estaca de hierro para clavarla en el suelo y sujetar en ella los caballos en la retaguardia mientras luchaban a pie al lado de la infantería.

Jinetes de Hispania en las Legiones romanas.
A partir de la total anexión romana de Hispania, desde los tiempos de Augusto, es cuando las fuentes literarias romanas empiezan a insistir en la calidad de los caballos hispanos. No obstante, las referencias a reclutamientos de alae auxiliares de caballería en Hispania son comparativamente reducidas, y en cualquier caso las alae Asturum, Vettonum o Arevacorum pronto perderían su composición étnica original, una vez destinadas a la defensa de remotas fronteras del Imperio.
Hispania era rica en caballos salvajes, según se describe en textos romanos, duros, de gran belleza, i de un tamaño mediano. Estrabón y Poseidonios mencionan que, a menudo, iban montados por dos hombres durante largas distancias. Los caballeros usaban riendas y espuelas, pero no conocían ni los estribos ni la silla como tal. Cubrían los caballos con una especie de manta; un fragmento de estuco pintado, descubierto hace unos pocos años, muestra un caballero sentado sobre una piel de felino, probablemente de lince; el leopardo era desconocido en Hispania.
Durante el siglo IV aC, los celtíberos contribuirían notablemente a la caballería con la utilización del calzado para caballos, que más tarde sería seguido por los ejércitos romanos. Los ejemplares conocidos más antiguos provienen de necrópolis del centro de Hispania. Esta invención aumentó notablemente el potencial militar de la caballería, e influenció la organización de los ejércitos: en los hispánicos, la proporción de caballeros formados era entre el 20 y el 25% del total de fuerzas, a la manera cartaginesa, mientras que en Roma los ejércitos no contaban más que con un 10 a un 14% de caballería.
La necesidad que tenían los romanos de esta arma la compensaban generalmente con el reclutamiento de tropas auxiliares. Así, se conoce que Cayo Valerio Flaco, quien en el año 93 aC, según Apiano, había aniquilado 20.000 celtíberos y pasado a cuchillo la mayor parte de los habitantes de la población de Segeda, fue el encargado, como gobernador de la Citerior, de organizar una leva de indígenas para su envío urgente a la Península Itálica como complemento de las fuerzas romanas en guerra contra los itálicos.

Los jinetes condecorados en Ascoli.
No se conoce el volumen de esta leva, entre los que se incluirían los jinetes del escuadrón que se menciona en el bronce de Ascoli, pero que fueron “importados” lo prueba la mención que se hace en el documento de jinetes hispanos, en general, de los que la turma Sallvitana, por tanto, constituiría una muestra. Esta placa de bronce, en caracteres latinos, documenta la concesión de honores militares y la ciudadanía romana a un escuadrón de caballería compuesto íntegramente por jinetes hispanos, por su valeroso comportamiento durante el sitio de Asculum (Ascoli), una plaza fuerte de los rebeldes itálicos que se enfrentaron al estado romano durante la llamada Guerra Social, en el año 89 aC.
El bronce recoge un doble decreto de Cneo Pompeyo Strabo (ver Anexo), imperator, dictado en las afueras de Asculum en presencia de su consilium, el 17 de noviembre del año 89 aC. En el primer decreto, se concede la ciudadanía romana a treinta jinetes hispanos, componentes de la turma Sallvitana, por su valerosa conducta durante el sitio de la ciudad de Ascoli, “equites Hispanos cives Romanos fecit ex lege Iulia”. El segundo decreto les otorga, además, condecoraciones, dona militaria. El decreto menciona la concesión del cornicle y la pátera, torques, brazaletes y medallones, y doble ración de trigo.
Este escuadrón de jinetes hispanos debió tomar su nombre del oppidum de Saltuie que estaba situado, según Plínio en el lugar donde más tarde fue fundada la colonia de Caesaraugusta. Los nombres de sus treinta componentes aparecen mencionados en el bronce de acuerdo con sus comunidades de origen, una decena pertenecían a las tierras interiores de Cataluña y el valle medio del Ebro; por tanto, de los pueblos de los ausetanos, lacetanos, ilergetas y bascones.
En el aspecto militar, el bronce de Ascoli también evidencia la promoción de la población indígena del país; es la primera mención segura de milites hispanos fuera de la Península, y al servicio de Roma, aparte, naturalmente, de les tradicionales tropas auxiliares mercenarias, utilizadas por los griegos de Sicília, por los cartagineses, en gran cantidad en la expedición de Aníbal a la Península Itálica, y por los mismos romanos durante la conquista de Hispania.

Devotio iberica; la fidelidad hasta la muerte de los hispanos

Los guerreros hispánicos pasaron por ser de los mas famosos por su fiereza y valentía en el mundo antiguo. No en vano la península Ibérica fue la primera de las provincias que el imperio romano ataco, y la ultima de las provincias en ser totalmente dominada. Los mas famosos actos de heroicidad de Numancia, o las guerras cantabras, no son si no un cúmulo de heroicidades sobre un conjunto de anónimos actos de valentía. Los mercenarios celtibericos fueron reconocidos por su valor y arrojo en el combate, tanto por los cartagineses como por los romanos, muchos de cuyos señores querían y exigían mercenarios celtibericos entre su guardia personal de elite, puesto que sabían que eran los mejores en su trabajo.
En una sociedad como esta... no era de extrañar que se creara la conocida como devotio ibérica, muestra del grado de valentía, dedicación a la guerra, al caudillo y a la fidelidad de la palabra dada, que tenían los antiguos hispanos.
La devotio ibérica, consistía en un pacto de clientela militar acompañado de un juramento, ante una divinidad nativa. Posiblemente el dios de los juramentos ibérico, Tvgoti / Tugotus, en virtud del cual el guerrero ofrecía su vida a la divinidad en caso de que, en plena batalla, peligrara la del Jefe, al cual había jurado defender hasta la muerte. Para el devoto era un deshonor no saber defender al caudillo al que había jurado defender en la batalla. Por lo cual si el líder moría, el devoto se sentía deshonrado, y moralmente debía sacrificar su vida en un suicidio ritual, entregando su alma al dios al que se la había entregado en un ritual si su misión fracasaba. La devotio ibérica fue una practica inicialmente puesta en escena por los pueblos ibéricos, aun cuando con el tiempo por influencia de estos, se extendió a otras zonas de la celtiberia. Sobre todo aquellas que tenían una mayor influencia directa con el mundo de los ibéricos, llegando con el tiempo a ser una tradición de lealtad militar claramente extendida por la península ibérica.
Si bien es cierto que el ritual religioso litúrgico que se empleaba no se conoce, no menos cierto es que algunos datos han llegado hasta nosotros, y que puestos a imaginar posiblemente con total seguridad el ritual empezaría con una ceremonia en algún lugar sagrado para el clan. Fuera este una cueva, santuario o templo de piedra, quizás algún bosque. Donde bajo la presencia del dios de los juramentos Tugotus, representado por una efigie grotesca tallada en piedra o en alguna madera. El nuevo iniciado se vincularía por su lealtad al juramento de defender al caudillo del clan con su vida, y si eso no fuera así pagaría con su vida. Ante esto se pondría como testigo al dios y a algunos numenes infernales.
En este ritual el guerrero debía acudir desnudo como muestra de pureza y con sus armas hacia abajo como muestra de sometimiento leal al jefe. Un guerrero de rango superior le tomaría el juramento en una ceremonia con oraciones olvidadas en viejas tradiciones.
La devotio ibérica, fue por lo tanto la consagración de la propia vida a un jefe, en virtud de fórmulas mágico-religiosas, que tenía lugar entre los pueblos de la España Antigua. En el concepto de la devotio entran dos elementos: uno de carácter religioso, según el cual, ciertas divinidades, probablemente infernales, se contentarían con la muerte del devotus a cambio de la del jefe; y un segundo elemento, de carácter meramente social, que la relaciona íntimamente con la clientela militar. La devotio iberica es una forma de la clientela militar hispana y tenía por objeto exclusivo la guerra. El suicidio de los devoti, cuando muere el jefe, se explica porque la muerte es la única forma de expiar el delito de no haber protegido suficientemente al patrono. La devotio Ibérica tiene similitudes con la devotio romana y el comitatus germano. Si bien ambas instituciones poseían carácter bilateral, sus miembros formaban una verdadera escolta y el número de componentes era reducido, la diferencia entre ellas reside en que el comitatus carece de vínculo religioso.
En la península Ibérica la devotio se encontraba muy extendida, como se desprende del gran número de devoti, que acompañaban a Sertorio. Otros caudillos tenían muchos devoti, como Mario, Pompeyo, César, Craso, Afranio y Petreyo. Las escoltas militares, a las que fueron tan inclinados los romanos, seguramente estaban compuestas por devoti. Éstos se encontraban en una situación de privilegio con respecto a los simples clientes. El siglo I a. C. fue, sin duda, el periodo de máximo auge de la devotio. Se ha pensado que la devotio ibérica influyera en el origen del culto al emperador. El ritual era el mismo que el de la clientela: presentación del cliente al patrono, reconociéndole por jefe, y aceptación por éste de su persona. Posiblemente existía una ceremonia especial, con un sacrificio, de la que quedarían huellas en el juramento de Ampudio. Tal vez hubiera un sacrificio humano y el de su caballo, ya que con ambos se refrendaban los pactos. La devotio ibérica es una institución típica de Celtiberia. Su aparición en Aquitania se explica por influjo hispano. Decae a comienzos del Imperio.
Hasta aquí mas o menos el lado histórico de lo que fue la devotio ibérica, ¿Pero que represento realmente esta tradición?, ¿qué podemos encontrar y entender en su espiritualidad y simbolismo?.
Por encima de conceptos y análisis históricos de lo que fue la Devotio Ibérica, tenemos que encontrar y entender su simbolimo.. La fidelidad y la lealtad a la palabra dada. La veracidad de una época en la que el juramento y la palabra era suficiente causa para morir por ello sin que hicieran falta la firma en un papel. Conceptos estos que el mundo materialista en el que vivimos a duras penas puede entender. Simplemente fueron leyes de nuestros antepasados. Un mundo gobernado por el honor y la lealtad, donde la vida no era una satisfacción de vanas codicias. Antes que la satisfacción material de los placeres mundanos, estaban los valores y deberes espirituales y simbólicos, tales como el honor la nobleza y la lealtad.
Como ya hemos dicho con anterioridad, cuando el guerrero celtiberico fracasaba en su misión de defensa del caudillo. Se auto sacrificaba por medio de un suicidio ritual. Algo similar (salvando las distancias y las causas) a lo que hacían los samuráis japoneses cuando habían perdido el honor. Si su jefe moría, ellos morirían con el en un pacto de fidelidad hasta mas allá de la muerte fisica.
A. Del Olmo - Publicado en FCP - 2003

Viking Combat Training


En el siguiente video, vemos diferentes técnicas de entrenamiento para combate. Aunque lo definen como “viking”, realmente es aplicable a un espacio de tiempo en Europa entre los siglos IX y XI. Las armas son similares, los escudos, cotas de malla y yelmos muy similares etc. Sin ir mas lejos en la península Ibérica, podemos observar en el beato de Liébana escudos redondos son ruedas solares. Algo muy similar a los escudos de los pueblos sajones, y vikingos de ese mismo periodo de tiempo.
Puede que algunos movimientos del video parezcan ridículos. Pero todos ellos van destinados a aumentar los reflejos para la defensa y el ataque. Por otro lado, como en cualquier arte marcial. Es muy complicado aplicar estos movimientos a un combate real a velocidad real. Para ello, seria necesario entrenar día y noche continuamente, como hacían los caballeros en sus torneos y tiempo libre. Llegando a ser y tener una soltura casi mecánica en el combate. Observamos también en el combate con lanza, como lo importante es limitar el espacio. Reduciendo así la capacidad de un arma (la lanza) realmente muy peligrosa (mas de lo que parece). también merece la pena resaltar en el combate de una espada contra una espada sin escudo, que nuestra mano es un arma. Capaz de golpear, agarrar, o limitar el espacio del atacante.

viernes, 25 de junio de 2010

Solsticio verano 2010

Alguna foto mas del lugar donde vimos el nacimiento del sol de verano 2010

Ritual funerario y consumo de vino.

El mundo del banquete funerario es sólo una parte del conjunto total de usos sociales posibles del vino, y por tanto puede proporcionarnos una visión sesgada, pero con todo sigue siendo nuestra fuente principal. Como se ha visto (Apdos. II.C y II.D.), los datos de los depósitos de ofrendas de Los Villares, y la cerámica ática en ajuares funerarios son nuestra principal fuente arqueológica, dado que la cerámica griega aparece en mucha menor proporción en contextos de poblado.
La primera pregunta que debemos plantearnos es si los objetos depositados en el conjunto 25 y en la tumba 20 de Los Villares responden a silicernia, esto es, a los restos de un banquete funerario celebrado no tras el entierro y en casa del difunto al modo del perideipnon griego, sino al modo romano; o si responden a un ritual de libación y ofrenda en torno al difunto (del que los vivos podían o no participar bebiendo); o si los objetos fueron simplemente depositados y quemados, sin haber sido previamente utilizados para beber.
La ausencia de huesos de animales, por un lado, y la aparición de otros objetos como joyas, láminas de plomo, punzones, escarabeos y cajas de madera y marfil parece indicar que, si hubo un banquete, se depositaron sólo los vasos de beber pero no los de comer, ni los huesos, y que además se añadieron objetos no asociados al mismo. Por otro lado, no parece probable que las altas concentraciones de vasos de beber sean exclusivamente ofrendas funerarias depositadas fuera del ajuar. En consecuencia, a nuestro modo de ver, parece prudente emplear el término más aséptico de "depósito de ofrendas", y postular un rito en el que interviniera la bebida y no la comida, quizá en forma de libaciones sobre una hoguera, seguido de la destrucción de los vasos y otros objetos en ese mismo espacio.
Paradójicamente, aunque no podamos hallar nada más lejano al symposion griego, esta forma de actuar se aproxima, más que la celebración de un hipotético perideipnon en el propio cementerio, a la práctica griega del periodo arcaico de disponer las llamadas "offering places" y "offering ditches" separadas del ajuar. En dichos depósitos se disponían ofendas y ocasionalmente animales quemados -no cocinados- que se destruían y quemaban en honor del muerto, tras apagar con vino la pira -y no sólo en el ritual homérico. A veces esos depósitos aparecen en Grecia bajo los túmulos, lo que indica que tales depósitos constituían el climax del funeral y antecedían al definitivo sellado de la tumba. Las choai o libaciones constituían en época arcaica y clásica los elementos más habituales en los rituales postdeposicionales inmediatos y diferidos. Llama además la atención la presencia de ungüentarios para perfumes en los dos depósitos de ofrendas, porque en efecto el perfume era elemento insustituible y presente en Grecia, tanto en el symposion y otro tipo de banquetes, como en el ajuar funerario, como acertadamente ha sabido ver el excavador. La presencia de una escena de banquete en una de las plaquitas de marfil de las cajas puede, sin embargo, ser intencionada o simplemente una de las varias escenas de dichas cajitas probablemente etruscas, que reflejaban los gustos de aquella aristocracia, sin que su aparición en Iberia permita hablar de symposion reclinado.
Creemos, sin embargo, que tampoco debe hacerse demasiado de estos aparentes rasgos de 'helenización': no estamos ante un ritual griego, sino ante uno ibérico en el que se emplean como objetos de lujo vasos griegos; y la práctica de libaciones, sacrificios y ofrendas es casi universal en los rituales mediterráneos antiguos. Además, otros rasgos nos alejan sustancialmente del ambiente 'helenizante'. Por ejemplo, las choes de los Villares pertenecen, como bien han visto sus excavadores, a un tipo característico de tumbas infantiles. Este tipo de objeto -y más por triplicado- no tiene ningún sentido 'helénico' en el contexto del depósito de Los Villares, a no ser que el difunto enterrado bajo una escultura ecuestre en el túmulo 20 fuera un niño de corta edad, menor de tres años. En cambio, si estas jarritas no fueran comprendidas por los ibéricos que las emplearon, si éstos vieran en ellas simplemente objetos exóticos de comercio, sin las concretas connotaciones culturales que tendrían para un griego, entonces su aparición se entiende mejor. En este contexto hemos de recordar el texto del Pseudo Escílax según el cual los fenicios comerciaban en el Norte de Africa con ungüentos, vajilla ática y, específicamente, choes.
Si los depósitos de ofrendas de Los Villares reflejan libaciones y/o potaciones en las que cada persona usaba un recipiente (escifo, cílica...), debemos concluir que el número de participantes era reducido, en torno a 25-35 personas a lo sumo, aunque quizá no todos los asistentes participaran en este rito concreto; o quizá la asistencia era mucho mayor o mucho menor, y simplemente se depositó y quemó un lote de vasos y objetos que se considerara lo suficientemente lujoso y rico, o que hubiera pertenecido al difunto. Es difícil responder a estas preguntas.
En cuanto a la cerámica ática acumulada en los ajuares -no en depósitos de ofrendas- de bastantes tumbas ibéricas, relativamente rara en el s. Va.C. pero mucho más frecuente en el s. IV a.C., se ha propuesto en varias ocasiones que la función original de los vasos griegos se perdería por completo al pasar a sus destinatarios iberos, y que quizá muchos de ellos se utilizaran exclusivamente como objetos de prestigio en ofrendas funerarias. Sin embargo, conjuntos como los ajuares tardíos de la fase III de Los Villares de Albacete, o los de la Quéjola (con copas Castulo en las habitaciones de las ánforas) parecen indicar que, al menos en determinadas ocasiones, las copas se emplearon para beber y/o libar vino -puro-, cerveza u otros líquidos, sin que ello implique la transmisión de un 'simposio'. Si esto ocurre con las copas, puede plantearse la posibilidad de que lo mismo ocurriera con algunas crateras, aunque habitualmente se documenten como urnas cinerarias. En un contexto cultural en que no se mezclaba el vino con agua, quizá el pequeño tamaño de las crateras de campana no fuera un obstáculo. Precisamente el que las escenas más frecuentemente representadas en las crateras sean las dionisiacas (39 casos en Andalucía) y las de banquete (21 casos en Andalucía), puede relacionarse en el primer caso con procesos de heroificacion funeraria como quiere Sánchez, y en el segundo - discutido por esta autora en otros lugares- con banquetesreales, funerarios o no. Puede que, como han indicado C. Sánchez y R. Olmos, incluso las escenas de banquete tuvieran en el contexto ibérico un significado funerario, mediante la heroificación a través del vino y la asimilación del banquete del Mas Allá del difunto con el personaje representado en el symposion, pero quizá no sea esta exclusivamente la única lectura si, como creemos, el banquete era en la sociedad ibérica de los vivos un elemento social con connotaciones jerárquicas y no igualitarias.
Si esto es así, las crateras -originales y de imitación- tendrían una función de prestigio personal en banquetes o fiestas de mérito en manos de aristócratas iberos, y continuarían teniendo una función de expresión de status y/o de heroificación del difunto al amortizarse en el ritual funerario, lo que no impide que algunas de ellas se hubiera adquitrido desde el principio con ese fin. Las copas de beber pudieron o no ser utilizadas para beber en el mundo de los vivos, como vasos de prestigio de ciertos individuos (en una proporción variable de la población según las zonas), y al tiempo mantener su carácter de objetos prestigiosos, por acumulación de los mismos, en los ajuares funerarios. El proceso de generalización de las copas haría especialmente valiosas como indicadores de status ciertas formas de mayor tamaño (como las crateras) o de escasa frecuencia y mayor especialización formal.
Es cierto que la escasez de cerámica importada -sobe todo de crateras- en poblados puede hacernos dudar de la función práctica propuesta, pero debemos recordar que no hemos de esperar hallar muchas piezas completas en hábitat: unas acabarían rompiéndose, y otras amortizándose en tumbas. El hecho de que en diversas necrópolis (Cabecico del Tesoro, Coimbra del Barranco Ancho, Orleyl, La Albufereta, etc. se depositaran vasos áticos en tumbas hasta un siglo después de su fabricación indican que estas copas habían sido usadas en el mundo de los vivos durante generaciones. Algo parecido ocurre en poblados donde se documentan laregas perduraciones del BN (Alhonoz, Castellones de Ceal, Puntal dels Llops). Además, las copas de tipo Castulo de la Quéjola, asociadas a un centro de almacenamiento de vino, e incluso quizá las crateras del poblado de Los Nietos, nos confirman que los vasos no sólo o no siempre se adquirieron para el mundo de los muertos.
Fernando Quesada Sanz

Preparados para el verano

Llega el verano, y con el las vacaciones de la mayoría de la gente. Esto se traduce en tiempo libre, y el tiempo libre en ocio. Cada uno emplea su tiempo en satisfacer sus aficiones y gustos. Montaña, playa, descanso... nosotros combates y campamentos medievales entre los siglos IX y XI.
Hemos estado preparando y entrenando nuestras próximas salidas para los meses de verano. Lamentablemente no podremos coincidir todos en muchos de los eventos a los que asistiremos. Pero aun así hay un largo calendario de actividades recreando y dando vida a la identidad histórica de nuestros pueblos.
Como ya hemos comentado en alguna ocasión, el interés por la historia que hay en España es prácticamente nulo. Lo que provoca que si queremos encontrar buen ambiente tengamos que hacerlo fuera (Europa). Sin ninguna duda los mas grandes en Europa del Este, concluyendo con la rosa de Oro en Francia para Octubre.

Solsticio de verano 2010

Alguna foto mas del lugar donde vimos el nacimiento del sol de verano 2010

WIKINGOWIE PIRACI PÓŁNOCY - Siglos IX - X

Vino y guerreros. Valores aristocráticos, banquete, intoxicación etílica y combate

La guerra por un lado, y el alcohol -en general- y el vino -en concreto- aparecen asociados constantemente en la iconografía y las fuentes literarias antiguas. Este artículo lo comenzábamos con un Platón (Ep. VII, 348a) que asociaba, casi de forma automática, la idea de que los bárbaros eran belicosos con la de que bebían el vino puro. Pero incluso entre los helenos, como antes entre los asirios, y luego entre los romanos, los etruscos o los galos, los valores aristocráticos incluían, junto a otras actividades como la caza, el gusto por el uso de las armas y el vino, incluso asociados. Esto es manifiesto en la iconografía o en las fuentes literarias griegas, como lo había sido en los relieves de Assurbanipal, cuyo relieve 'del banquete' de Nínive, ya citado, no era sino parte de un programa iconográfico completo que manifestaba el poder real mediante escenas de caza, de guerra o de descanso. El texto biblico sobre Sansón definido por Burkert como más cercano al simposio griego narra igualmente un episodio que comienza con un banquete, sigue con una competición, continúa con la amenaza de violencia y termina con una matanza. Plutarco cuenta cómo Emililo Paulo, el vencedor de Macedonia, consideraba que la organización de una batalla y la de un banquete tenían mucho en común.
Con todo, el mejor ejemplo sigue siendo el griego, hasta el punto de que uno de los más insistentes y perspicaces estudiosos del symposion ha podido dedicar un trabajo completo a las relaciones entre el uso social del alcohol y la existencia de un ethos militar.

Todo lo que sabemos sobre la organización social del mundo Ibérico nos autoriza a pensar que la misma asociación de valores intrinsecamente aristocráticos (guerra, caza, bebida...) típica de los pueblos circunmediterráneos antiguos -y casi, se podría decir, de todos los grupos aristocráticos que en el mundo han sido- era característica también de los grupos dirigentes en la Cultura Ibérica, sobre todo a partir de principios del s. V a.C. cuando los ajuares funerarios se llenan de armas, en lo que ha sido interpretado como el cambio de un tipo de élites sacras de tipo oriental a un nuevo modelo más militarizado. Puesto que tenemos numerosas fuentes explícitas sobre la importancia de las armas, la caza o la guerra para los Iberos, y también sobre la importancia social del banquete y la bebida, estamos autorizados para pensar que la bebida, el banquete y el ethos militar eran también elementos e instituciones asociadas en la belicosa aristocracia ibera de los ss. V-III a.C., según el modelo de consumo de vino delineado para esta época en el Apdo. III.A.
Además, en los ajuares funerarios ibéricos los elementos de prestigio más frecuentes y destacados son las armas y la cerámica ática, y dentro de ésta, crateras y copas destinadas en principio a beber vino. Si los ajuares funerarios reflejan en la cultura ibérica, como creemos, muchos de los valores de la sociedad de los vivos, la constante de asociación de armas y elementos de bebida ha de ser significativa.
Por otro lado, la existencia entre los iberos y celtíberos de instituciones de dependencia personal del tipo de la devotio, que tienen aparejadas importantes consecuencias personales en el campo de batalla, nos lleva a recordar que en el sistema homérico el basileus creaba, mediante recursos como los grandes banquetes que generaban una obligación, grupos de hetairoi obligados a seguirle en empresas militares, desde razzias para capturar ganado a expediciones militares formales. Desde luego las obligaciones contraídas entre el jefe y sus seguidores no se originaban exclusivamente en los grandes banquetes, pero éstos sí eran un componente importante. No pretendemos, por supuesto, establecer ningún tipo de relación genética entre ambos fenómenos, ni tampoco comparar el sacrificio personal jurado de tipo religioso de los devoti, con las obligaciones militares de los hetairoi, pero sí apuntar que en la devotio militar ibérica pudieron establecerse, como un elemento más de la cadena de relaciones, instituciones de tipo simpótico en algún modo similares, aunque no tenemos datos concretos en Iberia para apuntalar esta idea que debe permanecer especulativa. Sólo en la narración de la boda de Viriato, Diodoro nos cuenta que el lusitano repartió pan y carne entre sus acompañantes, pero esto no debe tomarse como un indicio de devotio sino de la liberalidad necesaria en el banquete de bodas de un jefe importante.
En consecuencia, quizá sea posible pensar en un uso en Iberia del banquete -no sólo del vino, y por ahora no del consumo de vino como institución ritualizada independiente- como un modo entre otros de vincular a guerreros con sus jefes a un nivel personal (por ejemplo los seguidores de Viriato en su boda) o más institucionalizado en las diferentes entidades políticas del mundo ibérico. En cambio, nada nos autoriza a pensar en instituciones cotidianas de comida militar en común (syssition), que serían propias de un régimen militar y social próximo al sistema político.
Un caso partícular que nos gustaría recordar es el la la conocida crátera del 'desfile militar' del Cigarralejo (FIG. 14), en la que parecen asociarse muchos de los elementos que venimos discutiendo: se trata de una imitación de cratera de campana hallada en contexto funerario pero fuera de tumba, en la que se representa una especie de danza o desfile de guerreros armados que se mueven al ritmo de una doble flauta y un instrumento de cuerda. Vino y música son elementos asociados en el symposion griego, así como, según se ha visto, la presencia de armas colgadas en las paredes. Sin embargo, aquí la escena es diferente, porque los guerreros van armados. El conjunto nos recuerda más bien a la descripción que hacen Posidonio-a través de Ateneo- y Diodoro de los banquetes celtas en los que los guerreros acudían armados y bebían hasta la extenuación, a veces llevando a cabo duelos simulados o reales. Nos preguntamos si no estaremos aquí ante uno de esos "vasos de encargo" (en definición de R. Olmos), que en este caso estaría asociado a la celebración de una ceremonia que incluyera un banquete y danzas armadas al son de la música, vaso que finalmente acabaría siendo utilizado en un contexto funerario, quizá a la muerte del comanditario. Es posible también que algunos de los grandes dinoi (FIG. 15) de Liria,hallados en un contexto ritual y decorados con escenas de duelos y danzas guerreras, reflejen un ambiente similar en que ritual, musica y bebida se engarcen, y que por tanto su forma de recipiente -lebes- refleje un uso real en ceremonias.
En otro orden de cosas, hay una serie de fuentes que nos autorizan a pensar que el uso -y quizá abuso- del alcohol antes del combate era común en Iberia. Las terribles cargas de galos e iberos, que tanto impresionaron a los romanos, pudieron haber estado inspiradas por un frenesí tanto emocional como etílico; ambas cosas podían, de hecho, ir juntas. Esta asociación de alcohol y violencia sería si se quiere más 'democrática' o mas ampliamente comunitaria que la asociación de vino y aristocracia, porque afectaría a todo el cuerpo social de guerreros. No disponemos de fuentes literarias que aludan directamente a la práctica entre los iberos de beber antes de luchar, pero sí contamos con ellas para tropas mercenarias contratadas en el s. IV a.C.por los griegos de Sicilia entre las que sabemos positivamente que había iberos. Mucho más adelante en el tiempo, sabemos que al menos los numantinos se emborracharon -en este caso con cerveza- antes de uno de sus últimos y desesperados ataques contra el dogal de fortificaciones tendido por Escipión en 133 a.C.
Cabría pensar que en ambos casos nos encontremos ante una situación excepcional, dado el tono 'sacrificial' con que Floro nos describe el segundo de los episodios citados, y la desesperación de Dionisio II en su ataque a Siracusa; pero sin embargo contamos con suficientes datos comparativos como para pensar que un cierto grado de intoxicación de algún tipo -cerveza, vino u otras sustancias- previa al combate era común. Hay otros datos, además de los que acabamos de citar, sobre sobre la afición de los mercenarios al vino entre los antiguos pueblos de Iberia, sobre todo entre aquellos no acostumbrados al vino en su tierra de origen, como en el conocido texto de Diodoro alusivo a la forma en que los mercenarios baleares gastaban sus pagas. También Polibio alude al abuso del vino entre los mercenarios sublevados contra Cartago durante la 'Guerra inexpiable', aunque de nuevo aquí podría argumentarse que nos encontramos en un caso excepcional de ruptura completa de disciplina.
Sin embargo, se conservan suficientes datos como para saber que la bebida ha sido a lo largo de la Historia una práctica frecuente antes del combate. Así por ejemplo, el magnífico estudio de Hanson sobre la guerra en la antigua Grecia puede dedicar todo un capítulo a este tema, y concluir: "Did ancient Greek soldiers march into battle drunk? The most likely answer is 'almost'". Cuando los Atenienses acorralaron en Esfacteria, durante la guerra del Peloponeso, a un pequeño contingente espartano, se acordó una tregua temporal mientras se discutía una rendición; para evitar la muerte por inanición de los espartanos los atenienses decidieron entretranto permitir que se enviara a los cercados una serie de raciones, que incluían más de medio litro de vino por cabeza y día. Como no cabe pensar que los atenienses se mostraran especialmente generosos, parece que la cantidad era un mínimo para el consumo normal. Que caer en cierta ebriedad era posible incluso en los espartanos se desprende de un texto de Jenofonte que narra como a los jóvenes que comian en común en Esparta se les prohibía regresar a sus casas o hacer sus guardias a la luz de antorchas, lo que les obligaba a "preocuparse de no caer bajo los efectos del vino".El uso de bebidas alcohólicas como medio de enardecer a las tropas, de mitigar la tensión, e incluso de ayudar a dormir, ha sido uno de los elementos constantes en la historia de la guerra. No hay que olvidar, sin embargo, y para la dieta anterior al s. XX, que el vino ha sido una importante fuente de calorías, aunque su contenido en proteinas sea escaso. Dado que por numerosas fuentes sabemos del valor nutricional y simbólico del vino para los griegos, resulta extraño el poco espacio que le concede Engels en comparación con el agua. En el ejército romano incluso la ración de campaña incluía vino, con la única limitación de que no se bebía vino de cosecha (vinum) sino un vino de baja calidad (acetum) que se mezclaba con agua para fabricar posca. Vegecio considera que debía cuidarse el aprovisionamiento, y entre las necesidades básicas incluía el vino, que de todos modos a menudo era de buena calidad, al menos en campamentos. Papiros egipcios tardíos nos informan de que un soldado romano recibía diariamente en torno a 600 gr. de carne, un kilo de pan, un litro de vino y algo de aceite al día, lo que es, en verdad, una dieta pantagruelica. El vino suponía de media una cuarta parte de la ración diaria de calorías en la marina española en el s. XVII, de modo que su valor nutricional no debe minimizarse. Según G. Parker, durante los ss. XVI-XVII la ración diaria de las tropas dé los ejércitos europeos estaba establecida en torno a medio kilo de carne, queso o pescado, 750 gr. de pan y 6 cuartillos de cerveza (3 litros aproximadamente) o 3 de vino (en torno a 1,5 litros), mientras que en la marina española de ese periodo se disponía de aproximadamente un litro de vino diario, aunque si por alguna razón se embarcaba en un barco sidra o cerveza en lugar de vino, la ración diaria era de un azumbre, algo más de dos litros. Hoy se considera que la necesidad media calórica para un soldado en activo es de unas 3.600 calorías por día, lo que se compara bien con las aproximadamente 3.900 asignadas a un marino del s. XVII según los cálculos de Phillips.
En todo caso, la lista de referencias alcohólicas militares es interminable: se bebió en las horas previas a la batalla de Hastings en 1066, y en Azincourt en 1415. Antes de atacar en Austerlitz, las divisiones francesas recibieron una ración triple de alcohol, aproximadamente un cuarto de litro de fuerte licor. Se bebía ron en el Somme en 1916, y vodka en Rusia en 1944.
Y un rasgo común en estos casos es el sentido de comunidad, de unión del grupo, que causa la bebida en común ante la tensión del peligro inminente; la pequeña unidad de todas las épocas, el syssition, el contubernium, o el pelotón que come y bebe junto, combatirá mejor como grupo, según reconocen los psicólogos modernos. Si, como ocurría entre los espartanos o con los anglo-sajones del s. X d.C., el grupo ya banqueteaba y bebía junto en tiempo de paz, el grado de cohesión alcanzado sería mucho mayor. Todavía en Vietnam se asistía a una suerte de symposium militar iniciático entre los soldados americanos. Durante la Segunda Guerra Mundial, incluso en unidades donde los morigerados oficiales superiores eran abstemios y desaprobaban el alcohol, la bebida e incluso la fermentación y destilado ilícitos eran frecuentes.
En épocas más recientes, tonificantes como el tradicional ron británico han llegado a ser sustituidos por compuestos químicos destinados a esconder la fatiga, como las anfetaminas suministradas en cantidades ingentes a las tropas aliadas en 1944-45. Sin embargo, el uso de alucinógenos y drogas se remonta mucho en el tiempo, a menudo asociados a la guerra, pero también, y sobre todo, a cermonias ritualizadas de diferente tipo. Sin embargo, y como ha señalado Murray, el vino, a diferencia de las drogas que tienden a aislar al individuo, crea compañerismo; sean cuales sean los efectos del exceso, siempre y hasta hoy se ha considerado que el acto de beber en compañía es agradable y social. Por ello cabe decir con cierta confianza que la bebida en solitario es algo casi desconocido en la mayoría de las sociedades, de modo que podemos pensar con confianza que el Iberia también el vino era -fuera su consumo privado o público- un acto colectivo (vid supra Apdo.III.A).
En realidad, no hay por qué disociar las dos facetas de la relación que hemos descrito entre vino y guerreros (la aristocrática-restringida y la comunal-guerrera en el campo de batalla). Por un lado, todo indica que entre los iberos sólo los hombres libres tendrían derecho a empuñar las armas, y quienes pudieran participar en banquetes funerarios o en 'feasts of merit' de otro tipo no serían exclusivamente los aristócratas dominantes -aunque ellos serían los primeros y durante algún tiempo los únicos en disfrutar de novedades como vino en vez de cerveza o vajilla ática. De hecho, tenemos datos arqueológicos y documentales para creer que, como en Numancia o quizá en el Castro de Capote, todos los hombres en peligro ser reunirían en común para comer y luego luchar, aunque los jefes dispusieran de lugares 'de honor'. Por tanto, aquellos que emplearan el vino o la cerveza en banquetes de cualquier tipo y en ofrendas funerarias más o menos espectaculares o masivas serían quienes tuvieran derecho y deber de empleo de las armas. Quienes utilizaran el vino colectivamente en ceremonias privadas (fueran banquetes de bodas o funerales) o en ceremonias públicas (que no estatales), como determinadas ocasiones en las que todo el conjunto social participara, serían quienes, en los endémicos conflictos entre diferentes unidades políticas, se entonarían con vino antes de cantar su peán.
Fernando Quesada Sanz

jueves, 24 de junio de 2010

Las invasiones “bárbaras” del siglo III al V.

Los godos eran un antigua nación Báltico, originaria de la desembocadura del río Vístula, en el golfo Godano, hoy llamado de Danzig, entre las ciudades actuales de Gdansk y Kaliningrado, en una pequeña península (llamada isla Scançia o Scandza por Alfonso X el Sabio y Jordanes porque el Vístula la convierte en isla) que corre paralela a la costa en forma de arco. De lo que hoy es la Prusia oriental se extendieron por la actual Gothiscandza, en Polonia, hacia Lituania y Letonia y hacia el 1600 a.C ocupaban desde los lagos Ladoga y Onega al norte hasta los montes Cárpatos al sur, y desde los montes Urales al Este hasta el río Oder al oeste. Lo que hoy en un mapa contemporáneo sería Prusia, el sur de Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, Bielorrusia, norte de Rusia europea, norte de Ucrania y una franja de la Alemania del Este. Esta fue su base territorial, llamada en sentido amplio Escitia desde los más remotos tiempos.
Los últimos hallazgos arqueológicos localizan en esta zona a los godos-gutones (el apellido Guti-erre-z, que significa hijo de godo, lo llevan más del 18% de los españoles) como cultura de Wielbark. El Estado godo se remonta hasta el año 1470 a. C. según S. Daukantas, el primero de los Amalos fue Augis y reinó en Lituania después de la muerte de Gapto, hijo de Vueric, hacia el año 1470 a. C. La estirpe de los Baltos y Amalos era la de los reyes godos. De aquí emigraron siguiendo el río Vístula. Llegaron a constituir un Estado que controlaba desde el mar Báltico al mar Negro, donde llegaban navegando por el río Dnieper. Los godos fueron un Estado bimilenario que se enfrentó con éxito a los Imperios Egipcio, Persa, Griego, Parto, Macedónico y los sobrevivió, poniendo fin al Imperio Romano de Occidente.
Las primeras publicaciones sobre la extensión de la cultura goda o báltica se iniciaron en el año 1963 con el libro The Balts de la profesora de arqueología europea de la Universidad de California en Los Ángeles, Marija Gimbutas. El conjunto de sus estudios fueron ampliados posteriormente y esta aceptado universalmente aceptado en los medios académicos, aunque aún no ha trascendido al público en general.
Desde el siglo III hasta el VI d.C. esta nación goda constituyó una importante potencia, coincidiendo con el periodo de crisis y desintegración del Imperio romano. El rey Fritigerno derrotó al emperador Valente en Adrianópolis, aniquilando las legiones romanas. Alarico firmó un tratado de federación con el emperador hispano Teodosio, que le nombro general del Imperio. Su hijo Honorio se negó a pagar las 4000 libras de oro que había pactado entregar como tributo a los visigodos su general Estilicón, por lo que el rey Alarico entró a saco Roma el 24 de agosto de 410 para cobrárselas. Este es prácticamente el fin de Roma como poder central del Imperio. En 451 el rey visigodo Teuderedo, que murió en la batalla, derrotó a Atila en los Campos Cataláunicos, y si los visigodos, y romanos no terminaron con los hunos definitivamente fue por interés particular del general romano Aecio.

Procopio en el siglo VI describe a los pueblos godos:

“Todos tienen cuerpos blancos, pelo rubio, son altos y atractivos al ojo, usan las mismas leyes, profesan el arrianismo y hablan la lengua goda”.

El Strategikon de la misma época hace una descripción similar de los suevos.
La lucha entre godos y romanos es una lucha entre dos Estados que terminaron ganando los godos, nación de una antigüedad trimilenaria cuando llegó a Spanna (nn: ñ). Las primeras invasiones que sufrió el Imperio romano tuvieron lugar entre los años 258 y 260 d. C. Esto fue posible porque las guerras civiles habían provocado el desguarnecimiento de las fronteras. Los “bárbaros” llegaron hasta las costas del Mediterráneo y Gibraltar, y, requisando barcos, pasaron al N de África.
El siglo IV fue de tranquilidad. En el campo aparecieron nuevas villas, que se dedicaban a la explotación agrícola, y sus yacimientos nos muestran el gran lujo con que vivían sus propietarios (algunas tenían agua corriente con cañerías de plomo). En el año 406 la crisis política rebrota con gran fuerza en el Imperio, la invasión goda (bálticos) de Italia obligó a retirar las legiones del Rin y en la Nochevieja de ese mismo año, aprovechando que las aguas del río estaban heladas, los pueblos germanos de los suevos, vándalos, burgundios, alanos y (sármatas asiáticos) traspasan las fronteras e invaden el Imperio.
En el año 409 la Galia estaba esquilmada, debido a las guerras civiles, mientras que la cosecha en España se presentaba ubérrima. Los jefes hispanos que defendían los pasos de los Pirineos fueron eliminados (Dídimo y Veriniano ajusticiados en Arles, mientras que Teodosiolo y Lagodio pudieron huir). Los comites (condes) del usurpador Máximo, que los sustituyeron, abandonaron los pasos para acudir en ayuda de Italia. Los vándalos por necesidades de subsistencia pasaron a la Península.

Los vándalos silingos guiados por su rey Fredibaldo marcharon a la Bética, donde fueron derrotados por Walia.

Los vándalos asdingos se situaron en un principio en el N de Gallaecia, en el 419 pasaron a la Bética (V- Andalucía = tierra de vándalos) hasta que en el año 429 el Imperio mandó contra ellos a los visigodos, que expulsaron a unos 80.000 hacia África, donde conquistaron Cartago en el 439 y fundaron un reino que duraría un siglo, hasta que fueron eliminados por el Imperio bizantino (Belisario, general de Justiniano).

Los alanos (sármatas asiáticos), que se habían asentado en la Lusitania y parte de la Cartaginense comandados por su rey Adax, fueron derrotados y desarmados y se diluyeron en el Imperio como pueblo.

Los suevos fundaron un reino en Gallaecia que perduró hasta el año 585, en que el rey Andeca fue vencido y desarmado en Braga y Oporto por Leovigildo.
Javier Albert Gutiérrez
Extraído de Nueva Gothia - 24 -6- 10

Solsticio Verano 2010

miércoles, 23 de junio de 2010

La Hispania de los germanos. Segunda invasión, el caudillo Valdomario

Normalmente la historia es escrita y contada de forma simple y sutil para el fácil entendimiento. Ocultando pues multitud de datos pequeños, poco importantes, que poco o nada cambiarían grosso modo la concepción de la misma. Uno de esos casos es el de las invasiones germánicas de la península. Se suele decir que las primeras invasiones llegan de manos de suevos, vándalos y alanos. Y que los godos irrumpen en Hispania para luchar contra estos, creando un reino fuerte en Toledo. Si bien no deja de ser cierto y los acontecimientos fueron así. Hay multitud de pequeñas historias y datos en el trascursos de esos años, que solo son conocidos por los estudiosos que deciden profundizar en el tema. Y que demuestran como en nuestra península; sobre todo la meseta interior, zona del Duero y valle del Ebro. Sufrió invasiones de pueblos germánicos desde mucho antes que suevos vándalos y godos se asentaran en España.
Como es normal, las invasiones mas destacables por su impronta histórica y demográfica fueron las anteriormente comentadas y archi conocidas por el gran publico. Pero no menos cierto es que desde épocas anteriores, pueblos bárbaros irrumpen en la Hispania romanizada, asentándose en algunos casos junto a la población local, en pueblos y zonas semi despobladas.
así P. Perin se hace eco de un dato ofrecido por Amiano Marcelino (21-4-6-7). Y que cuenta como, en el siglo IV el embajador Juliano, envió al vencido rey de los alamanis Valdomario con sus gentes a Hispania desterrado, al considerarlas el extremo del mundo.
Valdomario vivió en alguna zona de esa Hispania provincia de Roma. Quizás de forma nómada recorriendo las diferentes tierras que comprendían: Cataluña, Navarra, Castilla, y los campos godos. Asentándose y trabajando con sus gentes los bosques y tierras de esta Hispania primitiva.
No es un dato que deba sorprendernos, ya que era practica común para los romanos, el desterrar o utilizar soldados de pueblos lejanos en la defensa de las fronteras o provincias. Buscando de esta forma el desnaturalizar a los legionarios extranjeros evitando su deserción o rebeldía al verse estos próximos a sus tierras de origen. Así pues, hay datos de legionarios celtiberos; astures y cantabros en las guerras de Germania. Hay datos de Vetones en Britania y así un gran etc.
La escritora Rosa Sanz Serrano, recoge en su libro Historia de los godos – las poblaciones godas y su registro funerario -. Cómo en muchas necrópolis existentes en la Hispania pre-visigoda, ya había tumbas de poblaciones germánicas. Las cuales habrían llegado bien por invasiones menores en una época muy tumultuosa de la historia del mundo occidental. O bien como soldados de las legiones extranjeras bárbaras para la defensa de los diferentes intereses de los generales del impero. Pero quizás mas curioso sea el dato de los destierros. Política esta mediante la cual los capitanes romanos mandaban bajo pena de muerte a diferentes caudillos insurrectos de la Germania a Hispania. Exactamente igual que hicieron con celtiberos años atrás. Con la intención de evitar su rebelión tribal al estar lejos de su tierra natal.
Es comprensible que los datos demográficos de todos estos desterrados o legionarios bárbaros en Iberia, pasaban a engrosar el total de la población hispano romana del territorio. Precisamente y muy posiblemente por su minoría étnica comparándola con la latina. Pero no puede ser pasado por alto el dato histórico de todas esas poblaciones germánicas que vivían ya en tiempos anteriores a los grandes grupos invasores del siglo V (godos, vándalos y suevos).
Si nos fiamos por la lógica y el sentir de esa época, las poblaciones llegadas no se asentaron en grandes ciudades, si no en los campos. Buscando lugares de clima fácil para el trabajo de la tierra. Así pues las zonas de mayores asentamientos correspondían a la meseta central y norte, al igual que a las zona sur de Navarra y Aragón, extendiéndose a determinadas zonas poco pobladas de la antigua Cataluña hispano romana, al ser esta zona de paso obligada.
Teolfo Rodríguez

Los gentiles de la mitología vasca

Los gentiles, en la mitología vasca, son unos extraños seres procedentes de no-se-sabe-dónde, poseedores de una fuerza extraordinaria que les hizo capaces de mover las enormes piedras que forman los megalitos: dólmenes, menhires y crómlechs. Cronológicamente, los gentiles -jentillak en euskera- fueron la última raza de una serie de ellas que les precedieron: la de los baxajaunek -seres también gigantescos de los bosques y las quebradas- y la de los mairuk -los "moros"- que eran salvajes y primitivos. Entre los mairuk y los baxajaunek aparecieron personajes míticos individualizados: Sansón y Errolán -Roldán-, que ayudaron a los seres humanos desde su condición de semidioses.
Los gentiles habitaron simas y cuevas por todo el País Vasco. Nunca hicieron daño a la gente, pero procuraron mantenerse separados de los otros seres humanos y se dejaron ver lo menos posible. Se dice que vivían más de cuatrocientos años, que poseían poderes y conocimientos que los hombres les arrebataron alguna vez por medio de algún santo y que desaparecieron con la llegada de Jesucristo. Aún así, se dice que aún quedan descendientes suyos, confundidos con la población; y muchos nombres de lugares especialmente mágicos los recuerdan: Jentillzulo, en Leiza, por el caserío de San Martín
Por cierto que allí mismo -no lejos de los lugares por donde va a discurrir nuestra ruta- se dice que pueden verse aún las rodadas que dejaron los carros de los gentiles, en un lugar casi cortado a pico. En otros lugares se enseñan sus pisadas sobre la roca y hasta se cuentan sus hazañas, consistentes muy a menudo en piedras enormes que fueron arrojadas para alcanzar un determinado lugar y se quedaron en medio camino, después de haber recorrido unas decenas de kilómetros por el aire.
Juan G. Atienza

martes, 22 de junio de 2010

lunes, 21 de junio de 2010

Las guerras de los cimbrios. La guerra bajo Mario

La guerra bajo Mario
A raíz de la catástrofe de Arausio, el miedo sacudió la república hasta los cimientos. El terror cimbrio se presentía en las calles, los romanos esperaban que los bárbaros llegaran a sus puertas en cualquier momento. En esa atmósfera de pánico y desesperación, se declaró una situación de emergencia. La constitución fue ignorada y Cayo Mario, vencedor en la guerra de Yugurta, es elegido cónsul por un periodo consecutivo de 5 años (empezando en 105 a. C.) cosa sin precedentes en la historia de la república y completamente ilegal (sólo se podía ser cónsul una vez cada diez años). Además, fue nombrado imperator, comandante supremo del ejército, con poderes sin precedentes que usó para transformar el ejército en la mejor fuerza militar de la edad antigua.
Hasta ese momento el ejército estaba formado obligatoriamente por romanos de buenas raíces y con posesiones de tierra, pues creían que el mejor soldado era aquél cuyo honor y capital estuviera en juego ante cada peligro que tuviera Roma. Mario cambió todo esto por una fuerza compuesta de campesinos procedentes de Roma y además de cualquier ciudad italiana, sin tierras ni esposa que le hicieran pensar en abandonar la legión, y sobre todo, voluntariosos. Mejoró y normalizó el entrenamiento, las armas, las armaduras y el equipo de campaña. También modificó la estructura organizativa de la legión dividiéndola en cohortes, consiguiendo hacerla más dinámica y flexible. Junto con estas disposiciones, entraron nuevas normas y un nuevo símbolo, el águila, enseñando a sus tropas a venerarla y a que impidieran que cayera en manos enemigas. Se dice que esta infantería fue el primer ejército profesional de la historia.
Aunque el asustado senado y el pueblo romano lo catapultaron al poder, Mario no olvidó que el error cimbrio y teutón de no marchar sobre Italia le estaba permitiendo reorganizarse. Él no iba a cometer el mismo error. Pronto se enfrentarían a un general brillante y despiadado.

Movimientos germánicos
Los germanos eran tribus desorganizadas. Además, una de sus costumbres consistía en no quedarse en el lugar donde hubieran tenido que luchar por su posesión. Por ello, a pesar de haber vencido varias veces a los romanos, siempre volvían sobre sus pasos. Pero todo esto iba a cambiar. Boiorix, rey cimbrio, también se erigió líder de todas las tribus implicadas en la migración. Aprendió latín, estudió a los romanos a través de los prisioneros capturados y decidió que con sus fuerzas era posible vencer a Roma mediante un plan brillante: Dividir en tres grupos a todas las tribus, que ya superaban el millón de efectivos e invadir Italia desde tres puntos distintos a la vez, partiendo desde los Alpes. De esta forma, Boiorix forzaría también la dividisión de las menos numerosas legiones romanas, a la vez que le sería más fácil abastecerse. Cada grupo tenía el tamaño suficiente para ser una terrible amenaza para los romanos, pero no tan grande como para volverse ingobernable, ya que los pasos de los Alpes eran estrechos y dificultosos.
Teutobod entraría con los teutones y ambrones por el oeste, cerca de Aquae Sextae. Él mismo marcharía sobre Roma por el Norte junto a los cimbrios, por un paso cerca de la actual Verona. El resto de tribus entraría en Italia por el paso más oriental de los Alpes, por el paso de Tergeste.
La venganza de Roma
Conocedor de los planes germánicos, Mario ya había enviado al procónsul Quinto Lutacio Catulo César a interceptar a los cimbrios. El plan consistía en vencer a cimbrios y teutones por separado y a la vez, para luego unir las legiones de ambos cónsules y marchar juntos sobre el tercer grupo de tribus germánicas. Sin embargo, Mario dudaba de las capacidades militares de Catulo, así que ordenó a su joven rival, pero en este momento aliado forzoso Lucio Cornelio Sila, que lo acompañara e incluso que lo relevara del mando si este ponía en peligro al ejército. En el 102 a. C., Mario estaba preparado para enfrentarse a los teutones, que mientras tanto, habían estado saqueando Massilia (la actual Marsella). Escogió el terreno cuidadosamente y levantó un campamento fortificado en lo alto de una colina, cerca de Aquae Sextae, donde continuamente incitaría a los teutones y a sus aliados ambrones a que lo atacaran. Una vez que éstos picaron el anzuelo, una fuerza compuesta por cinco cohortes formada por los legionarios más fuertes, que previamente Mario había escondido en un bosque cercano, cayeron por la espalda del enemigo, capturando a su rey Teutobod y masacrando a los germanos. Pero en Aquae Sextae sólo se consiguió un empate: a pesar de que ambrones y teutones habían sido eliminados, los cimbrios y el tercer grupo de invasión compuesto mayoritariamente por queruscos y marcómanos aún eran unas fuerzas muy poderosas.
En el 101 a. C., los cimbrios cruzaron los Alpes. Quinto Lutacio Catulo César, como había previsto Mario, estaba acampado en un enclavamiento pésimo, un estrecho valle fácilmente rodeable, donde sólo era cuestión de tiempo que los germanos, muy superiores numéricamente, los encerraran y masacraran. Sila causó un motín entre los centuriones, consiguiendo que Catulo entrara en razón y retrocediera hacia posiciones más favorables sin presentar combate. Por ello, cruzó el único puente sobre el río Po que había en el valle, a pesar de tener que ceder territorio romano a los cimbrios. Durante el ordenado repliegue al mando de Sila, se produjeron pequeñas escaramuzas entre la caballería cimbria y tropas auxiliares samnitas (aliados de Roma).
Sila tenía la opinión de que los cimbrios perderían un precioso tiempo en saquear esas fértiles tierras antes de seguir con la invasión, tiempo en el cual Mario debía de reunirse con él (junto con las victoriosas legiones de Aquae Sextae). Hechos que finalmente ocurrieron tal y como había predicho. Además, la tercera invasión germánica se había dado la vuelta antes de entrar en Italia, tras conocer la fatídica derrota de los teutones y ambrones a manos de Mario. La balanza empezaba a inclinarse hacia el lado romano tras más de diez años de crisis.
Sería en Vercelae, cerca del río Sesia, donde Mario volvería a demostrar la superioridad de las nuevas legiones y caballería romanas. En la devastadora derrota, los cimbrios fueron virtualmente aniquilados, muriendo dos de sus líderes, Lugius y su rey, Boiorix. En un último episodio de esta cruenta guerra, las mujeres cimbrias mataron a sus hijos y se suicidaron para evitar una vida en esclavitud. Así, la guerra que comenzó como una migración, acabó en un genocidio y en un suicidio de masas.
Los cimbrios no fueron borrados completamente de la faz de la tierra. Un pequeño grupo remanente de cimbrios y teutones siguieron conviviendo en Jutlandia por lo menos hasta el siglo primero, aliados con los boyenses. Esta mezcla de tribus también se las vería con el sobrino de Cayo Mario, Cayo Julio César, durante sus campañas de conquista.
Pasaría otro siglo antes de que los romanos volvieran a caer ante tribus germánicas, en la Batalla del bosque de Teutoburgo. Y serían también los germanos los que acabarían con el imperio de la ciudad eterna, algunos siglos más tarde. --- Las consecuencias políticas resultantes de la guerra, tendrían un efecto más inmediato y duradero en Roma. Con el fin de la guerra cimbria daría comienzo la rivalidad entre Sila y Mario, lo que finalmente conduciría a Roma a una guerra civil. Además, a raíz de la victoria final en Vercelae, Mario dio la ciudadanía romana a sus legiones italianas aliadas, alegando que no podía distinguir entre la voz de un aliado y la de un romano en el fragor de la batalla. De ahora en adelante todas las legiones italianas serían legiones romanas y en lo sucesivo, las ciudades italianas buscabarían una mayor participación en la política externa de Roma, lo que provocaría una Guerra Social (91–88 a. C.).
Mario pudo ser el salvador de Roma, pero también inició el principio del fin de su sistema de gobierno basado en la república. La nueva clase de soldados, formados por campesinos sin tierras y legionarios empobrecidos, a pesar de que juraban lealtad al emblema SPQR, en realidad se sentían atraídos por el que los entrenaba, dirigía, y sobre todo, el que les pagaba: su comandante. Además, las reformas del ejército transformaron a las legiones en la mejor fuerza militar de la época (y posiblemente de la historia), consiguiendo una fuerza militar profesional, al ser cada soldado instruido, equipado y pagado; y permantente, pues los legionarios eran gente sin ningún tipo de bienes ni negocios que gestionar, por lo que podían servir ininterrumpidamente en la legión el tiempo que fuera necesario, lo que a su vez permitía que las legiones romanas incursionaran en territorios cada vez más alejados.
Generales como el mismo Mario, Sila, Craso, Pompeyo, Julio César, Marco Antonio, y por supuesto, Octavio Augusto, convertirían poco a poco la república en una autocracia

Las batallas de los cimbrios

Batalla de Noreya
En el 113 a. C. llegaron a Nórico, cerca del Danubio, y hogar de los noricanos, pueblo aliado de Roma. Incapaces de repeler la nueva y poderosa fuerza invasora, los noricanos pidieron ayuda romana. Al año siguiente, el cónsul romano Cneo Papirio Carbón guió las legiones a Nórico y después de realizar una impresionante demostración de fuerza, ocupó una importante posición defensiva y exigió a los cimbrios abandonar la provincia inmediatamente. Éstos pensaban cumplir pacíficamente las demandas de los romanos, hasta que descubrieron que Papirio Carbón les estaba preparando una emboscada. Enfurecidos por esta traición, cimbrios y teutones atacaron a los romanos, destrozando gran parte de las legiones, y casi capturando al propio cónsul, en la batalla de Noreya.
De esta manera, Italia quedó expuesta a la invasión; y sin embargo, los cimbrios y sus aliados se dirigieron hacia los Alpes, al oeste, para entrar en la Galia. En el 109 a. C., invadieron la provincia romana de la Galia Narbonense derrotando al ejército romano, que estaba bajo el mando de Marco Junio Silano. Durante el mismo año, también vencieron a otro ejército romano en Burdigala (actual Burdeos) muriendo en combate su comandante y también cónsul, Lucio Casio Longino Ravila. En el 107 a. C. los romanos perdieron nuevamente, esta vez contra los tigurinos (uno de los pueblos de los cantones helvecios), quienes eran aliados de los cimbrios tras su paso por los Alpes.

Batalla de Arausio
En el 105 a. C., Roma y sus nuevos líderes, el procónsul Quinto Servilio Cepio el Viejo y el cónsul Cneo Malio Máximo, decidieron expulsar a los invasores, resolviendo el asunto de una vez por todas. Para ello, la República envió al mayor ejército nunca visto desde la segunda guerra púnica (probablemente, el mayor de toda la historia de Roma) a la zona, compuesto por 80.000 legionarios y 40.000 auxiliares, incluyendo al personal no combatiente. Esta fuerza estuvo dividida en dos, siendo liderada cada parte por uno de los cónsules.
Cada cónsul guió sus legiones por cuenta propia hacia el río Ródano, a su paso por Orange, y situaron su campamento en orillas opuestas. Los dos comandantes romanos no se gustaban, incluso desconfiaban, entre sí, por lo que sus ejércitos, en vez de actuar como una fuerza abrumadora en la misma dirección, serían entidades independientes separadas por cimbrios, teutones y sus aliados. El orgullo de Cepio llego a tal extremo que optó por atacar sin el apoyo de Máximo, consiguiendo que sus legiones fueran aniquiladas y su campamento asaltado. Las rodeadas y desmoralizadas tropas de Malio Máximo fueron vencidas fácilmente. Los que no caían en combate, se ahogaban en el río, intentando escapar. La Batalla de Arausio supuso la peor derrota sufrida desde Cannas. De hecho, las pérdidas humanas son mucho mayores, y sus consecuencias, más duraderas en el tiempo. Para cimbrios y teutones supuso una gran triunfo, pero al no aprovecharlo, sembraron las semillas de su destrucción. En lugar de reunir a sus aliados y marchar sobre Roma, los cimbrios penetraron en la Hispania, mientras que los teutones permanecieron en la Galia. Por segunda (y fatal) vez, los motivos por los cuales no invadieron Italia siguen siendo un misterio. Tal vez pensaron que un saqueo en Hispania y la Galia sería más fácil. Posiblemente también, ellos podrían haber tenido numerosas bajas, sintiendo que no eran todavía una fuerza lo suficientemente fuerte como para luchar con los romanos en sus tierras. Con sus temerarias tácticas de batalla, incluso sus victorias podrían haber sido costosas. Theodor Mommsen escribió sobre sus métodos de batalla:

Su sistema de enfrentamiento fue sustancialmente el de los celtas de este período, quienes ya no luchaban, como anteriormente lo hacían celtas italianos, con la cabeza descubierta, y sólamente con una espada y una daga, sino con cascos de cobre con frecuencia lujosamente adornados, y con una peculiar arma, la materis; las espadas largas seguían utilizándose, así como un escudo largo y estrecho, lo que podría indicar que también gustaban de cotas de malla. Poseían caballería, pero los romanos eran superiores en aquel momento. Su orden de batalla tenía tanto de brusco como de antiguo. Se formaban en falanges con el mismo número de filas de amplitud como de profundidad, siendo atados con cuerdas y grilletes los componentes de la primera fila en las batallas peligrosas.

Theodor Mommsen,"Historia de Roma"

Así pues, con éstas desventajas tácticas que les hacen basarse en la superioridad numérica y en su propio valor, consiguieron la victoria aprovechándose de los errores cometidos por los comandantes romanos. No obstante, pronto se enfrentarían a un general romano, que raramente cometía errores, a la cabeza de un nuevo ejército que resultaría ser un enemigo mortal.

La guerra cimbria

La Guerra Cimbria (113-101 a. C.) se libró entre la República Romana y las tribus protogermánicas de cimbrios y teutones, quienes migraban del norte de Europa hacia territorios bajo dominio romano, provocando con esto el enfrentamiento. Además, ésta guerra puso en seria amenaza a Italia, como provincia romana, y a la propia Roma, algo que no sucedía desde la Segunda Guerra Púnica.
El enfrentamiento tuvo una repercusión enorme en la política interna de Roma y de la organización de su ejército. La guerra favoreció en gran medida la carrera política de Cayo Mario, cuyos consulados y conflictos políticos cambiaron varias instituciones políticas romanas y costumbres de la época. La amenaza cimbria, junto con la Guerra de Yugurta (rey numídico), inspiraron las reformas de Mario en las legiones, que tendrían un efecto muy significativo en el resto de la historia de la república.
Finalmente Roma ganó la prolongada y sangrienta guerra -habría que remontarse a la segunda guerra púnica para encontrar unas pérdidas equiparables- con las victorias de Aquae Sextae y Vercelae, resultando completamente aniquiladas ambas tribus protogermánicas.
Por razones desconocidas (posiblemente, debido a un cambio climático durante la Cultura de Jastorf), durante los años 120-115 a. C., los cimbrios abandonaron sus tierras natales del Mar Báltico, que comprendían la península de Jutlandia y el sur de Escandinavia. Viajaron hacia el sureste, uniéndose pronto sus vecinos de origen teutón. Juntos lucharon contra los escordiscos y boyenses, muchos de los cuales acabaron uniéndose. Comenzaron entonces una serie de saqueos y ataques hacia el mundo romano occidental, que les conduciria a la Hispania celtibera.
No se conocen datos concretos de la población cimbria, pero se presupone que pudo ser uno de los focos migratorios mas importantes de la época. Atravesando toda Europa desde el norte hasta el sur, con un contingente de unos 150.000 / 300.000 hombres y mujeres, tribus enteras.

domingo, 20 de junio de 2010

La Hispania de los germanos. Primera invasión

La primera vez que se tiene constancia en el mundo antiguo hispánico, de la invasión de bárbaros procedentes del norte. Fue en los años 102 al 104 antes de cristo. Al parecer un contingente no determinado de cimbrios y teutones procedentes de la Germania. Irrumpieron en las Galias. Continuaron descendiendo en busca de tierras y riquezas hacia el sur, atravesando los pirineos y saqueando las tierras Catalanas. Continuando en su depredación por los valles del Ebro hasta llegar a la actual provincia de Soria. Donde según nos cuenta G. López Monteagudo en las anotaciones del libro Los Celtas de Venceslas Kruta. Fueron derrotados por los celtiberos arévacos. Poniendo así fin a la aventura germánica de estos pioneros en nuestra tierra.
Los datos conseguidos y obtenidos acerca de este suceso, son sumamente mínimos y en muchos caos de poco rigor histórico. Aun así, parece que los cimbrios y teutones, estuvieron saqueando las tierras de Cataluña, Aragón y Castilla, al menos durante dos años. Antes de que fueran derrotados por los celtiberos, como bien cuenta la crónica romana. Suceso tras el cual regresan a las Galias donde serian derrotados finalmente por las legiones romanas.
No existen datos al respecto, pero Lopez Monteagudo apunta la posibilidad. De que pequeños grupúsculos de estas dos tribus, las cuales parece que eran muy numerosas, al menos tras ver el contingente movilizado por Roma para derrotarles. Y que oscilaria entre 80.000 legionarios y 40.000 auxiliares. Es decir; 120.000 soldados romanos. Se asentaran en tierra de Hispania, bien seducidos por el clima y campos. Bien seducidos por la posibilidad de mas saqueos, o bien por pactar con las tribus locales uniéndose a ellas en diferentes razzias tribales. Aun asi parece evidente que el mayor grupo de Cimbrios, marcharon a las Galias tras saquear durante dos años los valles del Ebro y las mesetas.

sábado, 19 de junio de 2010

El conde godo Gauterico

Gauterico, conde godo de la época de Alarico II. Fue uno de los capitanes visigodos encargados de liderar la organización y control de Hispania, mientras el grueso de sus compatriotas vivían en la zona francesa del regnum gothorum.
Gauterico conquisto Pamplona y Zaragoza, uniéndolas a la soberanía de los pueblos germánico hispánicos.

viernes, 18 de junio de 2010

Wolin esta proximo


Ya va quedando menos para el mejor festival medieval ambientado entre los siglos IX – XI del mundo. El festival vikingo eslavo de la isla de Wolin en Polonia.
La adrenalina y el miedo antes de la batalla, cuando estas en formación. Y esa fuerza incomprensible que te anima y empuja a avanzar a pesar del pánico a los golpes.
El ruido de los gritos, los tambores, el publico, y el chocar de los hierros. El dolor en los huesos fruto de los latigazos de las espadas. Y a pesar de todo ello, una y otra vez seguimos acudiendo.
Es realmente de admirar la devoción que los pueblos eslavos tienen hacia su cultura e identidad histórica. Aun cuando a Wolin, como a toda gran cita o batalla histórica en Europa, acuden gentes de todo el viejo continente.

Castejon de Henares

La localidad guadalajareña de Castejón de Henares ha sido la última en incorporarse al sellado del salvoconducto del Camino del Cid. Así, ya son trece los lugares que sellan la credencial cidiana de los viajeros que recorren la ruta. Castejón de Henares es un pequeño municipio que forma parte del tramo Tierras de Frontera y del Ramal de Álvar Fáñez. Está estrechamente vinculado al Cid del Cantar e, incluso, existe la leyenda de que en una viaja casa de mampostería y adobe que se encuentra a la entrada del pueblo pudo vivir la amante del Cid o que, incluso, bajo sus cimientos se encuentra un gran tesoro.
El sello de Castejón ha sido diseñado como el resto de la colección por Julián de Velasco. Representa un Cid “atacante” ya que, en el Cantar de mío Cid, Castejón figura como la primera localidad tomada por el Cid y sus tropas. Las personas que lleguen hasta Castejón pueden conseguir el sello en el Ayuntamiento de la localidad ubicado en la Plaza de José Antonio, 1, los martes y jueves de 13.00 a 16.00 horas.