lunes, 21 de junio de 2010

Las guerras de los cimbrios. La guerra bajo Mario

La guerra bajo Mario
A raíz de la catástrofe de Arausio, el miedo sacudió la república hasta los cimientos. El terror cimbrio se presentía en las calles, los romanos esperaban que los bárbaros llegaran a sus puertas en cualquier momento. En esa atmósfera de pánico y desesperación, se declaró una situación de emergencia. La constitución fue ignorada y Cayo Mario, vencedor en la guerra de Yugurta, es elegido cónsul por un periodo consecutivo de 5 años (empezando en 105 a. C.) cosa sin precedentes en la historia de la república y completamente ilegal (sólo se podía ser cónsul una vez cada diez años). Además, fue nombrado imperator, comandante supremo del ejército, con poderes sin precedentes que usó para transformar el ejército en la mejor fuerza militar de la edad antigua.
Hasta ese momento el ejército estaba formado obligatoriamente por romanos de buenas raíces y con posesiones de tierra, pues creían que el mejor soldado era aquél cuyo honor y capital estuviera en juego ante cada peligro que tuviera Roma. Mario cambió todo esto por una fuerza compuesta de campesinos procedentes de Roma y además de cualquier ciudad italiana, sin tierras ni esposa que le hicieran pensar en abandonar la legión, y sobre todo, voluntariosos. Mejoró y normalizó el entrenamiento, las armas, las armaduras y el equipo de campaña. También modificó la estructura organizativa de la legión dividiéndola en cohortes, consiguiendo hacerla más dinámica y flexible. Junto con estas disposiciones, entraron nuevas normas y un nuevo símbolo, el águila, enseñando a sus tropas a venerarla y a que impidieran que cayera en manos enemigas. Se dice que esta infantería fue el primer ejército profesional de la historia.
Aunque el asustado senado y el pueblo romano lo catapultaron al poder, Mario no olvidó que el error cimbrio y teutón de no marchar sobre Italia le estaba permitiendo reorganizarse. Él no iba a cometer el mismo error. Pronto se enfrentarían a un general brillante y despiadado.

Movimientos germánicos
Los germanos eran tribus desorganizadas. Además, una de sus costumbres consistía en no quedarse en el lugar donde hubieran tenido que luchar por su posesión. Por ello, a pesar de haber vencido varias veces a los romanos, siempre volvían sobre sus pasos. Pero todo esto iba a cambiar. Boiorix, rey cimbrio, también se erigió líder de todas las tribus implicadas en la migración. Aprendió latín, estudió a los romanos a través de los prisioneros capturados y decidió que con sus fuerzas era posible vencer a Roma mediante un plan brillante: Dividir en tres grupos a todas las tribus, que ya superaban el millón de efectivos e invadir Italia desde tres puntos distintos a la vez, partiendo desde los Alpes. De esta forma, Boiorix forzaría también la dividisión de las menos numerosas legiones romanas, a la vez que le sería más fácil abastecerse. Cada grupo tenía el tamaño suficiente para ser una terrible amenaza para los romanos, pero no tan grande como para volverse ingobernable, ya que los pasos de los Alpes eran estrechos y dificultosos.
Teutobod entraría con los teutones y ambrones por el oeste, cerca de Aquae Sextae. Él mismo marcharía sobre Roma por el Norte junto a los cimbrios, por un paso cerca de la actual Verona. El resto de tribus entraría en Italia por el paso más oriental de los Alpes, por el paso de Tergeste.
La venganza de Roma
Conocedor de los planes germánicos, Mario ya había enviado al procónsul Quinto Lutacio Catulo César a interceptar a los cimbrios. El plan consistía en vencer a cimbrios y teutones por separado y a la vez, para luego unir las legiones de ambos cónsules y marchar juntos sobre el tercer grupo de tribus germánicas. Sin embargo, Mario dudaba de las capacidades militares de Catulo, así que ordenó a su joven rival, pero en este momento aliado forzoso Lucio Cornelio Sila, que lo acompañara e incluso que lo relevara del mando si este ponía en peligro al ejército. En el 102 a. C., Mario estaba preparado para enfrentarse a los teutones, que mientras tanto, habían estado saqueando Massilia (la actual Marsella). Escogió el terreno cuidadosamente y levantó un campamento fortificado en lo alto de una colina, cerca de Aquae Sextae, donde continuamente incitaría a los teutones y a sus aliados ambrones a que lo atacaran. Una vez que éstos picaron el anzuelo, una fuerza compuesta por cinco cohortes formada por los legionarios más fuertes, que previamente Mario había escondido en un bosque cercano, cayeron por la espalda del enemigo, capturando a su rey Teutobod y masacrando a los germanos. Pero en Aquae Sextae sólo se consiguió un empate: a pesar de que ambrones y teutones habían sido eliminados, los cimbrios y el tercer grupo de invasión compuesto mayoritariamente por queruscos y marcómanos aún eran unas fuerzas muy poderosas.
En el 101 a. C., los cimbrios cruzaron los Alpes. Quinto Lutacio Catulo César, como había previsto Mario, estaba acampado en un enclavamiento pésimo, un estrecho valle fácilmente rodeable, donde sólo era cuestión de tiempo que los germanos, muy superiores numéricamente, los encerraran y masacraran. Sila causó un motín entre los centuriones, consiguiendo que Catulo entrara en razón y retrocediera hacia posiciones más favorables sin presentar combate. Por ello, cruzó el único puente sobre el río Po que había en el valle, a pesar de tener que ceder territorio romano a los cimbrios. Durante el ordenado repliegue al mando de Sila, se produjeron pequeñas escaramuzas entre la caballería cimbria y tropas auxiliares samnitas (aliados de Roma).
Sila tenía la opinión de que los cimbrios perderían un precioso tiempo en saquear esas fértiles tierras antes de seguir con la invasión, tiempo en el cual Mario debía de reunirse con él (junto con las victoriosas legiones de Aquae Sextae). Hechos que finalmente ocurrieron tal y como había predicho. Además, la tercera invasión germánica se había dado la vuelta antes de entrar en Italia, tras conocer la fatídica derrota de los teutones y ambrones a manos de Mario. La balanza empezaba a inclinarse hacia el lado romano tras más de diez años de crisis.
Sería en Vercelae, cerca del río Sesia, donde Mario volvería a demostrar la superioridad de las nuevas legiones y caballería romanas. En la devastadora derrota, los cimbrios fueron virtualmente aniquilados, muriendo dos de sus líderes, Lugius y su rey, Boiorix. En un último episodio de esta cruenta guerra, las mujeres cimbrias mataron a sus hijos y se suicidaron para evitar una vida en esclavitud. Así, la guerra que comenzó como una migración, acabó en un genocidio y en un suicidio de masas.
Los cimbrios no fueron borrados completamente de la faz de la tierra. Un pequeño grupo remanente de cimbrios y teutones siguieron conviviendo en Jutlandia por lo menos hasta el siglo primero, aliados con los boyenses. Esta mezcla de tribus también se las vería con el sobrino de Cayo Mario, Cayo Julio César, durante sus campañas de conquista.
Pasaría otro siglo antes de que los romanos volvieran a caer ante tribus germánicas, en la Batalla del bosque de Teutoburgo. Y serían también los germanos los que acabarían con el imperio de la ciudad eterna, algunos siglos más tarde. --- Las consecuencias políticas resultantes de la guerra, tendrían un efecto más inmediato y duradero en Roma. Con el fin de la guerra cimbria daría comienzo la rivalidad entre Sila y Mario, lo que finalmente conduciría a Roma a una guerra civil. Además, a raíz de la victoria final en Vercelae, Mario dio la ciudadanía romana a sus legiones italianas aliadas, alegando que no podía distinguir entre la voz de un aliado y la de un romano en el fragor de la batalla. De ahora en adelante todas las legiones italianas serían legiones romanas y en lo sucesivo, las ciudades italianas buscabarían una mayor participación en la política externa de Roma, lo que provocaría una Guerra Social (91–88 a. C.).
Mario pudo ser el salvador de Roma, pero también inició el principio del fin de su sistema de gobierno basado en la república. La nueva clase de soldados, formados por campesinos sin tierras y legionarios empobrecidos, a pesar de que juraban lealtad al emblema SPQR, en realidad se sentían atraídos por el que los entrenaba, dirigía, y sobre todo, el que les pagaba: su comandante. Además, las reformas del ejército transformaron a las legiones en la mejor fuerza militar de la época (y posiblemente de la historia), consiguiendo una fuerza militar profesional, al ser cada soldado instruido, equipado y pagado; y permantente, pues los legionarios eran gente sin ningún tipo de bienes ni negocios que gestionar, por lo que podían servir ininterrumpidamente en la legión el tiempo que fuera necesario, lo que a su vez permitía que las legiones romanas incursionaran en territorios cada vez más alejados.
Generales como el mismo Mario, Sila, Craso, Pompeyo, Julio César, Marco Antonio, y por supuesto, Octavio Augusto, convertirían poco a poco la república en una autocracia

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