Batalla de Noreya
En el 113 a. C. llegaron a Nórico, cerca del Danubio, y hogar de los noricanos, pueblo aliado de Roma. Incapaces de repeler la nueva y poderosa fuerza invasora, los noricanos pidieron ayuda romana. Al año siguiente, el cónsul romano Cneo Papirio Carbón guió las legiones a Nórico y después de realizar una impresionante demostración de fuerza, ocupó una importante posición defensiva y exigió a los cimbrios abandonar la provincia inmediatamente. Éstos pensaban cumplir pacíficamente las demandas de los romanos, hasta que descubrieron que Papirio Carbón les estaba preparando una emboscada. Enfurecidos por esta traición, cimbrios y teutones atacaron a los romanos, destrozando gran parte de las legiones, y casi capturando al propio cónsul, en la batalla de Noreya.
De esta manera, Italia quedó expuesta a la invasión; y sin embargo, los cimbrios y sus aliados se dirigieron hacia los Alpes, al oeste, para entrar en la Galia. En el 109 a. C., invadieron la provincia romana de la Galia Narbonense derrotando al ejército romano, que estaba bajo el mando de Marco Junio Silano. Durante el mismo año, también vencieron a otro ejército romano en Burdigala (actual Burdeos) muriendo en combate su comandante y también cónsul, Lucio Casio Longino Ravila. En el 107 a. C. los romanos perdieron nuevamente, esta vez contra los tigurinos (uno de los pueblos de los cantones helvecios), quienes eran aliados de los cimbrios tras su paso por los Alpes.
Batalla de Arausio
En el 105 a. C., Roma y sus nuevos líderes, el procónsul Quinto Servilio Cepio el Viejo y el cónsul Cneo Malio Máximo, decidieron expulsar a los invasores, resolviendo el asunto de una vez por todas. Para ello, la República envió al mayor ejército nunca visto desde la segunda guerra púnica (probablemente, el mayor de toda la historia de Roma) a la zona, compuesto por 80.000 legionarios y 40.000 auxiliares, incluyendo al personal no combatiente. Esta fuerza estuvo dividida en dos, siendo liderada cada parte por uno de los cónsules.
Cada cónsul guió sus legiones por cuenta propia hacia el río Ródano, a su paso por Orange, y situaron su campamento en orillas opuestas. Los dos comandantes romanos no se gustaban, incluso desconfiaban, entre sí, por lo que sus ejércitos, en vez de actuar como una fuerza abrumadora en la misma dirección, serían entidades independientes separadas por cimbrios, teutones y sus aliados. El orgullo de Cepio llego a tal extremo que optó por atacar sin el apoyo de Máximo, consiguiendo que sus legiones fueran aniquiladas y su campamento asaltado. Las rodeadas y desmoralizadas tropas de Malio Máximo fueron vencidas fácilmente. Los que no caían en combate, se ahogaban en el río, intentando escapar. La Batalla de Arausio supuso la peor derrota sufrida desde Cannas. De hecho, las pérdidas humanas son mucho mayores, y sus consecuencias, más duraderas en el tiempo. Para cimbrios y teutones supuso una gran triunfo, pero al no aprovecharlo, sembraron las semillas de su destrucción. En lugar de reunir a sus aliados y marchar sobre Roma, los cimbrios penetraron en la Hispania, mientras que los teutones permanecieron en la Galia. Por segunda (y fatal) vez, los motivos por los cuales no invadieron Italia siguen siendo un misterio. Tal vez pensaron que un saqueo en Hispania y la Galia sería más fácil. Posiblemente también, ellos podrían haber tenido numerosas bajas, sintiendo que no eran todavía una fuerza lo suficientemente fuerte como para luchar con los romanos en sus tierras. Con sus temerarias tácticas de batalla, incluso sus victorias podrían haber sido costosas. Theodor Mommsen escribió sobre sus métodos de batalla:
Su sistema de enfrentamiento fue sustancialmente el de los celtas de este período, quienes ya no luchaban, como anteriormente lo hacían celtas italianos, con la cabeza descubierta, y sólamente con una espada y una daga, sino con cascos de cobre con frecuencia lujosamente adornados, y con una peculiar arma, la materis; las espadas largas seguían utilizándose, así como un escudo largo y estrecho, lo que podría indicar que también gustaban de cotas de malla. Poseían caballería, pero los romanos eran superiores en aquel momento. Su orden de batalla tenía tanto de brusco como de antiguo. Se formaban en falanges con el mismo número de filas de amplitud como de profundidad, siendo atados con cuerdas y grilletes los componentes de la primera fila en las batallas peligrosas.
Theodor Mommsen,"Historia de Roma"
Así pues, con éstas desventajas tácticas que les hacen basarse en la superioridad numérica y en su propio valor, consiguieron la victoria aprovechándose de los errores cometidos por los comandantes romanos. No obstante, pronto se enfrentarían a un general romano, que raramente cometía errores, a la cabeza de un nuevo ejército que resultaría ser un enemigo mortal.
En el 113 a. C. llegaron a Nórico, cerca del Danubio, y hogar de los noricanos, pueblo aliado de Roma. Incapaces de repeler la nueva y poderosa fuerza invasora, los noricanos pidieron ayuda romana. Al año siguiente, el cónsul romano Cneo Papirio Carbón guió las legiones a Nórico y después de realizar una impresionante demostración de fuerza, ocupó una importante posición defensiva y exigió a los cimbrios abandonar la provincia inmediatamente. Éstos pensaban cumplir pacíficamente las demandas de los romanos, hasta que descubrieron que Papirio Carbón les estaba preparando una emboscada. Enfurecidos por esta traición, cimbrios y teutones atacaron a los romanos, destrozando gran parte de las legiones, y casi capturando al propio cónsul, en la batalla de Noreya.
De esta manera, Italia quedó expuesta a la invasión; y sin embargo, los cimbrios y sus aliados se dirigieron hacia los Alpes, al oeste, para entrar en la Galia. En el 109 a. C., invadieron la provincia romana de la Galia Narbonense derrotando al ejército romano, que estaba bajo el mando de Marco Junio Silano. Durante el mismo año, también vencieron a otro ejército romano en Burdigala (actual Burdeos) muriendo en combate su comandante y también cónsul, Lucio Casio Longino Ravila. En el 107 a. C. los romanos perdieron nuevamente, esta vez contra los tigurinos (uno de los pueblos de los cantones helvecios), quienes eran aliados de los cimbrios tras su paso por los Alpes.
Batalla de Arausio
En el 105 a. C., Roma y sus nuevos líderes, el procónsul Quinto Servilio Cepio el Viejo y el cónsul Cneo Malio Máximo, decidieron expulsar a los invasores, resolviendo el asunto de una vez por todas. Para ello, la República envió al mayor ejército nunca visto desde la segunda guerra púnica (probablemente, el mayor de toda la historia de Roma) a la zona, compuesto por 80.000 legionarios y 40.000 auxiliares, incluyendo al personal no combatiente. Esta fuerza estuvo dividida en dos, siendo liderada cada parte por uno de los cónsules.
Cada cónsul guió sus legiones por cuenta propia hacia el río Ródano, a su paso por Orange, y situaron su campamento en orillas opuestas. Los dos comandantes romanos no se gustaban, incluso desconfiaban, entre sí, por lo que sus ejércitos, en vez de actuar como una fuerza abrumadora en la misma dirección, serían entidades independientes separadas por cimbrios, teutones y sus aliados. El orgullo de Cepio llego a tal extremo que optó por atacar sin el apoyo de Máximo, consiguiendo que sus legiones fueran aniquiladas y su campamento asaltado. Las rodeadas y desmoralizadas tropas de Malio Máximo fueron vencidas fácilmente. Los que no caían en combate, se ahogaban en el río, intentando escapar. La Batalla de Arausio supuso la peor derrota sufrida desde Cannas. De hecho, las pérdidas humanas son mucho mayores, y sus consecuencias, más duraderas en el tiempo. Para cimbrios y teutones supuso una gran triunfo, pero al no aprovecharlo, sembraron las semillas de su destrucción. En lugar de reunir a sus aliados y marchar sobre Roma, los cimbrios penetraron en la Hispania, mientras que los teutones permanecieron en la Galia. Por segunda (y fatal) vez, los motivos por los cuales no invadieron Italia siguen siendo un misterio. Tal vez pensaron que un saqueo en Hispania y la Galia sería más fácil. Posiblemente también, ellos podrían haber tenido numerosas bajas, sintiendo que no eran todavía una fuerza lo suficientemente fuerte como para luchar con los romanos en sus tierras. Con sus temerarias tácticas de batalla, incluso sus victorias podrían haber sido costosas. Theodor Mommsen escribió sobre sus métodos de batalla:
Su sistema de enfrentamiento fue sustancialmente el de los celtas de este período, quienes ya no luchaban, como anteriormente lo hacían celtas italianos, con la cabeza descubierta, y sólamente con una espada y una daga, sino con cascos de cobre con frecuencia lujosamente adornados, y con una peculiar arma, la materis; las espadas largas seguían utilizándose, así como un escudo largo y estrecho, lo que podría indicar que también gustaban de cotas de malla. Poseían caballería, pero los romanos eran superiores en aquel momento. Su orden de batalla tenía tanto de brusco como de antiguo. Se formaban en falanges con el mismo número de filas de amplitud como de profundidad, siendo atados con cuerdas y grilletes los componentes de la primera fila en las batallas peligrosas.
Theodor Mommsen,"Historia de Roma"
Así pues, con éstas desventajas tácticas que les hacen basarse en la superioridad numérica y en su propio valor, consiguieron la victoria aprovechándose de los errores cometidos por los comandantes romanos. No obstante, pronto se enfrentarían a un general romano, que raramente cometía errores, a la cabeza de un nuevo ejército que resultaría ser un enemigo mortal.
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