Bandas guerreras iniciáticas entre los hispanos indoeuropeos
"Los caudillajes guerreros de los pueblos del área indoeuropea de la Península Ibérica estaban íntimamente ligados a la existencia de unas características cofradías o bandas iniciáticas masculinas (Männerbünde) como las que se conocen entre los indoiranios, germanos, itálicos, griegos, eslavos, etc.
Tales Männerbünde se remontaban a la prehistoria indoeuropea y, según han mostrado los estudios de diferentes investigadores, desempeñaron un importante papel sociopolítico como fuerza motriz de la expansión histórica de una serie de pueblos de los que se ha tratado. Los miembros de estas agrupaciones juveniles y guerreras se caracterizaban por practicar un género de vida iniciático simbolizado por ciertos emblemas externos (pieles de lobo, negros ropajes) relacionados con su culto ctónico interno (creencia en un ejército de muertos guiados por un caudillo divino), por la magia extática de la que se servían en combate para paralizar de terror, por sus rituales internos y celebraciones durante el solsticio de invierno, su fundamental protagonismo en las iniciaciones juveniles en zonas apartadas, expediciones depredatorias, etc. En su seno se elegían también los jefes que conducían a la banda y parece que los demás miembros del grupo le presentaban un juramento personal de fidelidad en el que se incluía una autoconsagración a los dioses, al modo de los soldurios cántabros y celtíberos.
En la Península Ibérica existen una serie de testimonios que nos permiten afirmar que entre los pueblos prerromanos existieron las mismas corporaciones iniciáticas de tipo indoeuropeo: Tenemos en primer lugar en el folklore unas significativas pervivencias de los Männerbünde (las bandas de zamarrones responsables de los tumultos invernales en las aldeas). Hay también para época anterior a la conquista romana algunas noticias clásicas y prepresentaciones alusivas a la práctica de cubrirse con pieles de lobo o de imitar el aspecto de las fieras (especialmente entre cántabros y celtíberos). Este rito simbolizaba la relación de los guerreros iniciados con los dioses o los espíritus de la Muerte a los que estaban consagrados ( tal vez a un dios-lobo), y tenía la finalidad de adquirir el éxtasis o furor guerrero. Este último, somo sabemos por Estrabón y Silio Itálico, era un recurso del que se servían los cántabros durante el combate, y otros autores nos hablan de los artificios o muecas guerreras de los que se valían los lusitanos y celtas para paralizar de espanto al enemigo.
Este comportamiento y transformaciones rituales en fieras son propios de guerreros pertenecientes a cofradías militares indoeuropeas que veneraban a dioses guerreros propios de su mitología interna (Bandua, Navia, Cosus, Erudino,...). Con tales bandas pueden relacionarse igualmente las "danzas de caballitos" y los guerreros con armazones o disfraces de caballo del mundo celtíbero, las "saunas castreñas" vinculables a los ritos de pasaje de los jóvenes, etc.
La consagración de la vida al jefe (devotio) y la existencia de cofradías guerreras iniciáticas (Männerbünde) son fundamentales para comprender la tendencia expansiva del mundo cántabro y su permanente inclinación al mercenariado, las razias para el pillaje y el robo de ganado, etc. (...)"
Eduardo Peralta Labrador
"Los caudillajes guerreros de los pueblos del área indoeuropea de la Península Ibérica estaban íntimamente ligados a la existencia de unas características cofradías o bandas iniciáticas masculinas (Männerbünde) como las que se conocen entre los indoiranios, germanos, itálicos, griegos, eslavos, etc.
Tales Männerbünde se remontaban a la prehistoria indoeuropea y, según han mostrado los estudios de diferentes investigadores, desempeñaron un importante papel sociopolítico como fuerza motriz de la expansión histórica de una serie de pueblos de los que se ha tratado. Los miembros de estas agrupaciones juveniles y guerreras se caracterizaban por practicar un género de vida iniciático simbolizado por ciertos emblemas externos (pieles de lobo, negros ropajes) relacionados con su culto ctónico interno (creencia en un ejército de muertos guiados por un caudillo divino), por la magia extática de la que se servían en combate para paralizar de terror, por sus rituales internos y celebraciones durante el solsticio de invierno, su fundamental protagonismo en las iniciaciones juveniles en zonas apartadas, expediciones depredatorias, etc. En su seno se elegían también los jefes que conducían a la banda y parece que los demás miembros del grupo le presentaban un juramento personal de fidelidad en el que se incluía una autoconsagración a los dioses, al modo de los soldurios cántabros y celtíberos.
En la Península Ibérica existen una serie de testimonios que nos permiten afirmar que entre los pueblos prerromanos existieron las mismas corporaciones iniciáticas de tipo indoeuropeo: Tenemos en primer lugar en el folklore unas significativas pervivencias de los Männerbünde (las bandas de zamarrones responsables de los tumultos invernales en las aldeas). Hay también para época anterior a la conquista romana algunas noticias clásicas y prepresentaciones alusivas a la práctica de cubrirse con pieles de lobo o de imitar el aspecto de las fieras (especialmente entre cántabros y celtíberos). Este rito simbolizaba la relación de los guerreros iniciados con los dioses o los espíritus de la Muerte a los que estaban consagrados ( tal vez a un dios-lobo), y tenía la finalidad de adquirir el éxtasis o furor guerrero. Este último, somo sabemos por Estrabón y Silio Itálico, era un recurso del que se servían los cántabros durante el combate, y otros autores nos hablan de los artificios o muecas guerreras de los que se valían los lusitanos y celtas para paralizar de espanto al enemigo.
Este comportamiento y transformaciones rituales en fieras son propios de guerreros pertenecientes a cofradías militares indoeuropeas que veneraban a dioses guerreros propios de su mitología interna (Bandua, Navia, Cosus, Erudino,...). Con tales bandas pueden relacionarse igualmente las "danzas de caballitos" y los guerreros con armazones o disfraces de caballo del mundo celtíbero, las "saunas castreñas" vinculables a los ritos de pasaje de los jóvenes, etc.
La consagración de la vida al jefe (devotio) y la existencia de cofradías guerreras iniciáticas (Männerbünde) son fundamentales para comprender la tendencia expansiva del mundo cántabro y su permanente inclinación al mercenariado, las razias para el pillaje y el robo de ganado, etc. (...)"
Eduardo Peralta Labrador
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