lunes, 13 de septiembre de 2010

La religión céltica en la Península Ibérica. Part II

1ª) Se puede diferenciar, en primer lugar, el área comprendida por el oeste de Extremadura y toda la región interior de Portugal desde el valle del río Tajo hasta la cuenca de Lugo. Es el territorio que habitaban, en su mayor parte, los pueblos lusitanos. En ella se testimonian las divinidades Bandua, Reue, Arentius, Quangeius, Trebaruna, Arentia, Munidis, Erbina, Ataecina y Lacipaea. En esta región se ven, a su vez, ciertas diferencias teonímicas entre el ámbito situado al norte del Duero y el situado al sur de este río puesto que, aunque algunas divinidades coinciden en las dos áreas (Reue, Bandua y Nabia), otras sólo aparecen al sur del mismo (Arentius, Arentia, Trebaruna, Quangeius, Munidis, etc.), en las Beiras Alta y Baixa. La coherencia cultural de esta región, sobre todo al sur de el río Duero, se patentiza en el hecho de que las escasas inscripciones en lengua lusitana se han hallado en la misma, en Lamas de Moledo (Castro Daire, Viseu), Cabeço das Fraguas (Sabugal, Guarda) y Arroyo de la Luz (Cáceres).

2ª) Al oeste de la región citada, en toda la región costera desde Aveiro hasta el Cabo de Finisterre, los testimonios de Cosus tienen una cierta exclusividad, coincidiendo sólo con Nabia en el área bracarense. No aparecen, por otra parte, dedicaciones a Cosus en las regiones interiores donde se testimonian los dioses citados en la zona 1ª, lo que nos permite inferir diferencias culturales entre los dos ámbitos. No sabemos por otras fuentes el carácter étnico de toda esta región costera, aunque sabemos que en partes de la misma habitaban pueblos Célticos en sentido estricto (Célticos Supertamaricos, Célticos Prestamarcos) y también otros del mismo origen celta según las fuentes antiguas (Neros, Artabros, etc.). Aunque se observan ciertas particularidades en esta región, faltan más datos para poder establecer su caracterización teonímica y cultural.

3ª) El área de Tras-os-Montes oriental es característica porque en ella se adoraba a Aernus, que no aparece en otras áreas y, además, porque aquí desaparecen los testimonios de los dioses lusitanos, si exceptuamos un testimonio de Bandua. En esta región habitaban en la Antigüedad los Zoelas, pueblo que ha tenido muy poco eco en las fuentes literarias pero que, sin embargo, muestra ciertas particularidades en su antroponimia, su estatuaria zoomorfa y su epigrafía. Aernus parece ser el dios más venerado por los Zoelas, ya que conocemos una inscripción dedicada al dios Aernus por el ordo Zoelarum. No obstante, en esta región existen muy escasos datos para que podamos elaborar hipótesis concluyentes.

4ª) La región vettona tampoco es muy abundante en información epigráfica, pero aquí es muy patente la desaparición de testimonios de los dioses lusitanos y, además, se adoraba a divinidades que parecen haber tenido su centro de culto entre los Vettones: Toga e Ilurbeda. Lo más llamativo es que la frontera cultural entre los territorios Vetón y Lusitano, tal como se establece por los textos de Ptolomeo, por las esculturas de piedra conocidas como verracos, que son características de este pueblo, y por ciertas formas de cerámica, se marca perfectamente también por la desaparición de los teónimos lusitanos englobados en la zona 1ª.

5ª) El área celtibérica tiene su correspondencia geográfica en la distribución de los dioses Lugus, Aeius y de las diosas Matres y Epona. Es, desde el punto de vista de los nombres de divinidades, la región que guarda más similitudes con todo el mundo céltico de la Europa central e insular, puesto que Lugus aparece en los ciclos mitológicos irlandeses y galeses y es conocido por inscripciones de la Galia romana; por su parte, las Matres y Epona están ampliamente representadas en la epigrafía y en la estatuaria de toda la Europa céltica occidental.

6ª) Se trata de la región habitada por los pueblos vascones, de la que proceden nombres de divinidades en lengua euskérica, tanto Losa, la única que aparece con una cierta difusión territorial, como otras de carácter local.

No sabemos si existe una coherencia teonímica en el conjunto de las áreas habitadas por otros pueblos como, por ejemplo, los Astures, Cántabros o Vacceos. Ello es consecuencia, por una parte, de la escasez de datos epigráficos procedentes de estas áreas y, sobre todo, de que las divinidades que aparecen en ellas son de carácter local y no permiten, por el momento, establecer relaciones entre estos pueblos y un esquema panteístico determinado.
En cuanto al significado de las principales divinidades indígenas, es extremadamente difícil definirlo con precisión a causa de la escasa información que ofrecen las inscripciones. Hemos de tener en cuenta, por tanto, que siempre nos movemos en terreno resbaladizo a la hora de establecer cualquier conclusión. No obstante, el análisis lingüístico de los teónimos y epítetos permite un primer acercamiento, que se está llevando a cabo recientemente con planteamientos más científicos que los efectuados en décadas anteriores. A partir de aquí, otros elementos de las inscripciones ofrecen nuevas pistas si se observan en conjunto, como los dedicantes de las piezas, los lugares donde fueron halladas, la coincidencia de ámbitos de culto de las diferentes deidades, algunas de las cuales aparecen en una misma inscripción, la comparación de todos estos datos con los de las inscripciones halladas en otros territorios de la Céltica europea o la consideración de los ciclos mitológicos galeses e irlandeses y las informaciones de los autores greco-latinos sobre las deidades célticas galas y germanas.
En primer lugar, deben ser analizados los testimonios de las deidades lusitanas, que eran adoradas por unas mismas comunidades y ofrecen datos más numerosos y útiles. En este sentido, tenemos que se rendía culto en el territorio portugués de las Beiras y en la región noroccidental de Extremadura a cuatro deidades masculinas: Bandua, Reue, Arentius y Quangeius. Del primero, en lo que está de acuerdo la mayoría de los investigadores es en que sus apelativos hacen referencia, mayoritariamente, a comunidades locales, varias de ellas con el sufijo -briga. Algunos de ellos son Etobrico, Brialeacui, Isibraiegui, Longobricu (hallado en Longroiva), Verubrico, Veigebreaego, Lansbricae, Malunrico o Malun(b)rico, Aetiobrigo, Roudaeco (alusivo a una localidad antigua de nombre Rouda), etc. Todos estos son apelativos locales, es decir, que aparecen en piezas que han sido halladas en un solo lugar, por lo que es muy probable que la divinidad Bandua fuera tutelar en estas comunidades rurales. Hemos de tener en cuenta, además, que este dios no tiene apelativos referentes a municipios o capitales de ciuitates romanas. Esto parece lógico si estamos en lo cierto al adjudicar un papel de protector de la comunidad a Bandua, puesto que habría sido inaceptable que un dios autóctono hubiera ejercido este papel público en las ciudades más romanizadas, que funcionaban plenamente bajo los criterios religiosos de la administración imperial.
Teniendo en cuenta estos datos, hemos de resaltar que en la Galia romana, donde la fusión entre los nombres de dioses indígenas y romanos fue mucho más habitual, este tipo de apelativos de comunidades locales se atribuía a Marte. Así Marte aparece en epígrafes galos como Budenico (referente a los Budenicenses), Cuntino (cerca de Contes), Cemenelo (en la antigua Cemenelum), Vesontio (Vesontium), etc. Esta asociación del dios romano a comunidades locales es mayor que en el resto de las divinidades galo-romanas. Por tanto, es éste el ejemplo más comparable al de Bandua en Hispania. Pero hay más datos comparables, como el de que Bandua era adorado, sobre todo, por hombres, militares en algún caso. También el Marte céltico cumple este patrón en el resto de Europa. En Galia, este tipo de divinidad tutelar se mantuvo, por tanto, en las ciudades más pobladas y romanizadas, pero para ello tuvo que adoptar el nombre del dios romano que mejor cumplía este papel protector y defensor: Marte.
En el caso de Reue, los datos también son escasos, pero apuntan en una misma dirección. El significado del teónimo y sus epítetos lo vincula a los ríos. Sin embargo, uno de sus epítetos, Larauco, lo vincula a una montaña que ha mantenido ese nombre hasta hoy, el monte Larouco y, en otra pieza hallada cerca de la anterior, aparece como Larauco Deo Maximo, es decir, con apelativos que habitualmente acompañan al dios supremo de los romanos: Júpiter. También la ofrenda sacrificial a Reue escrita en el Cabeço das Fraguas (Sabugal, Guarda), está en una elevación montañosa. Ello parece indicar una relación del dios con los ríos y las montañas lo que, por otra parte, es coherente con Júpiter. Hemos de considerar que el nombre del dios galo que se asimiló a Júpiter, Taranis, también aparece en varios ríos franceses. En consecuencia, parece coherente el papel de Reue como dios supremo del cielo y de los fenómenos atmosféricos, la lluvia y, por tanto, con los ríos, con su vinculación a las montañas y su consideración como deus maximus.
Juan Carlos Olivares Pedreño

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