Otros teónimos, en distintas áreas de Hispania, están relacionados con la lengua celta, como el citado Neto de los accitanos, atestiguado en Condeixa-a-Velha (Portugal) y en Trujillo (Cáceres), y en el bronce de Botorrita (Zaragoza). El Tokoitos de este mismo bronce se corresponde con distintos antropónimos y teónimos, y aparece en el monumento rupestre de Braga, donde se cita a Tongae Nabiagoi.
Un grupo característico del área lusitano-galaica está formado por Bandua, Cosus, Nabia y Reve. Por su parte, Bandua, que cuenta con una treintena de inscripciones, tiene probablemente un carácter acuático. En una pátera de la Beira Alta se la identifica iconográficamente con Tutela. Una prueba de la extensión del culto a las aguas es la frecuencia con que aparecen inscripciones dedicadas a las Ninfas. El lugar de aparición correspondería con los santuarios o lugares consagrados a su culto: las Nimphae Ameucni, en León; Aquae Eleteses, en el balneario de Retortillo (Salamanca); Nimphae Tanitacuae, en Baños de Molgar (Orense); Nimphae Varcilenae, en Valtierra, a 20 km de Alcalá de Henares; Nimphae Caparenses, en un balneario de aguas termales con ninfeo, en Montemayor (Cáceres); Genius Fontis Agineesis, en un manantial de agua medicinales de Boñar (León).
Una veintena de inscripciones están consagradas al dios Cosus, dios de carácter guerrero. A Nabia se levantan una veintena de inscripciones que se concentran en el Conventus Bracarensis y en la provincia de Cáceres. La mayoría de los autores relacionan a esta diosa con el mundo de las aguas. Es la divinidad femenina más importante del santuario portugués de Marecos (Oporto). parece tener también una función tutelar. Reve cuenta con nueve inscripciones procedentes del área orensana y de la Beira Baja portuguesa.
Al horizonte céltico pueden adscribirse las dos deidades más importantes no romanas de Hispania, es decir, Endovellicus y Ataecina. El primero cuenta con 85 inscripciones dedicadas en el santuario de São Miguel da Mota, en el Alto Alentejo. Su culto se extendía en el territorio mediante entre los ríos Sado y Guadiana hasta Huelva. Sus devotos pertenecían a todas las capas sociales. De él se conservan tres cabezas. Endovellicus era un dios de carácter oracular e infernal. Se cantaban himnos en su honor.
En el santuario de Postoloboso (Ávila) se tributaba culto a Vaelicus, del que se conservan una veintena de inscripciones. Era un dios vinculado con el lobo, y por lo tanto de carácter infernal, como el Sucellus galo, del que han aparecido varias figuritas en Hispania.
Ataecina era una diosa venerada por la región regada por el Guadiana, si bien recibió culto en otras áreas más apartadas. Su santuario se encontraba en El Trampal (Cáceres), donde han aparecido doce inscripciones. Se piensa que su culto procedía de Turóbriga, en la Beturia Céltica (Plin. N.H 3,14). Era una deidad de carácter infernal y su «celtismo» no es seguro. Se asimilaba a Proserpina, de ahí que se le atribuyan también funciones agrarias. Los devotos eran de muy diferente procedencia social.
Trebaruna era una divinidad venerada en la provincia de Cáceres y en la Beturia portuguesa. Se ha pensado que fuese deidad protectora de la casa o de carácter guerrero, asimilada a la romana Victoria, o protectora del hábitat de las tribus.
Una veintena de inscripciones están dedicadas a los Lares Viales, cuyo carácter céltico han señalado algunas investigaciones. Los Lares protegían el hogar y los caminos, principalmente las encrucijadas, si es que tienen las mismas atribuciones que los Lares romanos. Se cree que su culto fue introducido por los romanos, si bien la esencia de estos dioses parece indígena. A veces las inscripciones dedicadas a los Lares van acompañados de epítetos indudablemente indígenas. Su culto se extendía por las regiones portuguesas del Duero, el litoral, la cuenca del Miño, las Beiras y Trasos-Montes, así como por las provincias españolas de Orense y Cáceres. A veces el epíteto indica, identificándolos, a un grupo humano, como el caso de los Lares Gallaecorum, Lares Gapeticorum Gentilitatis, Lares Lucanci Dovilonicorum.
Un gran número de teónimos hispanos, principalmente del noroeste y oeste de la Península, aluden a topónimos o a nombres de tribus o pueblos, fenómeno detectado en la Céltica, como Durbedicus, de Ronfe (Guimarães, Portugal), deidad de carácter acuático, y Tameobrigus, en la confluencia de los ríos Támega y Duero. El mismo carácter acuático tendrían Arentius y Arentia en la Beira Baja, Aracus Aramoecus en Cascais (Portugal), y Arescus en Alcolea del Río (Sevilla).
La mayoría de los nombres de dioses indígenas aparecen una sola vez, como Deo Bodo, dios guerrero de Villadelpalos (Carracedelo, León); Rego, rey de una inscripción de Lugo, que sería una deidad suprema en el panteón celta hispano; Cabuniaeginus (Monte Cildá, Palencia); Vacocaburius, de Astorga (León), de carácter protector, al igual que Tondopalandaigae de Talaván (Cáceres), y Cromgin Toudadigoede Morteiro Rubeira (Orense). Otras deidades se relacionan con las montañas, como Candeberonius Caeduradius de Vila Nova da Mares (Braga); I.O.M. Candiedo, de Galicia, o Iupiter Candamius, del convento astur. Serían dioses de las montañas asimilados al Júpiter romano. Dioses igualmente relacionados con las montañas son Durcetius, de una inscripción de San Millán de la Cogolla (La Rioja); Albocelus (Vila Real, Portugal) y Albocus (Alongos, Orense); Vestius Aloniecus, dios venerado en Lourizán (Pontevedra), cuya imagen es de varón barbudo, con cuernos, los brazos extendidos y dos grandes manos. Se ha interpretado esta figura como imagen de un dios asociado al toro o a una deidad de tipo ctónico y astral. Otras imágenes de dioses célticos con cuernos han aparecido en Riotinto (Huelva) y en el Llano de Candelario (Salamanca).
No es totalmente aconsejable reunir los teónimos hispanos en razón de la ideología trifuncional. Tampoco el sentido de sus funciones se deduce claramente de su etimología. Muchos teónimos hispanos recuerdan a los de la Céltica. Se han agrupado los teónimos hispanos en cuatro niveles:
José María Blázquez
Un grupo característico del área lusitano-galaica está formado por Bandua, Cosus, Nabia y Reve. Por su parte, Bandua, que cuenta con una treintena de inscripciones, tiene probablemente un carácter acuático. En una pátera de la Beira Alta se la identifica iconográficamente con Tutela. Una prueba de la extensión del culto a las aguas es la frecuencia con que aparecen inscripciones dedicadas a las Ninfas. El lugar de aparición correspondería con los santuarios o lugares consagrados a su culto: las Nimphae Ameucni, en León; Aquae Eleteses, en el balneario de Retortillo (Salamanca); Nimphae Tanitacuae, en Baños de Molgar (Orense); Nimphae Varcilenae, en Valtierra, a 20 km de Alcalá de Henares; Nimphae Caparenses, en un balneario de aguas termales con ninfeo, en Montemayor (Cáceres); Genius Fontis Agineesis, en un manantial de agua medicinales de Boñar (León).
Una veintena de inscripciones están consagradas al dios Cosus, dios de carácter guerrero. A Nabia se levantan una veintena de inscripciones que se concentran en el Conventus Bracarensis y en la provincia de Cáceres. La mayoría de los autores relacionan a esta diosa con el mundo de las aguas. Es la divinidad femenina más importante del santuario portugués de Marecos (Oporto). parece tener también una función tutelar. Reve cuenta con nueve inscripciones procedentes del área orensana y de la Beira Baja portuguesa.
Al horizonte céltico pueden adscribirse las dos deidades más importantes no romanas de Hispania, es decir, Endovellicus y Ataecina. El primero cuenta con 85 inscripciones dedicadas en el santuario de São Miguel da Mota, en el Alto Alentejo. Su culto se extendía en el territorio mediante entre los ríos Sado y Guadiana hasta Huelva. Sus devotos pertenecían a todas las capas sociales. De él se conservan tres cabezas. Endovellicus era un dios de carácter oracular e infernal. Se cantaban himnos en su honor.
En el santuario de Postoloboso (Ávila) se tributaba culto a Vaelicus, del que se conservan una veintena de inscripciones. Era un dios vinculado con el lobo, y por lo tanto de carácter infernal, como el Sucellus galo, del que han aparecido varias figuritas en Hispania.
Ataecina era una diosa venerada por la región regada por el Guadiana, si bien recibió culto en otras áreas más apartadas. Su santuario se encontraba en El Trampal (Cáceres), donde han aparecido doce inscripciones. Se piensa que su culto procedía de Turóbriga, en la Beturia Céltica (Plin. N.H 3,14). Era una deidad de carácter infernal y su «celtismo» no es seguro. Se asimilaba a Proserpina, de ahí que se le atribuyan también funciones agrarias. Los devotos eran de muy diferente procedencia social.
Trebaruna era una divinidad venerada en la provincia de Cáceres y en la Beturia portuguesa. Se ha pensado que fuese deidad protectora de la casa o de carácter guerrero, asimilada a la romana Victoria, o protectora del hábitat de las tribus.
Una veintena de inscripciones están dedicadas a los Lares Viales, cuyo carácter céltico han señalado algunas investigaciones. Los Lares protegían el hogar y los caminos, principalmente las encrucijadas, si es que tienen las mismas atribuciones que los Lares romanos. Se cree que su culto fue introducido por los romanos, si bien la esencia de estos dioses parece indígena. A veces las inscripciones dedicadas a los Lares van acompañados de epítetos indudablemente indígenas. Su culto se extendía por las regiones portuguesas del Duero, el litoral, la cuenca del Miño, las Beiras y Trasos-Montes, así como por las provincias españolas de Orense y Cáceres. A veces el epíteto indica, identificándolos, a un grupo humano, como el caso de los Lares Gallaecorum, Lares Gapeticorum Gentilitatis, Lares Lucanci Dovilonicorum.
Un gran número de teónimos hispanos, principalmente del noroeste y oeste de la Península, aluden a topónimos o a nombres de tribus o pueblos, fenómeno detectado en la Céltica, como Durbedicus, de Ronfe (Guimarães, Portugal), deidad de carácter acuático, y Tameobrigus, en la confluencia de los ríos Támega y Duero. El mismo carácter acuático tendrían Arentius y Arentia en la Beira Baja, Aracus Aramoecus en Cascais (Portugal), y Arescus en Alcolea del Río (Sevilla).
La mayoría de los nombres de dioses indígenas aparecen una sola vez, como Deo Bodo, dios guerrero de Villadelpalos (Carracedelo, León); Rego, rey de una inscripción de Lugo, que sería una deidad suprema en el panteón celta hispano; Cabuniaeginus (Monte Cildá, Palencia); Vacocaburius, de Astorga (León), de carácter protector, al igual que Tondopalandaigae de Talaván (Cáceres), y Cromgin Toudadigoede Morteiro Rubeira (Orense). Otras deidades se relacionan con las montañas, como Candeberonius Caeduradius de Vila Nova da Mares (Braga); I.O.M. Candiedo, de Galicia, o Iupiter Candamius, del convento astur. Serían dioses de las montañas asimilados al Júpiter romano. Dioses igualmente relacionados con las montañas son Durcetius, de una inscripción de San Millán de la Cogolla (La Rioja); Albocelus (Vila Real, Portugal) y Albocus (Alongos, Orense); Vestius Aloniecus, dios venerado en Lourizán (Pontevedra), cuya imagen es de varón barbudo, con cuernos, los brazos extendidos y dos grandes manos. Se ha interpretado esta figura como imagen de un dios asociado al toro o a una deidad de tipo ctónico y astral. Otras imágenes de dioses célticos con cuernos han aparecido en Riotinto (Huelva) y en el Llano de Candelario (Salamanca).
No es totalmente aconsejable reunir los teónimos hispanos en razón de la ideología trifuncional. Tampoco el sentido de sus funciones se deduce claramente de su etimología. Muchos teónimos hispanos recuerdan a los de la Céltica. Se han agrupado los teónimos hispanos en cuatro niveles:
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