Varias inscripciones mencionan sacrificios de animales. En la de Cabeço das Fraguas (Portugal) se lee: «Una oveja para Trebopala y un cerdo para Laebo [...], una oveja de un año para Trebaruna y un toro semental para Reve». Se trata de un suovetaurilium, o sea, un sacrificio de una oveja, un cerdo y un toro en una misma ceremonia, que se hacía en Roma para la purificación de los campos.
La inscripción de Marecos (Oporto) cita los sacrificios de una vaca, un buey, un cordero, un becerro o de una ternera en honor de la virgen conservadora, de la Ninfa de los Danigos, y de Nabia Corona. El epígrafe se data el 9 de abril del año 147. Se trata de un ritual anual celebrado en una casa, con intervención de unos curatores que procederían de la aristocracia. El lugar es un santuario local de carácter sincretístico. En una de las inscripciones de Panoias se describe un ritual consistente en la inmolación de víctimas y quemar luego las entrañas en depósitos cuadrados, así como en recoger la sangre en cubetas. Se trata de ofrendas expiatorias a los dioses. La confirmación arqueológica de estos rituales son tres bronces votivos del Instituto de Valencia de Don Juan, de Madrid, de Castelo Moreira (Portugal) y el carro de Costa Figueira (Portugal). En el primero se representa un cordero, un cerdo y un lechón, animales a sacrificar, con un gran caldero y dos hombres, uno de ellos con torques ceñido al cuello, y un segundo también con torques portando un cuchillo. También hay un gallo y un osezno. La escena se encuentra sobre una plancha metálica acabada en cabeza de toro. Una escena parecida se representa en el bronce de Castelo Moreira.
En el carro de Costa Figueira la caja es una serpiente terminada en yunta de bueyes. Sobre la serpiente se sitúan siete personas, una dispuesta a sacrificar una cabra. La presencia de toros en estos tres bronces se han relacionado con la sacralidad de los toros descendientes de los que Heracles regaló a un reyezuelo ibero (Diod. 4, 18, 2). Sacrificios de animales se mencionan también en las fuentes literarias. En el año 147 a.C, los habitantes de Segóbriga (Cuenca) celebraban un sacrificio cuando Viriato entró en la ciudad (Front. 3, 2, 5). Huesos de animales (suidos y bóvidos) sacrificados se han encontrado en algunos depósitos como los de Garvão o en Tras-os-Montes.
En los sacrificios de animales se consumía parte de las carnes de la víctimas. Los cántabros concanos bebían la sangre de los caballos sacrificados (Hor. Od. 3, 4; 34; Sil.It. 3, 357 ss.).
La inscripción de Marecos (Oporto) cita los sacrificios de una vaca, un buey, un cordero, un becerro o de una ternera en honor de la virgen conservadora, de la Ninfa de los Danigos, y de Nabia Corona. El epígrafe se data el 9 de abril del año 147. Se trata de un ritual anual celebrado en una casa, con intervención de unos curatores que procederían de la aristocracia. El lugar es un santuario local de carácter sincretístico. En una de las inscripciones de Panoias se describe un ritual consistente en la inmolación de víctimas y quemar luego las entrañas en depósitos cuadrados, así como en recoger la sangre en cubetas. Se trata de ofrendas expiatorias a los dioses. La confirmación arqueológica de estos rituales son tres bronces votivos del Instituto de Valencia de Don Juan, de Madrid, de Castelo Moreira (Portugal) y el carro de Costa Figueira (Portugal). En el primero se representa un cordero, un cerdo y un lechón, animales a sacrificar, con un gran caldero y dos hombres, uno de ellos con torques ceñido al cuello, y un segundo también con torques portando un cuchillo. También hay un gallo y un osezno. La escena se encuentra sobre una plancha metálica acabada en cabeza de toro. Una escena parecida se representa en el bronce de Castelo Moreira.
En el carro de Costa Figueira la caja es una serpiente terminada en yunta de bueyes. Sobre la serpiente se sitúan siete personas, una dispuesta a sacrificar una cabra. La presencia de toros en estos tres bronces se han relacionado con la sacralidad de los toros descendientes de los que Heracles regaló a un reyezuelo ibero (Diod. 4, 18, 2). Sacrificios de animales se mencionan también en las fuentes literarias. En el año 147 a.C, los habitantes de Segóbriga (Cuenca) celebraban un sacrificio cuando Viriato entró en la ciudad (Front. 3, 2, 5). Huesos de animales (suidos y bóvidos) sacrificados se han encontrado en algunos depósitos como los de Garvão o en Tras-os-Montes.
En los sacrificios de animales se consumía parte de las carnes de la víctimas. Los cántabros concanos bebían la sangre de los caballos sacrificados (Hor. Od. 3, 4; 34; Sil.It. 3, 357 ss.).
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