La gran dama, la señora de la noche ha tenido y tiene un culto muy arraigado a lo largo de todos los tiempos y a través de todos los territorios. Entre los cántabros la Luna ha recibido veneración en diversas épocas, sin embargo entre los cántabros antiguos tuvo gran importancia como ha quedado testimoniado, tanto en las fuentes antiguas, como en los grabados en piedra. En cuanto a las referencias que de las fuentes antiguas encontramos, destaca la de Estrabón el cual nos da la noticia siguiente: «Algunos dicen que los Callaicos no tienen dioses y que los Celtíberos y sus vecinos del Norte dan culto a un Dios sin nombre, en las noches de plenilunio fuera de sus pueblos, haciendo bailes de rueda y fiestas nocturnas con sus familias». Según este testimonio podemos considerar que el astro recibía culto, en especial durante la luna llena, momento que era considerado de plenitud e ideal para las plegarias o sacrificios. Sin embargo hay autores que no extraen de esta reseña que los pueblos del norte, y entre ellos destacan los cántabros, tuvieran como referencia una divinidad lunar, sino que estiman que en esas noches se realizaban cultos a otras divinidades, aprecian que únicamente se utilizaban los días de luna llena por pura practicidad, ya que la luminosidad de estas noches posibilitaba que se pudieran realizar diversas actividades sin la oscuridad de otros momentos. De una u otra manera, no parece carente de veracidad que el pueblo montañés mantuviera un culto a la Luna, no olvidemos que el testimonio de las estelas es clave. Como hemos visto, los astros están claramente impresos en las fenomenales estelas discoideas. Si bien esta forma de representar a la Luna no es exclusiva de nuestro pueblo, sino que la podemos hallar en parte de las culturas celtas, aunque no en todas. Que la representación de la luna aparezca en las estelas no es raro o extraño, puesto la asociación con la muerte es clara. Para los pueblos antiguos, la Luna era en muchos casos el símbolo de la muerte y la resurrección, era la esperanza, pues el astro moría y resucitaba a los pocos días. Continuamente y durante siglos y siglos la Luna nace y muere, lo cual es todo un símbolo que no pasaron por alto los pueblos antiguos. Este creciente lunar no sólo puede observarse en las estelas discoideas sino también en las cántabras de tradición o influencia romana, un buen ejemplo es la que podemos llamar Cantaber Elguismio, a tenor de la inscripción que porta, procedente de El Escorial, Madrid. El creciente lunar está también muy relacionado con los cuernos del toro, puesto que aunque en Cantabria no aparece esta asociación, en otras culturas existe una clara vinculación entre ambos elementos. Sin duda su parecido es evidente, por lo cual no es poco frecuente encontrar entre otros pueblos estelas en las que la luna y los cuernos de un toro aparecen representados juntos. En lo relativo a los sacrificios no es descartable que entre los cántabros se realizaran en honor de la Luna, por ejemplo es conocido que los griegos sacrificaban machos cabríos a la diosa, animal que los cántabros inmolaban en honor de su dios de la guerra. En este ritual los helenos marcaban a aquellas vacas que habían sido consagradas a la Luna con un símbolo que se representaba ( ), en oposición al Sol que se expresaba O.
Sin abandonar el mundo antiguo nos topamos con una magnífica pieza de la arqueología cántabra, me refiero a la pequeña figura de bronce encontrada en el Pico del Cueto, Castro Urdiales, antigua Flaviobriga. Esta estatuilla ha sido conocida tradicionalmente como el Neptuno cántabro, sin embargo la simbología que la acompaña no nos acerca a la divinidad marina. Parece más ajustado a la realidad identificarla con Apolo, divinidad que gozó de extensa fortuna entre griegos y romanos. Pero no es esencialmente la representación de la divinidad la que nos importa en este momento, sino que dicha figura alberga sobre su pecho, a modo de colgante, una media luna de oro. La pieza puede datarse entre el I y III d.C. y el collar que la acompaña es exento, es decir, pudo pertenecer a la pieza desde un principio o cabe la posibilidad de que le fuera colocado con posterioridad.
La relevancia de la Luna no es solamente la de ser considerada como una de las divinidades primigenias, sino que tuvo gran importancia en otros ámbitos tan relevantes como el del cómputo del tiempo. Entre los pueblos que habitaron Europa en la antigüedad histórica encontramos que en la mayoría de ellos el tiempo se contaba atendiendo a las diversas fases de la luna. El ritmo lunar era el realmente relevante a la hora de computar el tiempo, al contrario de lo que hoy es cotidiano. En este sentido, aunque las fuentes no nos lo transmiten directamente, parece claro que entre los cántabros el tiempo también tendría como referente el ciclo lunar. Son muchas las consecuencias que ha proporcionado este antiguo uso lunar, por ejemplo, aún hoy en inglés la palabra para nombrar quincena, es fortnight, es decir catorce noches. Igual de significativo es que el segundo día de la semana sigue consagrado en diversas culturas a la Luna, así lo reflejan diferentes idiomas: Inglés, Monday, Alemán Montag, Francés lundi, Latín Lunae dies.
La Luna es denominada entre los latinos Selene. Era una divinidad con importancia limitada, pero en este sentido en Cantabria encontramos una tribu llamada Salaenos, quizá sólo sea una coincidencia pero el parecido lingüístico es patente, también es significativo apuntar que dicha tribu tenía su asentamiento principal en la zona de Buelna, Valle del Besaya, la zona de mayor riqueza en lo que a estelas gigantes se refiere. Pero tampoco olvidemos que el río Salia tiene también una terminología que no dista demasiado del gentilicio mencionado.
La Luna lunera, que diría Manuel Llano, tiene una importante influencia tanto en los hombres como en los animales y plantas, y evidentemente en la tierra y las mareas. Cualquier agricultor de Cantabria sabe muy bien cuando ha de realizar las tareas del campo, siempre atendiendo al ciclo de Selene. En cuanto a la influencia que ésta ejerce entre los hombres tenemos claras referencias en la lengua española, una palabra como “lunático” designa a quien posee una locura discontinua, “estar en la luna” y otras expresiones de este tipo aluden a la influencia extraña de la luna en los hombres. No nos olvidemos de la licantropía, del hombre lobo, que tradicionalmente se asocia a las noches de luna llena. Muchas otras cosas nos sitúan en la Luna y no son sólo mitos precisamente.
Sin abandonar el mundo antiguo nos topamos con una magnífica pieza de la arqueología cántabra, me refiero a la pequeña figura de bronce encontrada en el Pico del Cueto, Castro Urdiales, antigua Flaviobriga. Esta estatuilla ha sido conocida tradicionalmente como el Neptuno cántabro, sin embargo la simbología que la acompaña no nos acerca a la divinidad marina. Parece más ajustado a la realidad identificarla con Apolo, divinidad que gozó de extensa fortuna entre griegos y romanos. Pero no es esencialmente la representación de la divinidad la que nos importa en este momento, sino que dicha figura alberga sobre su pecho, a modo de colgante, una media luna de oro. La pieza puede datarse entre el I y III d.C. y el collar que la acompaña es exento, es decir, pudo pertenecer a la pieza desde un principio o cabe la posibilidad de que le fuera colocado con posterioridad.
La relevancia de la Luna no es solamente la de ser considerada como una de las divinidades primigenias, sino que tuvo gran importancia en otros ámbitos tan relevantes como el del cómputo del tiempo. Entre los pueblos que habitaron Europa en la antigüedad histórica encontramos que en la mayoría de ellos el tiempo se contaba atendiendo a las diversas fases de la luna. El ritmo lunar era el realmente relevante a la hora de computar el tiempo, al contrario de lo que hoy es cotidiano. En este sentido, aunque las fuentes no nos lo transmiten directamente, parece claro que entre los cántabros el tiempo también tendría como referente el ciclo lunar. Son muchas las consecuencias que ha proporcionado este antiguo uso lunar, por ejemplo, aún hoy en inglés la palabra para nombrar quincena, es fortnight, es decir catorce noches. Igual de significativo es que el segundo día de la semana sigue consagrado en diversas culturas a la Luna, así lo reflejan diferentes idiomas: Inglés, Monday, Alemán Montag, Francés lundi, Latín Lunae dies.
La Luna es denominada entre los latinos Selene. Era una divinidad con importancia limitada, pero en este sentido en Cantabria encontramos una tribu llamada Salaenos, quizá sólo sea una coincidencia pero el parecido lingüístico es patente, también es significativo apuntar que dicha tribu tenía su asentamiento principal en la zona de Buelna, Valle del Besaya, la zona de mayor riqueza en lo que a estelas gigantes se refiere. Pero tampoco olvidemos que el río Salia tiene también una terminología que no dista demasiado del gentilicio mencionado.
La Luna lunera, que diría Manuel Llano, tiene una importante influencia tanto en los hombres como en los animales y plantas, y evidentemente en la tierra y las mareas. Cualquier agricultor de Cantabria sabe muy bien cuando ha de realizar las tareas del campo, siempre atendiendo al ciclo de Selene. En cuanto a la influencia que ésta ejerce entre los hombres tenemos claras referencias en la lengua española, una palabra como “lunático” designa a quien posee una locura discontinua, “estar en la luna” y otras expresiones de este tipo aluden a la influencia extraña de la luna en los hombres. No nos olvidemos de la licantropía, del hombre lobo, que tradicionalmente se asocia a las noches de luna llena. Muchas otras cosas nos sitúan en la Luna y no son sólo mitos precisamente.
Juan Carlos Cabria
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