Durante semanas hemos podido recorrer, descubrir y disfrutar de un mundo como el cántabro, un mundo que desde su componente mítico nos ha cautivado, revelando muchos de sus más intrincados secretos, resguardados en mitos, dioses, cultos y en un sinfín de rituales. Sí, todo lo que hemos visto es mitología y también religión, pues el límite entre una u otra es realmente pequeño, en ocasiones imperceptible. Durante siglos hemos conocido panteones divinos como el griego, el romano, incluso el céltico o germánico; sin embargo, en nuestra propia tierra poseíamos un inestimable elenco de divinidades, fruto del desarrollo de una sociedad tan especial como la que se formó en la antigua Cantabria en el primer milenio antes de Jesucristo.
Paradójicamente cuando se hablaba de mitología cántabra no eran estos dioses los protagonistas, ni siquiera ahora lo son en un buen número de publicaciones. Si al tratar la mitología griega o latina siempre nos vienen a la cabeza, los maravillosos trabajos de Heracles, los amores de Zeus, o el poder guerrero de Marte, la inteligencia de Atenea..., ¿por qué cuando se habla de la mitología cántabra son únicamente los personajes populares como los conocidos Trasgo, Trenti o Tentirujo, por ejemplo, los que cobran el protagonismo? Por supuesto que estos otros personajillos son realmente interesantes e importantes, y a ellos vamos a dedicar a partir de ahora gran parte de nuestro espacio semanal, no obstante sería demasiado reduccionista limitarnos a ellos cuando nuestros mitos abarcan un sinfin de campos como hemos podido comprobar. ¿Acaso no es ya mítico Laro o Corocotta? Son verdaderos héroes de nuestra cultura y tradición que han de ocupar un importante espacio tanto en la historia como en el mito, porque evidentemente el origen de todos los pueblos está lleno de mitos que con el tiempo se van convirtiendo en históricos, pero que en su germen no son más que leyendas que sirven para dotar de fuertes vínculos a los individuos, creando de esta singular forma las señas de identidad colectivas. ¿O acaso no tienen un ilimitado componente mítico personajes con Don Pelayo, el Rey Arturo o el mismísimo Cid Campeador? Así se forja la historia de los pueblos, y la nuestra también, ¿por qué renunciar a ella e inventarnos nuevos mitos o héroes cuando tenemos los que nosotros y nuestros antepasados hemos generado? Los lugares que abarca la mitología con sus largos tentáculos son realmente vastos, siendo necesarias muchas líneas para escrutar cada uno de ellos.
Espero sinceramente que de esta dilatada travesía por el mundo de los cántabros hayáis extraído conclusiones que os otorguen aún más motivos para disfrutar de todos los aspectos que nuestra querida tierra nos ofrece, como si de un sincero regalo se tratase. Sin embargo, a pesar de lo que estas palabras pudieran parecer, no termina aquí nuestra travesía, ni mucho menos, es éste tan sólo un pequeño descanso para tomar resuello en este extenso camino, con la intención de recapitular y hacer un pequeño balance. El contacto con el mundo de la antigüedad de Cantabria no ha concluido, sino que estamos ante un punto y seguido, pues difícilmente podríamos aventurarnos en el mundo de los personajes que en las próximas semanas serán los protagonistas sin haber conocido algunos aspectos presentes en aquel cercano tiempo pretérito.
Los personajes, de enorme interés, pero no únicos participantes de la mitología cántabra, hunden sus raíces en la tradición que la región arrastra desde los más remotos tiempos. Cuando hojeamos un libro de mitología únicamente cobran importancia seres como los ojáncanos, anjanas o un buen número de brujas, limitándose a presentar leyendas o historias, recogidas en aldeas, o las más de las veces inventadas por los propios autores, historias que pasan a engrosar el capítulo de esos personajes como si de verdaderos relatos fruto de la tradición popular se tratasen. Aunque esto no es malo en sentido estricto, la tradición es la consecuencia de un largo recorrido por las diversas generaciones, las cuales han ido configurando con esmero relatos que en ocasiones se desvirtúan de un plumazo mediante narraciones dedicadas únicamente a niños con intención sólo de entretener y no de formar.
Estos personajillos responden a un formato que encontramos en gran parte de los países europeos de una u otra manera, gigantes y enanos se suceden en una larga lista de nombres que sirvieron para explicar lo inexplicable. Y aunque estos personajes son realmente un punto de enganche para las generaciones futuras, esto no quiere decir que no puedan ser vistos desde un punto de vista evolutivo, al encontrarnos ante los herederos de un buen número de tradiciones míticas. Así, por ejemplo, difícilmente podríamos aventurarnos a entrever el verdadero sentido de una Anjana si no nos remontamos al estudio de las divinidades del mundo antiguo, encontrando en Dana, Diana o el propio Jano referentes de incalculable valor. Sin embargo, estas buenas hadas son representadas como simples objetos de una mitología vacía y simplona, hermana pobre de los grandes panteones mitológicos que ostentan otras sociedades. Pero como podemos acreditar tras un nombre o un personaje como el mencionado se esconde una increíble telaraña de símbolos que quizá den explicación a un sin fin de representaciones que encontramos todavía en el mundo del siglo XX, y que sin duda perdurarán en el del siglo XXI.
Pero si hasta ahora creo han sido interesantes las narraciones que os hemos transmitido, es el momento oportuno para hacer especial hincapié en las ilustraciones que Paco Díaz ha realizado con su particular y singular saber hacer. Mediante estos dibujos todos hemos podido reconocer en imágenes lo que significaban unos mitos, supersticiones o ritos de los que carecemos en buena medida de imágenes o grabados, pero que mediante el certero trazado de Paco hemos podido contemplar con su peculiar e imaginativo punto de vista. La mitología es una palabra dura y que pudiera llevar al abandono de la lectura de una página que tiene como título este epígrafe, sin embargo mediante estos dibujos se contribuye a acercar los sesudos estudios a quienes comienzan a intrincarse en este paraíso mítico. Desde aquí mi más sincero reconocimiento por una labor que continuará ilustrándonos en semanas sucesivas. Ojáncanos, anjanas, trasgos, fiestas, supersticiones, duendes del hogar y del campo, brujas, sierpes, y animales de todo signo, irán llenando estas líneas con un cúmulo de historias que nuestra región y sus habitantes han sabido conservar con especial cariño, y a las cuales no estamos dispuestos a renunciar de ninguna de las maneras. Pero estos personajes no estarán solos, incorporaremos como hasta ahora seres de otros países y culturas que contribuyan a despejar incógnitas y deshacer entuertos, abriéndonos el camino hacia la comprensión y mostrándonos que la diversidad intercultural es un valor añadido para este mundo que nos ha tocado vivir.
Juan Carlos Cabria
Paradójicamente cuando se hablaba de mitología cántabra no eran estos dioses los protagonistas, ni siquiera ahora lo son en un buen número de publicaciones. Si al tratar la mitología griega o latina siempre nos vienen a la cabeza, los maravillosos trabajos de Heracles, los amores de Zeus, o el poder guerrero de Marte, la inteligencia de Atenea..., ¿por qué cuando se habla de la mitología cántabra son únicamente los personajes populares como los conocidos Trasgo, Trenti o Tentirujo, por ejemplo, los que cobran el protagonismo? Por supuesto que estos otros personajillos son realmente interesantes e importantes, y a ellos vamos a dedicar a partir de ahora gran parte de nuestro espacio semanal, no obstante sería demasiado reduccionista limitarnos a ellos cuando nuestros mitos abarcan un sinfin de campos como hemos podido comprobar. ¿Acaso no es ya mítico Laro o Corocotta? Son verdaderos héroes de nuestra cultura y tradición que han de ocupar un importante espacio tanto en la historia como en el mito, porque evidentemente el origen de todos los pueblos está lleno de mitos que con el tiempo se van convirtiendo en históricos, pero que en su germen no son más que leyendas que sirven para dotar de fuertes vínculos a los individuos, creando de esta singular forma las señas de identidad colectivas. ¿O acaso no tienen un ilimitado componente mítico personajes con Don Pelayo, el Rey Arturo o el mismísimo Cid Campeador? Así se forja la historia de los pueblos, y la nuestra también, ¿por qué renunciar a ella e inventarnos nuevos mitos o héroes cuando tenemos los que nosotros y nuestros antepasados hemos generado? Los lugares que abarca la mitología con sus largos tentáculos son realmente vastos, siendo necesarias muchas líneas para escrutar cada uno de ellos.
Espero sinceramente que de esta dilatada travesía por el mundo de los cántabros hayáis extraído conclusiones que os otorguen aún más motivos para disfrutar de todos los aspectos que nuestra querida tierra nos ofrece, como si de un sincero regalo se tratase. Sin embargo, a pesar de lo que estas palabras pudieran parecer, no termina aquí nuestra travesía, ni mucho menos, es éste tan sólo un pequeño descanso para tomar resuello en este extenso camino, con la intención de recapitular y hacer un pequeño balance. El contacto con el mundo de la antigüedad de Cantabria no ha concluido, sino que estamos ante un punto y seguido, pues difícilmente podríamos aventurarnos en el mundo de los personajes que en las próximas semanas serán los protagonistas sin haber conocido algunos aspectos presentes en aquel cercano tiempo pretérito.
Los personajes, de enorme interés, pero no únicos participantes de la mitología cántabra, hunden sus raíces en la tradición que la región arrastra desde los más remotos tiempos. Cuando hojeamos un libro de mitología únicamente cobran importancia seres como los ojáncanos, anjanas o un buen número de brujas, limitándose a presentar leyendas o historias, recogidas en aldeas, o las más de las veces inventadas por los propios autores, historias que pasan a engrosar el capítulo de esos personajes como si de verdaderos relatos fruto de la tradición popular se tratasen. Aunque esto no es malo en sentido estricto, la tradición es la consecuencia de un largo recorrido por las diversas generaciones, las cuales han ido configurando con esmero relatos que en ocasiones se desvirtúan de un plumazo mediante narraciones dedicadas únicamente a niños con intención sólo de entretener y no de formar.
Estos personajillos responden a un formato que encontramos en gran parte de los países europeos de una u otra manera, gigantes y enanos se suceden en una larga lista de nombres que sirvieron para explicar lo inexplicable. Y aunque estos personajes son realmente un punto de enganche para las generaciones futuras, esto no quiere decir que no puedan ser vistos desde un punto de vista evolutivo, al encontrarnos ante los herederos de un buen número de tradiciones míticas. Así, por ejemplo, difícilmente podríamos aventurarnos a entrever el verdadero sentido de una Anjana si no nos remontamos al estudio de las divinidades del mundo antiguo, encontrando en Dana, Diana o el propio Jano referentes de incalculable valor. Sin embargo, estas buenas hadas son representadas como simples objetos de una mitología vacía y simplona, hermana pobre de los grandes panteones mitológicos que ostentan otras sociedades. Pero como podemos acreditar tras un nombre o un personaje como el mencionado se esconde una increíble telaraña de símbolos que quizá den explicación a un sin fin de representaciones que encontramos todavía en el mundo del siglo XX, y que sin duda perdurarán en el del siglo XXI.
Pero si hasta ahora creo han sido interesantes las narraciones que os hemos transmitido, es el momento oportuno para hacer especial hincapié en las ilustraciones que Paco Díaz ha realizado con su particular y singular saber hacer. Mediante estos dibujos todos hemos podido reconocer en imágenes lo que significaban unos mitos, supersticiones o ritos de los que carecemos en buena medida de imágenes o grabados, pero que mediante el certero trazado de Paco hemos podido contemplar con su peculiar e imaginativo punto de vista. La mitología es una palabra dura y que pudiera llevar al abandono de la lectura de una página que tiene como título este epígrafe, sin embargo mediante estos dibujos se contribuye a acercar los sesudos estudios a quienes comienzan a intrincarse en este paraíso mítico. Desde aquí mi más sincero reconocimiento por una labor que continuará ilustrándonos en semanas sucesivas. Ojáncanos, anjanas, trasgos, fiestas, supersticiones, duendes del hogar y del campo, brujas, sierpes, y animales de todo signo, irán llenando estas líneas con un cúmulo de historias que nuestra región y sus habitantes han sabido conservar con especial cariño, y a las cuales no estamos dispuestos a renunciar de ninguna de las maneras. Pero estos personajes no estarán solos, incorporaremos como hasta ahora seres de otros países y culturas que contribuyan a despejar incógnitas y deshacer entuertos, abriéndonos el camino hacia la comprensión y mostrándonos que la diversidad intercultural es un valor añadido para este mundo que nos ha tocado vivir.
Juan Carlos Cabria
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