Jano, quizá a muchos les suene este nombre, y lo asocien con algunas montañas o colinas de nuestra región, si es así, no yerran en su visión. En Cantabria este nombre, o el de Jana, se halla indiscutiblemente asociado a varias montañas, algunas de ellas con una alta carga de simbolismo. El término jano procede en un principio de la voz Fanum, “lugar sagrado”, que con el tiempo fue derivando en otras acepciones. Pese a ser una deidad indoeuropea, no es menos cierto que será en Roma en donde se desarrollará una mayor veneración, convirtiéndose en un importante dios romano y centro de culto en numerosos momentos del año. En la palabra Jano, Ianus en latín, es reconocible la raíz indoeuropea que podemos identificar como “tránsito”, “paso hacia otro lugar”; este significado se encuentra íntimamente ligado con la personalidad del dios y con los atributos que posee. La característica más significativa en la representación del aspecto de este dios, es su carácter doble, es el bien y el mal, lo nuevo y lo viejo, y sobre todo, doble en su aspecto, ya que siempre se le presenta como un personaje bifronte, con dos caras: una imberbe y otra barbuda. Esta dualidad le confiere una extensa visión, ya que no sólo conoce y ve el presente, sino que fundamentalmente rememora el pasado y observa el futuro desde su atalaya omnipresente. No en vano, es llamado varias veces geminus.
Esta admirable propiedad de visión se puede entender perfectamente si nos detenemos un poco en el calendario, que como estamos comprobando a lo largo de muchas semanas, es fuente ingente de información sobre el mundo mítico. Al parecer el tiempo pasa, pero los dioses permanecen o se transforman, y en el cómputo del tiempo tenemos un certero testimonio. El primer mes del año, tal y como hoy se ha constituido el calendario, es enero. Este mes en Latín vienen derivado de Ianua, “puerta”, y así enero es la puerta, el comienzo y la entrada del año, más reconocible en la terminología que adopta este mes en inglés, January, o en leonés, Janero. El antroido es un momento crucial de paso, de tránsito entre lo que se fue y lo que llega, pasado y futuro se conjugan en estas fechas, y es el propio Jano quien preside este cambio. Además este dios es quien apadrina todas las calendas del año, es decir, todos los primeros días de cada uno de los meses del calendario. No eran pocos los rituales en los que al comienzo se invocaba a esta divinidad.
Sí, todo eso está muy bien, pero alguien dirá que qué pinta este dios en un recorrido por los mitos y las leyendas de Cantabria. Pues ,sencillamente, es una divinidad que de una u otra manera se encuentra representada en la región de forma bastante elocuente, una de ellas es la toponimia o quizás teonimia. Son numerosos los montes y montañas que llevan este nombre u otro procedente, por evolución, de él, por ejemplo, Soano, Suano, Jano en Iguña con unos nada despreciables 1.288 m., el pico Jano en Liébana con una altura aún mayor, 1.446 m., Montehano en Santoña, Pico de la Jana en Valdeolea, Castro de la Jana en Unquera, Peña Jana en Potes, y algunos otros enclaves, que además de ser centro de estudio por su denominación y simbolismo, son parajes dignos de recorrer a pie por su belleza. Es sin duda el Pico Jano, que domina el Valle de Iguña, el que cuenta con una leyenda más emocionante, incluyendo la que sitúa en el pico a la propia diosa Venus que desde allí observa vigilante la región.
Todos y cada uno de estos nombres nos remiten a montañas o picos, lo cual nos muestra, que la sacralización de la orografía de Cantabria es muy profunda y ha sobrevivido a lo largo de los siglos. Por otro lado nos situamos ante un dios que parece ubicarse, casi en exclusiva, en las alturas, y así acontece no sólo en nuestra tierra, sino que en la misma Roma una de sus principales colinas, quizá la más sacralizada y origen de la ciudad, es el Janículo, “la colina de Jano”, consagrada al culto del dios. Realmente no es una coincidencia, más bien la constatación de que es un dios asociado con las montañas, lo que nos indica su gran importancia, porque aquellas divinidades con especial relevancia se situaban en las cimas. Si Jano es un dios que se desarrolló en Cantabria como en otros lugares o si es una importación procedente de Roma, es difícil de decir, posiblemente, sería oportuno adoptar una postura mixta, ya que también en los territorios de influencia céltica hallamos un paralelo derivado del dios original. Algunos estudiosos unen las divinidades Jano y Diana, planteando para ambas un mismo origen. Diana es interpretada como D-ianus, evidenciando así una variante femenina que se uniría a las diosas madres del mundo céltico, en especial Dana. Otra de las particularidades con la que nos encontramos al rememorar a este dios y su historia es la que le pone en contacto con el territorio de lo bélico.
Al evocar la guerra, este dios se nos acerca en cierta medida a Cantabria. Jano poseía un templo en el Janículo, erigido en su honor en virtud de una leyenda que le situaba como salvador de la ciudad, ya que en la guerra de los romanos con los sabinos cuando ya la ciudadela se veía perdida, el dios hizo brotar un manantial de agua caliente que puso en fuga a los aterrorizados atacantes. Tras levantar el templo, las puertas de éste permanecieron siempre abiertas mientras en los dominios romanos hubiera algún conflicto. Antes del imperio del divino Augusto, únicamente dos veces había sido cerrado el templo de Jano, signo de paz, sin embargo el propio emperador se vanagloriaba de que durante su prolífico gobierno hasta tres veces se clausuraron sus puertas, una de ellas tras la finalización de la conocidas guerras cántabras y la conquista de nuestra tierra, lo cual supuso un verdadero alivio para los orgullosos romanos que se habían visto ridiculizados por un pueblo, supuestamente bárbaro, de la lejana Iberia.
Pero no termina aquí nuestra relación con el dios, puesto que en la festiva Vijanera, desarrollada en Cantabria durante tanto tiempo y en tantos valles, es este dios, en cierta medida, el protagonista. Jano es quien da nombre a la fiesta, asociando su nombre con la dualidad de su aspecto. También los romanos tenían unas fiestas denominadas Januarias. Estas festividades las abordaremos mucho más detenidamente cuando tengan lugar.
Así es este dios, el elocuente y perspicaz Jano. Y como dice una frase de Varrón:
Penes Ianum sunt prima, penes Iovem summa.
(Jano preside todo lo que comienza, Júpiter todo lo que termina.)
Esta admirable propiedad de visión se puede entender perfectamente si nos detenemos un poco en el calendario, que como estamos comprobando a lo largo de muchas semanas, es fuente ingente de información sobre el mundo mítico. Al parecer el tiempo pasa, pero los dioses permanecen o se transforman, y en el cómputo del tiempo tenemos un certero testimonio. El primer mes del año, tal y como hoy se ha constituido el calendario, es enero. Este mes en Latín vienen derivado de Ianua, “puerta”, y así enero es la puerta, el comienzo y la entrada del año, más reconocible en la terminología que adopta este mes en inglés, January, o en leonés, Janero. El antroido es un momento crucial de paso, de tránsito entre lo que se fue y lo que llega, pasado y futuro se conjugan en estas fechas, y es el propio Jano quien preside este cambio. Además este dios es quien apadrina todas las calendas del año, es decir, todos los primeros días de cada uno de los meses del calendario. No eran pocos los rituales en los que al comienzo se invocaba a esta divinidad.
Sí, todo eso está muy bien, pero alguien dirá que qué pinta este dios en un recorrido por los mitos y las leyendas de Cantabria. Pues ,sencillamente, es una divinidad que de una u otra manera se encuentra representada en la región de forma bastante elocuente, una de ellas es la toponimia o quizás teonimia. Son numerosos los montes y montañas que llevan este nombre u otro procedente, por evolución, de él, por ejemplo, Soano, Suano, Jano en Iguña con unos nada despreciables 1.288 m., el pico Jano en Liébana con una altura aún mayor, 1.446 m., Montehano en Santoña, Pico de la Jana en Valdeolea, Castro de la Jana en Unquera, Peña Jana en Potes, y algunos otros enclaves, que además de ser centro de estudio por su denominación y simbolismo, son parajes dignos de recorrer a pie por su belleza. Es sin duda el Pico Jano, que domina el Valle de Iguña, el que cuenta con una leyenda más emocionante, incluyendo la que sitúa en el pico a la propia diosa Venus que desde allí observa vigilante la región.
Todos y cada uno de estos nombres nos remiten a montañas o picos, lo cual nos muestra, que la sacralización de la orografía de Cantabria es muy profunda y ha sobrevivido a lo largo de los siglos. Por otro lado nos situamos ante un dios que parece ubicarse, casi en exclusiva, en las alturas, y así acontece no sólo en nuestra tierra, sino que en la misma Roma una de sus principales colinas, quizá la más sacralizada y origen de la ciudad, es el Janículo, “la colina de Jano”, consagrada al culto del dios. Realmente no es una coincidencia, más bien la constatación de que es un dios asociado con las montañas, lo que nos indica su gran importancia, porque aquellas divinidades con especial relevancia se situaban en las cimas. Si Jano es un dios que se desarrolló en Cantabria como en otros lugares o si es una importación procedente de Roma, es difícil de decir, posiblemente, sería oportuno adoptar una postura mixta, ya que también en los territorios de influencia céltica hallamos un paralelo derivado del dios original. Algunos estudiosos unen las divinidades Jano y Diana, planteando para ambas un mismo origen. Diana es interpretada como D-ianus, evidenciando así una variante femenina que se uniría a las diosas madres del mundo céltico, en especial Dana. Otra de las particularidades con la que nos encontramos al rememorar a este dios y su historia es la que le pone en contacto con el territorio de lo bélico.
Al evocar la guerra, este dios se nos acerca en cierta medida a Cantabria. Jano poseía un templo en el Janículo, erigido en su honor en virtud de una leyenda que le situaba como salvador de la ciudad, ya que en la guerra de los romanos con los sabinos cuando ya la ciudadela se veía perdida, el dios hizo brotar un manantial de agua caliente que puso en fuga a los aterrorizados atacantes. Tras levantar el templo, las puertas de éste permanecieron siempre abiertas mientras en los dominios romanos hubiera algún conflicto. Antes del imperio del divino Augusto, únicamente dos veces había sido cerrado el templo de Jano, signo de paz, sin embargo el propio emperador se vanagloriaba de que durante su prolífico gobierno hasta tres veces se clausuraron sus puertas, una de ellas tras la finalización de la conocidas guerras cántabras y la conquista de nuestra tierra, lo cual supuso un verdadero alivio para los orgullosos romanos que se habían visto ridiculizados por un pueblo, supuestamente bárbaro, de la lejana Iberia.
Pero no termina aquí nuestra relación con el dios, puesto que en la festiva Vijanera, desarrollada en Cantabria durante tanto tiempo y en tantos valles, es este dios, en cierta medida, el protagonista. Jano es quien da nombre a la fiesta, asociando su nombre con la dualidad de su aspecto. También los romanos tenían unas fiestas denominadas Januarias. Estas festividades las abordaremos mucho más detenidamente cuando tengan lugar.
Así es este dios, el elocuente y perspicaz Jano. Y como dice una frase de Varrón:
Penes Ianum sunt prima, penes Iovem summa.
(Jano preside todo lo que comienza, Júpiter todo lo que termina.)
Juan Carlos Cabria
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